LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VI
A LA IGLESIA DE TIATIRA I
Un Comentario de Apocalipsis 2:18-23
La ciudad de Tiatira está situada al
Sur de Pérgamo, entre esta ciudad y Sardis. A inicios del siglo III AC, Seleuco
Nicator estableció en la antigua Pelopia una guarnición de macedonios para defender
el acceso al valle, y le puso el nombre de Tiatira. Pasó a manos del reino de
Pérgamo el año 190 AC, y de los romanos en 133 AC. No tenía un acrópolis
propiamente dicho, como la mayoría de las ciudades griegas, pero tenía un
templo dedicado al dios Apolo y otro, a la diosa Artemisa (Diana).
Como apunta W.M. Ramsay, a lo largo de
la historia, especialmente durante los siglos de lucha entre los invasores musulmanes,
(primero árabes y después turcos), y los defensores cristianos, su destino
estuvo marcado por su situación estratégica en la ruta de la invasión.
Bloqueaba el camino de los ejércitos invasores, y por eso debía ser conquistada
por todo invasor. Pero a la vez, como resguardaba el pasaje a un rico distrito,
debía ser defendida a toda costa y ser fortificada. Actualmente la ciudad
subsiste con el nombre de Ak-Hisar, y tiene unos cien mil habitantes.
En los años en que se escribieron
estas cartas se distinguía sobre todo a causa de su comercio floreciente, y por
sus gremios artesanales especializados en trabajos de bronce, cerámica,
tejeduría, textiles y tejidos de púrpura, que en esta ciudad era obtenida no de
moluscos marinos, sino de una raíz. Su nombre aparece en el libro de los Hechos
en conexión con Lidia, la primera mujer gentil convertida al cristianismo. De
ella dice Hechos que era "vendedora de púrpura, de la ciudad de
Tiatira." (Hch 16:14) Ella era una persona de posición acomodada
porque se permitía invitar a Pablo y a su comitiva a posar en su casa. Ella adoraba
al Dios verdadero, lo cual quiere decir probablemente que era prosélita del judaísmo.
Estando Pablo y sus compañeros en Filipos un día de reposo, salieron fuera de
la ciudad, junto al río, donde los judíos piadosos solían reunirse para orar
(porque no había sinagoga en la ciudad), y empezaron a hablar a las mujeres que
estaban allí. Una de ellas, Lidia, estaba atenta a lo que Pablo decía, creyó y
fue bautizada, ella con su familia (Hch 16:13-15).
18. Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el
que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice
esto:"
La epístola a la iglesia de Tiatira es
la más larga de todas las epístolas de nuestro Señor y también la más elogiosa.
Quizá por ese motivo Jesús se refiere a sí mismo en una forma que no ha
empleado antes, ni lo hará en las subsiguientes cartas, esto es, como el Hijo
de Dios, el eterno Hijo Unigénito del Padre. Y luego se describe a sí mismo en
los términos resaltantes de la descripción que Juan da de su apariencia al
comienzo del libro: "ojos como llama de fuego y pies semejantes a
bronce bruñido" (Ap 1:14,15).
Los ojos llameantes son, como ya se ha
dicho, de un lado, manifestación de amor encendido y, de otro, expresión de ira
santa y de juicio, con los cuales escudriña la mente y el corazón. Los pies de
bronce bruñido simbolizan la perfecta sabiduría, y la firmeza con la que Dios
actúa.
La fe de los cristianos en Tiatira
estaba expuesta a un gran peligro debido a que nadie podía pertenecer a los
gremios artesanales -condición indispensable para prosperar en un oficio- sin participar
en sus banquetes comunales que podían tener el carácter de festines idolátricos
y, posiblemente, al final orgiásticos. Ya en su carta a la iglesia de Pérgamo
Jesús había expresado su oposición a toda concesión a las prácticas paganas que
podían inducir a los creyentes a pecar. Pero obedecer a esa orden suya
significaba aceptar limitaciones en el ejercicio de su oficio o profesión, esto
es, empobrecer.
19. "Yo conozco tus obras, y
amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que
las primeras."
La frase “Yo conozco tus obras" es
como un estribillo que se repite en cada epístola. Jesús la repite tanto porque
quiere que seamos conscientes de que Él conoce todo lo que hacemos, que nuestra
vida es un libro abierto delante de sus ojos, y que nada de lo que hacemos
escapa a su mirada.
Pero no sólo conoce las obras de la iglesia,
sino también las cualidades que posee,
esto es, su amor, fe servicio y paciencia.
Que mencione el amor en primer lugar, como nada dice inútilmente, quiere decir
que los miembros de esta iglesia se distinguían por su amor acendrado, primero
a Dios y, segundo, al prójimo. Este amor debe haber sido algo especial para que
Jesús lo destaque, y que ésta sea la única epístola en que Jesús mencione esta virtud
como un elogio.
El amor está unido a la fe, formando
una pareja en que ambos se apoyan mutuamente. Si el amor sobrenatural (ágape)
proporciona el impulso para servir, la fe, junto con la esperanza, es el
fundamento de la perseverancia y de la paciencia frente a las pruebas. Sin duda
el pastor y sus fieles se desvivían por atender a las necesidades espirituales
y materiales de sus hermanos, así como de las personas paganas necesitadas (1Ts
1:3).
La caridad ha sido siempre un testimonio
poderoso ante los incrédulos. En esos tiempos lo era especialmente porque el
mundo pagano era cruel e indiferente frente a las necesidades ajenas. Los
enfermos no eran atendidos por sus familiares, sino eran expulsados de sus
casas por temor al contagio, y se hacía escarnio de los pobres. Pero los
cristianos cuidaban de sus enfermos y, para sorpresa de sus vecinos, no se
contagiaban, así como también atendían a las necesidades de los--pebres. Su
conducta-amable y la santidad de su vida atraían la mirada de la población en
torno, admirativa en unos casos, burlona en otros.
“Tus obras
postreras son más que las primeras." Una rápida revisión de lo que Jesús
dice en las otras cartas a continuación de la frase 'Yo conozco tus obras",
nos hará ver lo excepcional del elogio contenido en las palabras citadas.
Tus obras, es decir, tu conducta, tus esfuerzos actuales, son mejores que al
comienzo. ¡Cuánto has progresado en tu devoción a mi causa y en tu entrega!
Ese elogio contrasta con el tierno reproche
que dirige a la iglesia de Éfeso, a la cual, después de alabarla, le recrimina:
“Has dejado tu primer amor" (Ap
2:4). Tus obras postreras no son más que las primeras, sino lo contrario. Por
su lado, al ángel de la iglesia de Sardis le reprocha: "tienes nombre
de que vives, pero estás muerto"; y al de Laodicea le recrimina su
tibieza: no eres ni frío ni caliente (3:16). El vers. que comentamos nos hace
pensar que, pese a los obstáculos, la comunidad de creyentes de Tiatira
experimentaba un proceso de crecimiento espiritual, que es un signo de la
vitalidad de la fe.
¿Y nosotros cómo andamos? ¿Estamos progresando,
o estamos estancados, o quizá, estamos retrocediendo?
20. "Pero tengo unas pocas
cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa,
enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los
ídolos."
No obstante, a esta iglesia tan
elogiada le hace ver, como hizo con la de Efeso y la de Pérgamo, que tiene algo
que le disgusta. En el caso de Tiatira se trata de Jezabel, la pretendida
profetisa que induce a mis siervos, dice Jesús, a comer lo sacrificado a los
ídolos. Pero no sólo a comer esa carne -lo que en sí no sería grave, pues Pablo
lo permite- sino también a participar en sus banquetes y rituales idolátricos (Nota). Es decir, a negarme
públicamente, porque ¿qué comunión puede haber entre Cristo y Belial (2Cor
6:15)? ¿Entre el culto al Dios invisible y a los ídolos? Este reproche ligado a
la palabra "fornicar", quiere decir aquí posiblemente, como ocurre en
el lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento, adorar a falsos dioses (Jr 3:1,2;
Ez 16:15-34; cf Ex 34:15).
Naturalmente Jezabel no era el nombre verdadero
de la mujer, sino que Jesús se lo atribuye en términos simbólicos, comparándola
con el personaje femenino más execrable de toda la Biblia: la mujer de Acab,
que pervirtió a Israel difundiendo el culto a Baal, y apoyando a los falsos
profetas. Y que luego quiso matara Elías (1R 16:29-33; 18:20-40).
En los primeros tiempos de la iglesia las
mujeres ocupaban un lugar prominente, tanto como evangelistas y maestras, como
profetizas. Después la iglesia se masculinizaría y relegaría a la mujer a papeles
secundarios. Pero no era así al comienzo. Esta mujer, sin embargo, posiblemente
había abusado de la confianza que ingenuamente el pastor tenía en ella, lo
había engañado con halagos, y había adquirido una influencia peligrosa en la
iglesia.
21. 'Y le he dado tiempo para que
se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación."
Jesús dice que le ha dado largas a la falsa
profetiza, quizá en consideración a servicios pasados. Pero en vista de su obstinación
en el mal, el plazo de tolerancia se ha terminado. El orgullo suele ser la
causa principal de la obcecación de los que se desvían halagados por los
elogios que reciben de sus seguidores. Hay quienes especulan que el propio
Juan, ministrando en Tiatira, la habría reprendido severamente, pero sin resultados
debido a su soberbia.
22. "He aquí yo la arrojo en
cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten
de las obras de ella."
Jesús anuncia que ha llegado para ella
la hora del castigo, el cual se cumplirá mediante una enfermedad que la postrará
en cama. No se dice qué clase de enfermedad la afligiría, pero será una enfermedad
que pondrá en gran angustia -aparentemente en inminente peligro de contagio- a
los que con ella adulteran, es decir, practican la idolatría. En ese tiempo en
que la medicina estaba muy poco avanzada, los que se acercaban a los enfermos estaban
en grave peligro de contagio, por lo que pocos eran los que se atrevían a
cuidarlos.
23. "Y a sus hijos heriré de
muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el
corazón, y os daré a cada uno según vuestras obras."
"Y a sus hijos heriré de
muerte..." Es una advertencia solemne: el castigo
vendrá indefectiblemente sobre los seguidores de la mujer impía (a los que Jesús
llama figuradamente "hijos") si no se arrepienten de las obras que
ella les enseñó a practicar, y con las que la imitaban.
Es un hecho que las personas que incurren
en ritos ocultos satánicos –que es lo que la alusión a profundidades de Satanás
en el versículo siguiente sugiere- difícilmente se arrepienten de lo que hacen,
porque viven bajo la ilusión de haber penetrado en secretos de profunda
sabiduría y adquirido poderes sobrenaturales. El demonio les ha dado algunas
pequeñas migajas de su poder engañoso -que ellos, en su ciega vanidad, se
figuran que es un banquete- y se resisten a abandonar la ilusión en que están
atrapados.
Sólo una intervención excepcional de
la gracia puede hacer que se les caiga el espeso velo que cubre sus ojos y despierten
a la realidad. Pero si no obedecen a la gracia que se les concede ¡qué terrible
castigo les espera! Su extravío, a mi juicio, forma parte de lo que Jesús llamó
"la blasfemia contra el Espíritu Santo" (Mt 12:31).
El castigo que les sobrevendrá servirá de
advertencia a todas las iglesias para que todos sepan que nadie puede ocultar
sus intenciones y pecar de forma tan escondida que escape a la mirada escrutadora
de Jesús. Él penetra, en efecto, hasta lo más profundo del corazón humano, "hasta
la división del alma y del espíritu, y discierne -es decir conoce- los
pensamientos y las intenciones" más secretas (Hb 4:12; cf Sal 7:9b; Jr
17:10).
Entre nosotros esto no es conocido, pero
en algunas iglesias nominales de otros países el poder feminista de Jezabel se
ha extendido y contaminado la enseñanza y la vida de los asistentes.
"Daré a cada uno según sus
obras." Este es el principio quizá que con más
frecuencia se repite en las Escrituras, y que representa una ley que se aplica
a todo ser humano: Dios paga a cada cual según sus obras (Sal 62:12b; Pr
24:12b; Ez 33:20; Mt 16:27). Cada cual recibe indefectiblemente la recompensa,
o la sanción, que sus actos, palabras y pensamientos merecen.
Pablo lo pone de otra manera muy pertinente:
"Dios no puede ser burlado... lo que el hombre siembra eso cosechará."(Gal
6:7).
El principio es el mismo, sólo que en
la primera forma el pago parece venir de Dios; en la segunda parece que viene de
las consecuencias naturales. Pero ambas maneras redundan en lo mismo, el pago y
el resultado vienen de Dios, porque Él es quien ha hecho el mundo de tal manera
que las causas producen efectos congruentes con su naturaleza.
Sin embargo, sí hay una diferencia
entre ambas formas de retribución. La primera proviene del aspecto personal de
Dios; la segunda, de su aspecto impersonal. En la primera su amor y su misericordia,
o su ira justiciera, están involucradas; en la segunda, es como si Dios
permaneciera distante e indiferente.
Nota: El Concilio
de Jerusalén había instruido a los cristianos de la gentilidad que se
abstuvieran de comer carne sacrificada a los ídolos (Hch 15:29). En su 1ra
Carta a los Corintios. Pablo trata el tema con cierto detalle y flexibilidad.
Comprar carne en los mercados presentaba un problema de conciencia para muchos
cristianos porque mucha de esa vianda podía haber sido previamente sacrificada
a algún ídolo en un templo. Para los cristianos de conciencia robusta ese hecho
no significaba nada, porque sabían que el ídolo es nada en sí, puesto que sólo
hay un Dios. Pero algunos cristianos de conciencia débil pensaban que la carne
sacrificada a un ídolo podía estar contaminada por el contacto con el ídolo.
Por ese motivo él aconseja evitar comer, o participar en banquetes en algún
lugar de ídolos, por consideración a la conciencia de los hermanos débiles
(1Cor 8:1-13). De otro lado, si un cristiano es invitado a comer por algún
incrédulo, puede comer de todo lo que le sirvan sin preguntar por el origen de
la carne. Pero si alguno le advirtiera que la carne servida proviene de algún
sacrifico idolátrico, mejor es que se abstenga de comerla para no ser tropiezo
a ninguno (1Cor 10: 23-31).
Así mismo, el que participa de la mesa
del Señor no puede participar de la mesa de los demonios que están detrás de
los ídolos a los que los gentiles ofrecen sacrificios (1Cor 10:20,21).
Amado lector: Si tú no
estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de tus pecados,
y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste
al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo
los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte."
#902
(18.10.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección:
Independencia 123, Miraflores, Lima 18, Perú. Tel 4227218.(Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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