jueves, 24 de noviembre de 2016

LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VIRGENES I
Un Comentario de Mateo 25:1-13
1. “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.”

La palabra “entonces” tiene la función de ligar esta bella y tierna parábola –que era una de las favoritas de la iglesia primitiva- al discurso escatológico iniciado por Jesús en el capítulo anterior, en el que se habla de lo que ocurrirá al final de los tiempos y, en especial, de la anunciada venida del Hijo del Hombre. (“Entonces” es una de las palabras de transición favoritas de Mateo).
La parábola tiene como trasfondo la costumbre hebrea de celebrar el matrimonio por la noche en la casa de la novia (Jc 14:10-18; Tb 6:13;  8:19), la cual era enseguida llevada por el novio a su casa acompañado por un cortejo formado por sus amigos y las amigas de la novia, vírgenes como ella. Las bodas se celebraban en verano y había invitados que acudían directamente al banquete en la casa del novio (Nota 1).
2. “Cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.”
Por algún motivo no especificado, diez de las jóvenes invitadas no asistieron a la ceremonia del matrimonio en la casa de la novia, sino fueron directamente a la casa del novio, donde se celebraría el banquete. Cinco de ellas eran precavidas, pero las otras cinco no tomaron las precauciones necesarias. (Véase en Mt 7:24-27 la descripción que hace Jesús del hombre prudente y del insensato).
3,4. “Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron consigo aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.”
¿En qué se notaba la diferencia entre unas y otras? En que las vírgenes prudentes, previendo que el novio pudiera demorarse, trajeron con sus lámparas encendidas, una cantidad suficiente de aceite como para mantener la llama viva en caso de que tardase el novio, mientras que las insensatas no tomaron esa precaución, y temieron que sus lámparas pudieran apagarse antes de que el novio llegase, y ellas quedaran en ridículo.
5,6. “Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo, salid a recibirle!
Como en efecto el novio se tardó más de lo esperado, las diez muchachas se quedaron dormidas, cuando de repente, alguien (posiblemente los mismos miembros del cortejo) les avisó: Ya se acerca el novio con sus acompañantes, salgan a recibirlo, seguramente con cánticos y danzas según la costumbre. Que se les pida que salgan quiere decir que no estaban en el descampado, sino en algún lugar o recinto cubierto.
7. “Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.”
Alertadas pues, las diez muchachas se preocuparon de arreglar sus lámparas cuya llama podría estarse apagando, para que dieran la luz más brillante posible.
8. “Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.”
Entonces fue cuando las que no fueron precavidas se dieron cuenta de que no tenían aceite suficiente, y que sus lámparas podían apagarse antes de que el cortejo del novio llegase. ¿Qué hacer en ese aprieto? Pedir ayuda a las que sí habían sido precavidas, para que compartieran su reserva de aceite con ellas, ya que sin sus lámparas encendidas no serían admitidas al banquete.
9. “Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras ni a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.”
Esa no es una buena idea, respondieron las precavidas. No vaya a ser que nuestro aceite no alcance para todas. Mejor vayan ustedes a comprar lo necesario en alguna tienda cercana, porque todavía debe haber alguna que esté abierta. Era costumbre, en efecto, en el oriente que las tiendas permanecieran abiertas hasta horas avanzadas de la noche.
10. “Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.”
Ocurrió lo que era de temer, que justo cuando las necias iban a comprar el aceite que les faltaba, y remediar su falta de previsión, vinieron el novio y la novia con su comitiva. Ellos no se iban a poner a esperar que las cinco vírgenes ausentes regresaran, sino que entraron de frente a la casa, y se cerró la puerta tras ellos.
11,12. “Después vinieron las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.”
Cuando las cinco vírgenes necias regresaron con el aceite comprado, se encontraron con la puerta cerrada, y comenzaron a gritar: “¡Señor, ábrenos! ¡Ya estamos de vuelta!” Pero el esposo no les hizo caso y se negó a abrirles la puerta, diciendo que no las conocía.
13. “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Así pues, concluyó Jesús, estad alertas y velad, porque no sabéis cuándo yo he de regresar para juicio de la humanidad entera (cf Mt 24:36,39,42,44; Mr 13:35.36).
¿Cuál es la interpretación de esta parábola que sólo se encuentra en Mateo? Lo primero que debemos notar es que, según palabras del propio Jesús, la actitud de las diez vírgenes refleja la actitud que asumirán los seres humanos (cristianos o no) cuando Él venga al final de los tiempos. Pero también podemos entenderla de la actitud que asuma cada ser humano cuando al  morir le toque presentarse personalmente a juicio, algo de lo que nadie sabe el día ni la hora. Pero que es seguro que tendremos que hacerlo no cabe duda pues, como dice Pablo: “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.” (Rm 14:10).
¿Por qué diez vírgenes? El número diez, aparte de su valor mnemotécnico (los diez dedos de las manos, cinco en cada una) en el Antiguo Testamento es símbolo de lo completo: los diez mandamientos, las diez plagas de Egipto, las tablas de diez codos del tabernáculo, las cucharas de diez siclos de oro, etc., etc. (2) Diez es también en el judaísmo  el número mínimo de hombres (minyam) con el cual se puede establecer una sinagoga, y el número mínimo de hombres requerido para comer el cordero pascual.
Se les llama vírgenes porque ellas representan primeramente a los cristianos, a los miembros de la iglesia, que es pura y santa (Ef 5:27), como lo era idealmente también el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, y por eso con frecuencia se le llama “virgen” (Lam 1:15; 2:13).
Los matrimonios solían celebrarse de noche o, al  menos, duraban hasta hora avanzada, lo que explica que las vírgenes que formaban parte del cortejo llevaran lámparas consigo para no tropezar en el camino.
El sentido básico de la parábola es que hay que estar preparados para cuando el Señor venga en un día que sólo Dios conoce. Debemos vivir constantemente como si hoy fuera el último día de nuestra vida, porque en realidad, no sabemos cuándo el Señor vendrá a buscarnos. Puede ser hoy, o mañana, o dentro de muchos años.
Jesús quería además advertir a los discípulos, que esperaban que su retorno a la tierra sería inmediato, que Él podía demorar más de lo que imaginaban. Por tanto, había que velar, es decir, estar siempre listos (Lc 21:34-36).
¿Qué es estar listos para su venida? Vivir en estado de gracia, en comunión con Dios; habiéndose arrepentido y habiendo sido perdonado de todo pecado.
Tener aceite suficiente en nuestra lámpara es perseverar en el estado de gracia, de comunión efectiva con Dios, aborreciendo el pecado y no cediendo a las tentaciones que constantemente nos asaltan.
Eso hicieron las vírgenes prudentes; en eso fallaron las vírgenes necias: No estaban en estado de gracia cuando Jesús vino de improviso, aunque parecía que llevaban una vida cristiana correcta (2Tm 3:5). Cuando quisieron arrepentirse, ya era tarde. Nuestro destino eterno se define en el momento de la muerte. No hay segunda oportunidad.
La fiesta de bodas en la casa del esposo, como en otras parábolas afines (Mt 22:1-14; Lc 12:36) es el reino de los cielos, donde se goza de la presencia de Dios en compañía de los ángeles, y de todos sus santos y elegidos.
Que el Señor venga a medianoche –cuando los hombres están durmiendo, en sentido figurado- quiere decir que Él viene cuando menos se le espera, como ocurrió en los días de Noé: los hombres comían y bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos (Lc 17:26,27; Mt 24:37-39).
El clamor a medianoche anunciando la venida del esposo es la voz del arcángel y de la trompeta de Dios, que anuncia la venida del Señor con sus ángeles, y todos los que entretanto hubieren fallecido resuciten para recibirlo, despertando de su sueño de muerte; y los que estén vivos sean “arrebatados juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire.” (1Ts 4:16,17; cf 1Cor 15:51,52).
Arreglar sus lámparas es prepararse a dar cuenta a Dios de su vida. Pero unos estarán preparados para el juicio, otros, lamentablemente, no. En ese momento, traspuesto el umbral de la muerte, nadie podrá ayudarlos, el estado de gracia no se transfiere de unos a otros. Nadie puede compartir su aceite con otro. (3)
La luz de las lámparas de las vírgenes necias se extingue porque, aunque llevaron una vida aparentemente cristiana, y la gente las tenía por tales, en verdad vivían alejadas de Dios. En el día del juicio, cuando se cierre la puerta definitivamente para muchos, las apariencias de piedad caerán a tierra y se mostrará lo que las personas son realmente.
Por eso Pablo nos aconseja que no juzguemos por apariencias antes de que venga el Señor a iluminarlo todo con su luz, porque Él “aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones…” (1Cor 4:5).
En el día del juicio los salvos no podrán ayudar de ninguna manera a los condenados, aunque quisieran, por mucha compasión que sientan por ellos. “Id vosotras a comprar” es una frase involuntariamente irónica: ¿Por qué no lo hicisteis a tiempo? De nada sirvió que las vírgenes necias invocaran en ese momento el nombre de Aquel a quien habían negado en sus vidas.
A ese respecto Herbert Lockyer en “Todas las Parábolas de la Biblia”, anota: Cada persona es responsable de su lámpara. La preparación es personal. Todas las vírgenes esperaban al esposo, todas se durmieron, pero en el momento en que se anuncia que llega el esposo se revela la diferencia que hay entre ellas: Unas estaban preparadas para recibirlo; otras, no.
Todas eran iguales en lo externo: todas tenían lámparas; pero no eran iguales en lo interno: el aceite que algunas tenían no era suficiente para la larga espera.
La preparación es personal: Cada cual dará cuenta a Dios de sí, dice Pablo  (Rm 14:12). La puerta se cierra para las que no están preparadas.
La parábola enseña la perseverancia porque las vírgenes necias estaban preparadas al comienzo (tenían lámparas y aceite), pero no al final. Por eso Jesús concluye: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora…”.
Por su lado, R.C. Trench en “Notes on the Parables of our Lord”, observa: Las vírgenes son las compañeras o amigas de la novia (la iglesia), vírgenes como ella.
Vírgenes son todos los que esperan la segunda venida del Señor. Hay quienes están armados de todas las cualidades que menciona Pedro en 2P 1:5-9, y quienes las descuidan: fe, virtud (es decir, fortaleza), conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor. Esas cualidades son la provisión más o menos abundante de aceite que cada cual posee.
Según otra interpretación las vírgenes necias son las que confiesan a Jesús con sus labios, pero carecen de la fe verdadera que vivifique sus vidas. Lo exterior de la vida cristiana es la lámpara, lo interior es el aceite, símbolo del Espíritu. (Recuérdese el aceite de la unción, Ex 30:22-33).
Las vírgenes necias son negligentes en la oración, perezosas en su trabajo para Dios. Tienen aceite, pero no lo suficiente.
Las vírgenes prudentes reconocen que tienen un largo camino por delante de negación de sí mismas (Mt 16:24) y, por tanto, necesitan estar llenas del Espíritu.
La demora del esposo sugiere que la segunda venida del Señor no es inmediata (2P3:9), y por tanto, los creyentes no deben dormirse en su fe, sino permanecer vigilantes para ser hallados dignos de entrar en su reino cuando Él venga inesperadamente como ladrón en la noche (2P3:10).
John A. Broadus (“Commentary on Mathew”): Los matrimonios eran celebrados por la noche en la casa de la novia. De ahí que después el novio, acompañado por sus amigos y las amigas de ella, fuera en procesión a su propia casa para la fiesta, llevando lámparas para el camino.
Sin las lámparas encendidas las vírgenes no serían admitidas a la fiesta. Arreglar sus lámparas es rellenarlas de aceite, enderezar la mecha.
Aplicación: La única manera de estar listos cuando Jesús venga, es estar siempre listos. La única manera de estar preparados para morir, es estar siempre preparados. Una parte de la humanidad estará preparada para ese día, otra parte no lo estará.
El retorno de Jesús no será tan pronto como algunos en ese tiempo imaginaban. Por eso es que algunos se duermen en la espera, es decir, mueren.
El no traer una reserva de aceite en vasijas junto con sus lámparas es una indicación del poco interés que se pone en las cosas de Dios (Os 6:4).
Las vírgenes prudentes no pueden ayudar a las necias porque la piedad y la fe son personales e intransferibles. Es como la necesidad de comer. Yo no puedo comer por ti si tienes hambre.
“No os conozco” dirá Jesús a algunos porque no hicieron la voluntad de su Padre (Mt 7:23). Eso no significa rechazar a los que sinceramente buscan ser salvados.
Los hombres en tiempos de Noé no creían que habría un diluvio, y por eso, no tomaron precauciones y se burlaron de él. Cuando vino, cada uno hacía su vida normal, pero los que no tuvieron cabida en el arca fueron arrastrados por las aguas.
Jesús preguntó una vez: “Cuando venga el Hijo del Hombre ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18:8) Los hombres estarán demasiado ocupados en sus asuntos personales para pensar en Dios. Los que no estén preparados serán arrastrados a su perdición. Los preparados serán salvos.
La segunda venida del Señor es un suceso que llenará de alegría a algunos, pero de terror a otros. Habrá que estar listos, por lo que la preparación debe ser permanente. Lamentablemente muchos de los que creen ser amigos de Jesús, o dicen serlo, no estarán listos.
Los esfuerzos apurados del último momento para estar bien con Dios se revelarán inútiles. A muchos la muerte los sorprenderá sin que tengan tiempo de arrepentirse. La puerta del cielo les estará cerrada para siempre. Los que no quisieron buscar la gracia de Dios cuando tuvieron tiempo, no tendrán tiempo de hacerlo cuando lo necesiten.
Notas: 1. En la parábola no se menciona a la esposa, que queda como oculta, como tampoco se la menciona en Mt 22:1-14. Sin embargo, algunos textos latinos y sirios la mencionan, reflejando la costumbre occidental, según la cual la esposa es conducida donde el esposo para la ceremonia. Recuérdese que en el episodio de las Bodas de Caná (Jn 2:1-12), la fiesta de bodas se celebra en la casa del novio, y la novia tampoco es mencionada.
2. Elcana le dice a su mujer Ana: “¿No te soy yo mejor que diez hijos?” (1Sm 1:8) Diez también fue el número de testigos que Booz convocó para decidir el asunto de la redención de las tierras que habían pertenecido a su pariente Elimelec, y que su viuda Noemí había decidido vender (Rt 4:1-3).
3. En esta parábola Jesús parece haber dado previsoriamente un argumento contra la doctrina de que la salvación no se pierde (una vez salvo, siempre salvo) porque si las cinco vírgenes necias eran creyentes ¿cómo así Jesús les cerró la puerta?
NB. Veamos algunas de las palabras griegas:
Parthénos= virgen, doncella; muchacha que no ha conocido varón, que está en edad casadera; en Ap 14:4 se aplica a los hombres que no se han contaminado con mujeres (en sentido de libertinaje).
Numphíos= novio, esposo recién casado.
Phrónimos= Prudente, sensible, poseedor de sabiduría práctica.
Morós= tonto, estúpido, necio.
Élaion= aceite de oliva, usado tanto para iluminar, como para ungir.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle perdón a Dios por ellos diciendo: Jesús, yo te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#925 (08.05.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 18 de noviembre de 2016

EL PROFETA ELISEO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL PROFETA ELISEO


Marco Histórico.- Eliseo, como Elías, desarrolló su ministerio en el reino de Israel, aunque también tuvo contactos con los reyes de Judá y de Siria. Su actuación abarcó un lapso de más de 50 años y se extendió desde el reinado de Acab en Israel, hasta el de Joás, hijo de Joacaz, pasando por los reinados de Ocozías, Joram, Jehú y Joacaz. Al mismo tiempo reinaron en Judá, Josafat, Joram, Ocozías, Atalía y Joas, hijo de Ocozías. (1R 19–2R 13)
Es el período inmediatamente posterior a la división de la monarquía hebrea en los reinos del Norte y del Sur –Israel y Judá- que marca el apogeo de ambos como reinos separados, sólo superado por el poder que alcanzó el reino unido bajo Salomón.
Profetismo.- Diversos episodios de la vida de Eliseo nos dan una visión bastante clara de lo que era la actividad de los profetas para el pueblo elegido.
El profeta no se limita a llevar los oráculos de Dios al pueblo. Lo hace también a los reyes y a los poderosos. A veces Eliseo busca al rey, otras el rey lo busca a él.
El profeta interviene en la vida pública del reino reprendiendo, exhortando, ungiendo reyes, todo ello en nombre der Dios. Alcanza gran prestigio y ejerce gran influencia, tanto en las esferas del gobierno, como en la vida del común de las gentes. En este aspecto la carrera de Eliseo tiene puntos comunes con la de Elías, Isaías y Jeremías. Pero mientras los dos últimos nombrados (más Ezequiel, Daniel y los 12 llamados profetas menores) escribieron libros que llevan sus nombres, Elías y Eliseo no dejaron obra escrita.
Además del profeta individual existen escuelas, o comunidades de profetas, que viven y profetizan juntos (1S 19:20). El hecho de vivir en comunidad no les impide casarse (2R 4:1).
La expresión “hijos de los profetas” viene posiblemente del hecho de que esos profetas eran discípulos de algún profeta mayor al que seguían (2R 5:22). Pero no sólo le seguían, sino que, además, con frecuencia moraban con él (2R 6:1), lo cual constituye un modelo de la forma cómo Jesús llamó a sus apóstoles a seguirle, es decir, a estar todo el tiempo con Él y a morar con Él, dejando su familia y sus ocupaciones. (Lc 9:57,58).
A sus discípulos les encomendó Eliseo tareas específicas, como la de ungir a Jehú como rey de Israel (2R 9:1). Ahí vemos además que, aunque se dice que llamó a uno, en realidad éste no va solo sino se hace acompañar por otro (v.6). El primero, sin embargo, es el principal, pues es el que recibe el encargo. Jesús también envió a sus discípulos de dos en dos para que se apoyaran el uno al otro (Lc 10:1). Igualmente el Espíritu Santo envió a Pablo y a Bernabé juntos (Hch 13:2,3). Moisés no fue enviado solo sino en compañía de Aarón (Ex 4:14-16). Elías, Isaías y Jeremías, en cambio, sí fueron enviados solos, hasta donde estamos enterados, aunque Jeremías tuvo un secretario (Baruc), que escribía lo que él decía y cumplía sus encargos (Jr 36:4-68).
Origen Social.- Eliseo era de posición acomodada, hijo de terratenientes medianos, pues tenía obreros a sus órdenes. Se dice que trabajaba con doce yuntas de bueyes (1R 19:19,21), lo que supone campos de cierta extensión, ya que en un campo pequeño una fila de doce yuntas no puede maniobrar. Se dice también que necesitó matar dos bueyes para festejar a sus obreros (posiblemente a manera de despedida). Pero no era tan rico como para que él mismo no trabajara directamente la tierra, pues leemos que él llevaba la última de las doce yuntas.
Llamamiento.- Ocurrió cuando Elías estaba llegando al final de su ministerio. El texto dice que Elías pasó delante de Eliseo mientras éste araba (1R 19:19). No sabemos si ya lo conocía, o si fue el Espíritu quien lo llevó donde Eliseo sin conocerlo. Este silencio es característico del relato bíblico, que con frecuencia más es lo que calla que lo que revela. Dios nos revela sólo lo indispensable, sin satisfacer nuestra curiosidad por más detalles. En muchas instancias es una manera de poner nuestra fe a prueba.
Elías echa su manto sobre Eliseo. El manto que cubre la vestimenta del hombre simboliza en unos casos la autoridad de la persona (la autoridad real en el caso del manto de púrpura, Jn 19:2,5), o su carácter o estado de ánimo (Is 59:17; 61:3), o la protección de Dios (Ez 16:8), o la unción de su ministerio, como en este caso.
En Lc 9:61,62 Jesús reprende al discípulo que, siendo llamado, quiere primero ir a despedirse de los suyos antes de seguirlo. Pero la reprimenda de Jesús no tiene la intención de desechar al discípulo, sino, más bien, la de aprovechar la ocasión para hacer una advertencia general: Cuando Dios te llama debes dejarlo inmediatamente todo para seguirlo En el caso de Eliseo, Elías se muestra aparentemente tolerante de que quiera despedirse de sus padres, pero no sabemos si lo esperó ahí mismo, o si se siguió de largo y Eliseo le dio luego alcance (1R 19:20).
Servicio.- Uno de los pasajes más instructivos de toda la historia de Eliseo son –aunque parezca contradictorio- los cuatro capítulos (1R20 a 2R1) en donde no se le menciona para nada. No sabemos qué lapso de tiempo abarca ese silencio, pero debe haber durado por lo menos dos años, si no el doble o más. Lo único que sabemos es que Eliseo servía a Elías durante ese tiempo. El hecho de que no se le mencione parece indicar que no intentó destacarse en lo menor; vivía a la sombra de su maestro. Es lo que un conocido maestro llamaba “la gloria de ser el segundo”.
El discipulado comienza por el servicio. Sólo cuando se es fiel en lo humilde y sencillo –esto es, en lo poco- se puede acceder a responsabilidades mayores. Para llegar a ser el primero es necesario haber sido un buen y fiel segundo -o tercero, o cuarto, etc., esto es, un buen subordinado. Eso es lo que también la historia de Josué (siervo de Moisés) nos enseña.
El comportamiento de Eliseo contrasta notablemente con el de su criado Giezi: Cuando la sunamita viene a decirle que su hijo ha muerto, Eliseo encarga a Giezi que vaya a devolverlo a la vida usando su báculo. Pero la viuda no acepta; exige y obtiene que el propio Eliseo sea quien vaya (2R 4:27-30). Ya no es pues necesaria la intervención de Giezi. Sin embargo, éste quiere usar el poder de Eliseo por su cuenta, sin que le haya sido confirmado el encargo. Él desea destacarse, hacerse admirar obrando un milagro. Naturalmente su obrar en la carne no obtiene ningún resultado: el niño no vuelve a la vida (2R 4:29-31). Más tarde (5:20-27) vemos que, además de vanidoso, es un codicioso que trata de obtener para sí los regalos que su maestro rechaza. ¡Cuántos cristianos hay por desgracia que actúan de manera similar! Buscan poderes o una unción que no les corresponden, o tratan de enriquecerse a costa del Evangelio. Cabría preguntarse ¿porqué eligió Eliseo tener como siervo a una persona tan poco adecuada, tan poco fiel y recta? Quizá no lo eligió él sino Dios para que sirviera de ejemplo del mal siervo. O quería simplemente enseñar a Eliseo a tener paciencia. (¿Cuántas personas pone Dios a nuestro lado con ese fin?)
Ungimiento de Eliseo.- (2R 2:1-15) El texto sugiere que hubiera habido un anuncio o
profecía acerca del alzamiento de Elías, pues no sólo Eliseo sino también los hijos de los profetas estaban prevenidos de que él partiría.
Elías pone a Eliseo dos veces a prueba: “Quédate aquí porque el Señor me manda a tal parte”. Quedarse en el mismo lugar es la comodidad, conformarse con lo que ya se tiene, no desear una mayor llenura del Espíritu Santo, una mayor intimidad con Dios. Es la tentación a la mediocridad a la que todos estamos expuestos, y alguna vez lo hemos sido de hecho. Pero Eliseo no cede a esa tentación. Él desea lo máximo, la cumbre, no sólo heredar la unción de su maestro, sino aún más: una doble porción de su espíritu.
Eliseo ha superado la prueba dos veces………Pero ahora es sometido a una prueba mayor, a un seguimiento más estrecho: ya no sólo no deberá apartarse de Elías sino que no deberá quitarle los ojos de encima. La menor distracción puede ocasionar que se pierda el momento del levantamiento. La dificultad de la prueba corresponde al valor de la recompensa buscada: “Cosa difícil has pedido”. (v. 9,10).
La perseverancia de Eliseo es premiada con el espectáculo del arrebatamiento. Debe haber sido una vista impresionante porque, fuera de sí, lo hizo exclamar: “¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!”, lo que sugiere la presencia de ángeles cuando un carro de fuego (e.d. en llamas) viene a llevárselo (v. 11,12). Pero si el espectáculo lo había maravillado, grande fue también la pena que lo embargó al perder a su maestro pues desgarró sus vestidos en señal de duelo.
Eliseo era un hombre de fe osada. Él ha pedido una doble porción del espíritu de Elías. Tiene su manto. Él no duda en pedir que ocurra lo mismo que acaba de realizar su maestro al atravesar en seco el Jordán (2R 2:8). En una especie de desafío pone a Dios a prueba, lo tienta: ¿Dónde está el Dios de Elías? ¿Tengo yo o no el espíritu de Elías conmigo? ¿Puede Dios hacer a través mío lo mismo que hizo con Elías? Lo que él pide, en realidad, es una confirmación de que su petición le ha sido acordada, esto es, de que ha recibido una doble porción del espíritu que reposaba sobre su maestro, simbolizado por el manto que Elías le arroja al momento de ser levantado. Recibe la confirmación pues enseguida ocurre el mismo prodigio: las aguas del río se dividen cuando Eliseo las golpea con el manto de Elías. (v. 13,14).
Los hijos de los profetas lo entienden también así, pues vienen a él y se postran delante de él (v.15). Pero ellos tienen una fe débil. Aunque sabían que Dios iba a arrebatar a Elías dudan que haya ocurrido realmente. Es algo demasiado extraordinario para ser cierto. Quizá lo ha depositado en algún sitio y es posible encontrarlo. Creen hasta cierto punto pero no del todo. Por eso se van a buscarlo, pero no lo encuentran naturalmente (v.16). Eliseo, por su parte, no duda en absoluto, sabe qué es lo que ha ocurrido, pero cede finalmente a lo que ellos piden para que se convenzan. Aquellos que tienen una fe débil necesitan una confirmación. (v. 17,18).
Rasgos de carácter.- Ya hemos visto la perseverancia de Eliseo, su fe, su humildad, su amor filial. El episodio de la curación de Naamán (2R 5:1-16) nos muestra además su desinterés, pues se niega a aceptar los regalos que el sirio le ofrece. En él se cumplen las palabras de Jesús: “De gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mt 10:8).
Este episodio, dicho sea de paso, contiene una frase intrigante (v.1): Por medio de Naamán Dios había dado salvación a Siria. ¿Cómo puede Dios otorgar salvación en la guerra a un pueblo pagano, que es incluso enemigo del pueblo escogido? No se trata por supuesto de la salvación del pecado que Dios otorgó a todos, judíos o gentiles, por medio de Jesucristo, sino de una salvación puramente material, es decir de victoria sobre sus enemigos, posiblemente contra el mismo Israel. (Nota 1)
Como Elías, Eliseo vivía en la presencia de Dios (2R 3:14; 5:16) aun en medio de las labores diarias y en compañía de otros. El secreto de su poder era su intimidad con Dios. (Nota 2).
Eliseo tenía un corazón sensible: Llora cuando contempla en el espíritu lo que el malvado Hazael, cuando llegue a ser rey de Siria, va a hacer a los israelitas (2R 8:11-17). (Nota 3).
Era asimismo compasivo. Muchos de los milagros que hizo fueron en beneficio de alguien que se hallaba en necesidad, pero pocos muestran mejor esta cualidad que el episodio del aceite de la viuda (2R 4:1-7), o la liberación de los soldados sirios que habían sido enviados para capturarlo (2R 6:18-23). En este episodio no es seguro que la ceguera que afecta a los soldados fuera una ceguera física total. Más bien parece que se hubieran quedado como pasmados sin poder reconocer el terreno que pisaban. Notemos que la compasión de Eliseo y la generosidad que inspiró al rey de Israel fue, en el corto plazo, al menos, más beneficiosa para su nación que si hubiera matado a todos los soldados enemigos que tenía en la mano, porque “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”.
Eliseo no tenía miedo de nadie. Cuando el rey de Israel viene a él con la intención de matarle (2R 6:31-7:2) le habla sin atemorizarse y le predice lo que va a ocurrir al día siguiente. ¡Cuál debe haber sido la autoridad con que habló que el rey desistió de su propósito! Uno de los cortesanos del rey, sin embargo, no le cree y se burla de su anuncio. Eliseo sin inmutarse, le anuncia su próxima muerte -como en efecto ocurrió- a sabiendas de que los poderosos suelen vengarse de los profetas que les anuncian lo que no quieren oír (2R 7:20).
Anteriormente (2R 3:13,14) hemos visto cómo Eliseo no tiene reparos en mostrarle al rey Joram de Israel su menosprecio por los pecados de su casa. El versículo siguiente nos muestra la influencia que la música tiene sobre la inspiración de los profetas.
Pero Eliseo no sólo tenía cualidades, tenía también defectos. El episodio de los adolescentes (2R 2:23,24), a quienes maldice y que son despedazados por dos osos, lo muestra irascible y vengativo. Era también orgulloso: Se jacta ante la sunamita de la influencia que tiene en la corte. La respuesta de la sunamita es casi un reproche velado. Es como si le dijera: Yo no tengo asuntos pendientes en la corte que requieran de tu influencia. (2R 4:13).
Milagros.- Después de Moisés Eliseo es el personaje del Antiguo Testamento que más milagros realiza. Algunos de ellos prefiguran los milagros de Jesús.
Por ejemplo, así como Jesús sanó a los diez leprosos sin tocarlos y les ordenó que hicieran lo que la ley establecía: presentarse al sacerdote para que constate la curación y ofrezca un sacrificio (Lc 17:11-14; Lv 14:1-32), Eliseo sana a Naamán sin ni siquiera verlo, ordenándole que se bañe en el Jordán (2R 5:10-14). Como Jesús al hijo del centurión (Mt 8:5-13), Eliseo sana no sólo a Naamán de la lepra con su sola palabra, sino también de la misma forma, a la sunamita de la esterilidad (2R 4:14-17).
Como Jesús a la viuda de Naim (Lc 7:11-15), Eliseo devuelve a la sunamita su hijo vivo (2R 4:32-37), imitando el procedimiento que Elías había usado para resucitar al hijo de la viuda de Sarepta (1R 17:17-24).
Así como Jesús alimentó a una multitud multiplicando los panes y el pescado que había a la mano (Jn 6:5-13), Eliseo alimentó a cien hombres con los panes de primicia, y aun sobró (2R 4:42-44).
Así como Jesús vio a Natanael cuando estaba debajo de la higuera y sabía lo que había en el corazón del hombre (Jn 1:45-48), Eliseo sabía lo que el rey de Israel hablaba en su cámara secreta (2R 6:12).
NB: Este estudio fue escrito en Junio de 1990. Ha sido revisado y ligeramente ampliado para su impresión.
Nota 1: Muchos creyentes bíblicos se escandalizarían ante la sugerencia de que Dios pudiera otorgar salvación en nuestros tiempos a los árabes en su conflicto con los judíos. Sin embargo, los árabes de hoy no son más enemigos de Israel, ni más paganos, de lo que fueron los sirios en su día. Se suele olvidar que Dios no escogió al pueblo de Israel por sí mismo, sino para traer salvación por medio de él a todos los pueblos del mundo. Si antes castigó a Israel dando victoria a sus enemigos -y una victoria en ocasiones concluyente, definitiva– bien puede hacer lo mismo en los tiempos modernos si lo considera oportuno.
Nota 2: Tanto Elías como Eliseo dicen con frecuencia: “Vive Jehová de los ejércitos en cuya presencia estoy” como el siervo está de pie delante de Su Señor esperando sus órdenes.
Nota 3: Este episodio es sumamente intrigante pues es como si el ambicioso e inescrupuloso Hazael hubiera tomado la palabra que le dice Eliseo como señal que lo autoriza para poner en obra sus malignos planes. Naturalmente ésa no era la intención de Eliseo, pero ése fue, no obstante, el resultado.


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jueves, 10 de noviembre de 2016

LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA II
Un Comentario en dos partes de Proverbios 9
10. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (cf 1:7; Sal 111:10)
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.” 12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
10a. El hecho de que se repita aquí esta importante frase, que figura también en otros lugares subrayando su importancia, recalca la trascendencia de su mensaje. El temor de Dios es no sólo “el principio de la sabiduría”, es también su culminación. Isaías había profetizado que ésta sería una de las cualidades que adornarían la humanidad del Mesías (Is 11:2,3). ¿Temía Jesús a Dios siendo Él mismo Dios? Pienso que como hombre, sí. Hagámonos nosotros conforme a su imagen en este aspecto si queremos ser en todo semejantes a  Él (Rm 8:29). 
          El hijo de Dios –dice Ch. Bridges- tiene un solo temor: ofender a su Padre Dios; y sólo un deseo: agradarle. ¿Es este tu caso y el mío? El temor de Dios es no sólo el comienzo de la sabiduría, es también, como he dicho, su culminación en la unión perfecta con nuestro Creador a la que lleva.
Notemos que no puede haber arrepentimiento, ni fe ni amor sin el temor de Dios. El temor de Dios es lo primero que nos infunde la gracia cuando toca nuestro corazón.
10b.  El conocimiento del Santísimo (en hebreo, plural mayestático) es, antes que nada, el conocimiento de su voluntad. Así lo entendían los hebreos cuya mente era más práctica que especulativa.  Porque ¿de qué sirve al hombre saber mucho acerca de Dios si no sabe qué es lo que Dios quiere que haga?
          Job puntualiza: “Apartarse del mal es la inteligencia.” (28:28) De nada sirve el temor de Dios si no hace que nos apartemos de toda ocasión de pecar, porque el que coquetea con el peligro, caerá en él. Ningún hombre es sabio si no teme al Señor. Hay muchos hombres inteligentes, sabios según el mundo, de un cociente intelectual muy alto, que no sólo no temen a Dios, sino que niegan su misma existencia. Algún día, pero ya tarde, descubrirán cuán necia era su pretendida inteligencia, porque la sabiduría que no tiene en cuenta el final inevitable de nuestra existencia es ciega necedad. Aún el palurdo más ignorante y analfabeto que teme a Dios es más sabio que el científico laureado que no tiene temor del Altísimo.
          Tertuliano, a fines del siglo segundo escribió: “Los herejes dicen que Dios no debe ser temido, de modo que para ellos todo es libre y sin restricciones. Pero ¿dónde no se teme a Dios sino donde Él no está presente? Donde Dios no está presente, tampoco hay verdad; y donde no hay verdad, una disciplina como la que ellos propugnan es natural. Pero donde Dios está presente hay temor de Dios, hay una seriedad decente, un cuidado vigilante, una solicitud ansiosa, una elección bien hecha…”
11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.”
Es un hecho que la sabiduría guarda al hombre de cometer imprudencias que pueden acortar su vida y le ayuda a vivir de una manera sana que fortalezca su salud y, en consecuencia, alargue su vida. Por eso puede decirse que ella es “árbol de vida” para sus seguidores (11:30).
          Gozar de una larga vida es una de las recompensas que se promete al que sigue las pautas de la sabiduría expresada en los consejos de padre y madre (3:2,16; 4:10; 10:27), mientras que se afirma que “los años de los impíos serán acortados.” (Pr 10:27b) Ellos mismos cometen los actos que llevan a una muerte temprana, y con frecuencia trágica. En cambio, ¡cuán bienaventurado es el justo a cuya larga vida sucede una felicidad eterna!
          Podría deducirse de lo que aquí se dice que los días del hombre no están fijados, pues el hombre puede alargarlos por su conducta sensata, o acortarlos por su conducta necia. Sabemos también que Dios puede añadir años a la vida del hombre, si éste se lo pide, como hizo el rey Ezequías cuando se le anunció que iba a morir. (2 Re 20:5,6). Pero eso no quiere decir que no estén decretados de antemano en la mente de Dios, porque Dios sabe y ha previsto desde la eternidad todo lo que el hombre hará que pueda alargar o acortar su vida.
12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
Este versículo expresa una verdad fundamental: que es nuestro interés adquirir la sabiduría y huir de la necedad, porque nosotros somos los primeros que seremos beneficiados, o perjudicados, por nuestra conducta (cf 29:1). Cada uno carga con las consecuencias de su sabiduría o necedad (16:26; 3:13-18). Como dice Pablo: “Cada uno llevará su propia carga…lo que el hombre siembre, eso también segará; corrupción, si siembra para su carne; vida eterna, si siembra para el Espíritu.” (Gal 6:5,7,8). Siglos antes Ezequiel había afirmado: “El alma que pecare esa morirá.” (18:20). No hay manera de escapar de las consecuencias de nuestros pecados (Nm 32:23; Pr 11:21a), porque Dios lo ve todo (Pr 15:3; Jr 23:24).
          Nuestra sabiduría nos ayudará a tomar decisiones adecuadas que nos permitan enfrentar los obstáculos de manera favorable a nuestros intereses y a evitar las dificultades, mientras que el incauto tomará por capricho, o tozudez, decisiones que le generen inconvenientes (Pr 13:15b; 14:14).
          Dios no puede ser beneficiado ni perjudicado con nuestra conducta -Él está demasiado por encima nuestro- aunque sí puede ser alegrado por nuestra fidelidad, o entristecido (en cierta manera) por nuestra necedad, y por el daño que nos hacemos a nosotros mismos. Como bien dice Elifaz: “¿Traerá el hombre provecho a Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.” (Jb 22:2; cf 35:6,7).
          Pero el hecho de que tú cargues con las consecuencias de tu sabiduría y de tu necedad no excluye que, en segundo término, otros las soporten también junto contigo; sobre todo tus familiares y los que dependen de ti.  El que es sabio beneficiará necesariamente a muchos con su sabiduría, porque el campo de su influencia afecta a su entorno inmediato, y aun más allá. En cambio, si la guarda sólo para sí, se mostrará egoísta, que es lo contrario a la verdadera sabiduría que, por naturaleza, es necesariamente generosa.
          A este respecto el Sirácida anota: “Hay sabios que lo son para sí, y cargan con el fruto de su saber; hay sabios que lo son para su pueblo, y los frutos de su saber son duraderos.” (37:22,23) No obstante, ocurre con frecuencia que la maldad del impío causa mucho daño a otras personas, porque está en la naturaleza del mal ser perjudicial. El impío causa daño a otros a veces gratuitamente, por pura maldad. Pero con más frecuencia lo hace para obtener algún beneficio personal. ¡No sabe cuánto pagará por ello!
          La primera parte de este vers. me recuerda al dicho del sabio judío Hillel: “Si yo no estoy a favor de mí ¿quién lo estará?”. En otras palabras, piensa en ti primero. Pero lo que el proverbio que comentamos quiere decir no es tan burdamente egoísta, sino que simplemente afirma que el primer beneficiario de la propia sabiduría es uno mismo. La sabiduría ajena no te es útil a menos que te den un buen consejo que pongas en práctica; así como, de manera semejante, tu sabiduría puede serle útil al que te lo pida y no lo eche en saco roto. De otro lado, si te burlas de la sabiduría y del buen consejo ajeno, tú llevarás las consecuencias.
En el libro de Proverbios nos encontramos con frecuencia con la oposición entre el sabio y el escarnecedor, entre el justo y el impío, algo a lo que ya apunta el salmo 1.
La Septuaginta, añade el siguiente versículo, que la versión aramea (Peshita) reproduce con variantes como vers. 13: “El que se apoya en falsedades trata de gobernar el viento y persigue al ave silvestre, porque ha abandonado el camino de su propia viña, y se ha desviado de los senderos de su labor para viajar por un desierto donde no hay agua; viaja sediento por la orilla de un transitado camino y nada recoge.”
El hombre que prefiere la mentira a la verdad es como si quisiera atrapar el viento con sus manos, o pescar las aves en su vuelo. Como ha abandonado la viña que le producía frutos sabrosos, pronto se encuentra en un páramo donde no hallará ni una gota de agua que moje sus labios resecos, ni una fruta que sacie su hambre. Los caminos del vicio son en verdad a la larga muy crueles, porque una vez satisfecho, el deseo ardiente deja como secuela un gran desengaño y desprecio de sí mismo. La lujuria cuando es despertada produce una sed de más placer que con nada puede ser satisfecha. 
13. “La mujer insensata es alborotadora; es simple e ignorante.” 14. “Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad,” 15. “para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos.”
La mujer insensata es atraída por el hombre, y el hombre es atraído por ella, como las moscas a la miel. Así como la sabiduría invita a los transeúntes a que vengan a su casa (9:1-6), la insensata también lo hace. Pero el resultado de aceptar sus invitaciones es opuesto: una hace más sabios a sus huéspedes, la otra hace más necios a sus invitados. (Nota 1).
Notemos, de paso, que insensato, o necio, no es lo mismo. En español lo primero señala a una persona que no piensa, que actúa por impulsos, que hace lo que en el momento le viene a la mente, y no reflexiona, mientras que necio es el que no conoce, o no admite, sus limitaciones, y cree que tiene siempre la razón, aunque es un ignorante. Por ese motivo, porque no piensa, la mujer insensata es alborotadora, está siempre intrigando, siguiendo sus instintos, que son muy fuertes.
Ella es sensual y astuta, pero también ociosa. Se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente. No es como la mujer sabia que envía a sus criadas que hablen por ella. No, la insensata se sienta en una actitud provocadora, arriba donde la gente va de paseo. Ella llama sobre todo a los que van por su camino derecho. A ella no le interesan los sinvergüenzas como ella. Ella tiene un instinto especial para detectar a los rectos incautos; a los que obran juiciosamente pero son poco advertidos, o son más bien ingenuos. A esos se complace en seducir, en hacerles descubrir las delicias del pecado, como hace la Jezabel de Ap 2:20. Notemos, sin embargo, como dice Ch. Bridges, que los deseos de la carne están en abierta oposición con la sabiduría divina, la paralizan y oscurecen el entendimiento (Os 4:11).
Lo que primero que se dice de ella es que es alborotadora (Pr 7:11). Le gusta hacer líos; anda inquietando, azuzando las rivalidades, y se goza en las peleas que suscita, que después denuncia haciéndose la inocente.
Es simple, pero no tonta sino astuta. Es ignorante, pero no acomplejada. En ella se cumple el dicho: la ignorancia es atrevida. Con gran desparpajo se sienta a la puerta de su casa para ver pasar a la gente que se dirige a los lugares altos a quemar incienso a los ídolos, o los que van ocupados en sus asuntos sin mal pensamiento en su cabeza.
16. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo:” 17. “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso.”
Al primero que divisa que tiene cara de ser presa fácil, le guiña el ojo y le dice: “Ven acá”, con mirada atrevida y voz sugestiva. Su invitación no es tímida sino directa, aunque usa un lenguaje figurado. “Las aguas hurtadas son dulces”, es decir, el placer ilícito es el mejor de todos, esconde delicias que el amor honesto desconoce. Ven, prueba de esta miel que nunca has gustado y que te será deliciosa. Ven, escóndete para que nadie te vea, ni sepa lo que hacemos, (aunque, en verdad, todos la conocen y saben lo que ocurre entre las paredes de su casa). Pero, sobre todo, lo conoce Dios, para quien nada de lo que ocurre en la tierra está oculto, y cuya mirada penetra en lo más secreto.
“Las aguas hurtadas son dulces” al comienzo, pero después dejan un sabor amargo, hecho de remordimientos, angustia y temor. Por eso te aconsejo, amigo lector: No bebas el agua de la cisterna ajena (5:15), porque aunque parezca deliciosa al comienzo, al final resulta venenosa. (2)  
¿A cuántos habrá engañado el atractivo de la aventura prohibida y llevado prematuramente a la tumba? Centenares de jóvenes sucumben a este hechizo si no físicamente, sí espiritualmente (Pr 20:17). Como dice el Sirácida: “El lujurioso que encuentra dulce cualquier pan no parará hasta que el fuego lo consuma.” (Sir 23:17).
18. Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.” (cf Pr 2:19; 7:27).
El ingenuo que cae en sus lazos no sabe qué hay detrás del umbral que lo hará irremediablemente prisionero del encanto de una mujer desvergonzada. Comprenderá que lo que ella le ofrecía no era mentira, pero que su pie ha quedado atrapado en una trampa que no lo suelta. Clamará y gritará para librarse, pero no podrá porque, en el fondo, no quiere escapar. Odia su prisión y, a la vez, suspira por ella. Al final sacrificará su libertad por la lujuria. Pero, entre tanto, ella va en busca de otra víctima, y desprecia al primero que cayó en sus redes.
“Ven acá” ¡Qué invitación tan desvergonzada! Eso le puede decir el padre al hijo, el hermano al hermano, el amigo al amigo, el patrón al siervo. Pero ella se lo dice a un desconocido como si estuviera familiarizada con él y fueran viejos amigos.
El simple inocente puede reaccionar de dos maneras: rechazar molesto la invitación, y seguir de largo o, despertada su curiosidad, detenerse un momento y acercarse. Entonces ella le susurra insinuante, y con cierta impudicia en la mirada, la fórmula que nunca falla: “las aguas hurtadas son dulces.” El amor a escondidas, ilegal, es placentero. Déjate atraer por él; concédete este placer, y no lo olvidarás en tu vida.
Ella vive de los que caen en sus lazos, de los que ya nunca escaparán porque los ha capturado sin remedio con su hechizo. Entonces ellos, atrapados entre sus faldas, se sentirán cada día más viles, avergonzados y despreciables, y empezarán a decaer desmoralizados. La decadencia se apodera de sus vidas y pierden su dinero y su trabajo. Pero cuando ya no tienen qué darle a la mujer, ella los desprecia y va en busca de otros incautos.
Nota 1. Algunos ven en esta mujer, dice J. Gill,  a la locura misma como opuesta a la sabiduría; otros a la razón ciega a las realidades espirituales; otros a la herejía y a las supersticiones; otros a la serpiente antigua, al diablo, que asume formas diversas para engañar al hombre. Ella parece ser la misma que la mujer extraña, o ramera, descrita en Pr 2:16-19; 5:3-6; 7:5ss. Otros la identifican, agrega el mismo autor, con el anticristo, que es descrito en Apocalipsis como “la gran ramera” (17:3-6)
2. En la antigüedad los pozos, las cisternas y las fuentes de agua eran una posesión valiosa, y eran muy codiciadas en los lugares desiertos. Sus dueños solían sellarlas para impedir que extraños bebieran de ellas, y a veces surgían disputas por su posesión (Gn 21:22-32).
Estimado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir la presencia de Dios y a gozar de su compañía para siempre, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón por ellos haciendo la siguiente oración:
Señor Jesús, yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lávame con tu sangre. Entra en mi corazón y sé el Señor de mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#923 (24.04.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).