jueves, 29 de septiembre de 2016

BENDICE ALMA MÍA A JEHOVÁ III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
BENDICE, ALMA MÍA, A JEHOVÁ III
Un Comentario del Salmo 103:15-22
Después de cantar las maravillas que ha hecho y hace Dios por el hombre, el salmista contrasta la fugacidad de la vida humana con la permanencia eterna de la misericordia divina.

15,16. “El hombre (Nota 1), como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella y pereció, y su lugar no lo conocerá más.”
El salmista hace un paralelo entre la vida del hombre y la hierba del campo, que por unos días se yergue lozana y bella, pero muy pronto se marchita, secada por el calor del viento solano, lista para ser segada. O como la flor que exhala su perfume en la mañana, pero cuyos pétalos caen al suelo en la noche. Isaías 40:7 proclamó una cosa semejante, y también lo hicieron algunos salmos, como el salmo 90:5,6. 
Un día vemos al hombre en la cima de su vigor, trabajando laboriosamente y haciendo muchas cosas, y otro día lo vemos decaído, pálido y sin fuerzas, agobiado por la enfermedad, e inclinado hacia el sepulcro. Pronto circulan las esquelas de duelo y los que lo conocieron llenan su boca de elogios al difunto por lo mucho que hizo en vida. Pero al cabo de pocos años nadie se acuerda de él. Su recuerdo se ha borrado de la memoria colectiva, y su nombre es desconocido por la nueva generación. En el lugar donde vivía casi nadie lo recuerda. Otros hombres crecen, florecen y también pasan.
La vida del hombre es un sueño fugaz. De ser una criatura de pecho, pasa a la infancia; de la infancia a la pubertad; de la pubertad, a la adultez; de la adultez a la ancianidad; de la ancianidad a la tumba. Su nombre sólo perdura en una lápida en el campo santo, o en el letrero de una calle (Jb 7:7-10). No obstante, la huella de su carácter y su influencia, buena o mala, perdura en sus hijos y en su descendencia, aunque no lo recuerden conscientemente.

17,18. “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad, sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.”
Frente a la transitoriedad de lo humano la misericordia de Dios nunca se extingue.
Pasan las generaciones y los siglos, pero permanece siendo la misma. La vida del hombre en la tierra es, por el contrario, como hemos visto, un instante fugaz dentro de la eternidad de Dios.
Él se inclina siempre compasivo y tierno sobre los que le temen, sobre los que le son fieles y se esfuerzan en guardar todas sus ordenanzas, porque le aman. Su amor por el hombre es inagotable y nunca se cansa de perdonarnos y de otorgarnos sus beneficios (Ex 20:6). María dirá algo semejante en el cántico que entonó cuando visitó a su pariente Isabel: “Su misericordia es de generación en generación a los que le temen.” (Lc 1:50).

19. “Jehová estableció en  los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.”
Este versículo afirma una vez más la soberanía de Dios sobre la creación entera, como lo hacen también en variados términos los salmos 93 y 95 al 99. El salmista emplea para ello imágenes tomadas de la realeza humana.
El trono es a la vez símbolo de gobierno, de supremacía y de majestad. Dios puso su trono en los cielos que, en la concepción cósmica de ese tiempo era el lugar más alto del universo, desde el cual se divisa no sólo la tierra entera y los mares, sino también el sol, las estrellas y los demás cuerpos celestes. Él ejerce un señorío absoluto sobre todos los seres que pueblan nuestro planeta y los mundos celestes, con su inmensa variedad de astros (Sal 22:28).
Los tres versículos siguientes constituyen la estrofa final del salmo, dedicada a alabar y bendecir al Señor.

20. “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra.”
Así como al inicio el salmista se exhortó a sí mismo a bendecir a Dios, ahora exhorta a sus ángeles a hacerlo. Ellos son suyos, fueron creados por Él y puestos a su servicio, dotados de gran poder, muy superior a los poderes y capacidades humanas. Ellos tienen por misión obedecer a las órdenes que les da Dios y ejecutar sus encargos en el gobierno de la creación, y también, cuando es necesario, intervenir en las vidas de los seres humanos.
Algunas de esas intervenciones están consignadas en la Biblia, y tuvieron gran importancia en el desarrollo de los acontecimientos de la historia. Pero ignoramos de qué manera ellos siguen interviniendo ahora, aunque se tienen consignados algunos casos singulares en los que ellos han intervenido concretamente y en forma milagrosa.
En la Biblia no hay información acerca de la creación de los ángeles ni de su naturaleza. Toda la información concreta que poseemos acerca de ellos proviene de la literatura apócrifa y pseudoepigráfica.

21. “Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos que hacéis su voluntad.”
Luego exhorta con el mismo fin a las miríadas de seres espirituales que forman las milicias divinas y que pueblan el universo. Sabemos que existen categorías entre ellos que menciona Pablo (principados, potestades, etc. Ef 6:12), pero también ignoramos cuáles sean sus funciones específicas, y de qué manera los emplea Dios, aunque aquí se dice de ellos que son sus ministros, esto es, sus administradores. En el salmo 91:11,12 se menciona cuáles son algunas de esas funciones a favor del hombre: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos (de donde proviene la noción de los ángeles de la guarda). En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra.” (2)

22. “Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.”
Por último exhorta a las obras de Dios a bendecirlo. Éstas incluyen el reino animal y vegetal en el aire, mar y tierra y, posiblemente también, incluye a los valles, los ríos y las montañas, en suma, todos los accidentes geográficos.
Vemos que aquí hay una progresión en la alabanza. Primero los ángeles, luego los ejércitos celestiales, y, luego las obras de su creación entera. Todos deben unirse en coro para alabar a Dios.
El salmista concluye repitiendo la frase del inicio, con que empezó el salmo, y que será también, la frase con que se inicie el salmo siguiente.

Notas: 1. Es interesante que el hebreo use aquí la palabra enosh en lugar de adam, porque siendo su raíz el verbo anash, que significa, entre otras cosas, “ser débil”, esa palabra se emplea cuando se trata de señalar la debilidad o fragilidad del ser humano, como en el salmo 8:4, por ejemplo: “¿Qué es el hombre (enosh) para que de él te acuerdes?”
2. Este versículo fue usado por Satanás para tentar a Jesús (Mt 4:6).

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#915 (21.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 23 de septiembre de 2016

BENDICE ALMA MÍA A JEHOVÁ II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
BENDICE, ALMA MÍA, A JEHOVÁ II
Un Comentario del Salmo 103:8-14


8. “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia.” (Nota 1)
Después de recordar cómo Dios notificó sus caminos a Moisés, el salmista menciona cuatro de las cualidades más importantes del carácter de Dios, que presenta en pares sucesivos. Las dos primeras son su misericordia y su clemencia. Estas dos cualidades no son exactamente sinónimas, aunque tienen un fondo común. Esas son las cualidades que Dios mismo afirma tener, tal como se lo reveló a Moisés cuando renovó el pacto en el Sinaí (Ex 34:6; cf Nm 14:18; Dt 5:10; Nh 9:17), y lo confirman  los salmos 86:15 y 145:8, y los profetas Is 55:7; Jr 32:18; Nah 1:3.
La misericordia es la capacidad de inclinarse compasiva y amorosamente al necesitado, o hacia el que se encuentra en una situación inferior, o angustiosa, para ayudarlo. Clemencia es la cualidad que permite escuchar con interés los clamores de los que se encuentran oprimidos, o cuya vida está amenazada, y luego hacer lo posible para apartar el peligro.
Enseguida menciona las dos cualidades siguientes afirmando, primero, que frente a la desobediencia, o a la violación de sus normas, Dios no reacciona inmediatamente para sancionar con ira, sino que le da largas al pecador para que tenga oportunidad de arrepentirse y rectificar su conducta. Si tú has obrado mal no te castiga inmediatamente, sino que te da tiempo para que recapacites. Es una manera de decir que Dios es paciente y tolerante, porque ama a sus criaturas con un amor entrañable pese a todas sus fallas. Eso es lo que dicen, casi con idénticas palabras, los siguientes pasajes: Nm 14:18; Nh 9:17; Jl 2:13.
Nosotros deberíamos seguir con los nuestros el ejemplo de nuestro Padre, esto es, no montar rápidamente en cólera, sino ser pacientes con los que nos irritan u ofenden. (2)
Por último, dice “grande en misericordia”, lo cual, según Bellarmino, hace referencia a esa inefable misericordia por la cual Dios nos levantará a un nivel superior al de sus ángeles (1Cor 6:3), al de su propia semejanza, lo cual ocurrirá el día en que “seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.” (1Jn 3:2).

9. “No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo.” (cf Sal 30:5; Jr 3:5,12; Mq 7:18), porque si lo hiciera, como dice Is 57:16a, decaería el espíritu del hombre y se deprimiría. (3).
Por eso es que cuando justificadamente se enciende su ira contra la impiedad, su indignación se aplaca pronto, y está dispuesto a perdonar al infractor al menor signo de arrepentimiento, tal como, disgustado, se lo reprochó Jonás a Dios, cuando los ninivitas se convirtieron (Jon 4:2). En realidad, Él está deseoso de hacerlo porque ama al hombre con un amor infinito.
¿Podemos imaginar a Dios resentido por las infidelidades del hombre? Ciertamente adolorido, sí, pero Él no guarda rencor, y está siempre pronto a perdonar. De esa manera Él nos da ejemplo, porque tampoco desea que sus hijos sean rencorosos, sino que estén siempre dispuestos a perdonar las ofensas sufridas.
Para Él es tan desagradable reprendernos como para nosotros lo es ser reprendidos, y menos aún le gusta encenderse en cólera, porque la ira le impide ser compasivo. Si alguno siente que está siendo probado por Dios sin saber la causa, bien puede preguntarle: ¿Por qué contiendes conmigo? ¿En qué forma te he ofendido? Y Él no tardará en hacérselo saber.

10. “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.” (4)
Por eso no trató al pueblo infiel que le dio la espalda tantas veces corriendo detrás de ídolos -algo que le estaba estrictamente prohibido- tal como lo merecía, ni los castigó cuando la impiedad llegó a su colmo con la dureza y severidad que se habían ganado. Así lo declaró Esdras, el escriba, en oración ante el pueblo, al retorno del exilio (Es 9:13).
Si lo hubiera hecho el pueblo hebreo habría perecido pronto, tal como pereció la humanidad perversa en el diluvio (Gn caps. 7 y 8), y no habría quedado un remanente. A nosotros tampoco nos ha tratado con la severidad que merecíamos, ni lo ha hecho tampoco conmigo.
Cuando Saulo cayó a tierra como un perseguidor camino a Damasco, y se levantó para ser un predicador (Hch 9:3-9), él reconoció que él había recibido misericordia de acuerdo a la promesa que contiene este salmo, de que Dios no nos tratará de acuerdo a nuestras iniquidades, sino que engrandecerá su misericordia sobre los que no lo merecen (Cesario). Pero si Dios no nos ha tratado conforme a nuestras iniquidades, es porque Él cargó nuestros pecados sobre otro que era inocente, sobre su Hijo, que murió por nosotros en la cruz expiando nuestras faltas, para que nosotros vivamos para la justicia (1P 2:24; 2Cor 5:21).
Como Padre amoroso que es, Dios se deleita en mostrarnos su misericordia, y constantemente nos la otorga a través de Jesucristo, nuestro mediador, por medio de quien nos vienen todas las gracias temporales y espirituales que recibimos.

11. “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen.” (5)
Él ha tratado a los que le temen con amor reverente, con una misericordia que sólo un Dios de bondad infinita puede mostrar. La imagen que usa el salmista para describir la grandeza de su misericordia nos recuerda una frase de Is 55:9: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.” (cf Sal 36:5; 57:10) A los ojos de los hombres de su tiempo ésa era una expresión de dimensión infinita, porque ¿quién podría medir la distancia que separa al cielo de la tierra?
Pero es de notar que los que se beneficiaron de su bondad fueron los que le temían, esto es, los que se humillaron delante de Él acongojados, pidiéndole perdón. Y así ocurre también en nuestro tiempo, porque Él no ha cambiado. Sobre los endurecidos que perseveraron en el mal Dios derramó, a pesar suyo, su justa ira, porque tenía que hacer prevalecer su santidad y su justicia.
“El temor de Dios  es el principio de la sabiduría” dice el libro de Proverbios 9:10, el primer fruto de la vida divina en nuestra alma cuando nos regenera. Ese santo temor nos asegura la plena posesión de los beneficios de la misericordia divina pero, sobre todo, nos aleja del peligro de  pecar, y nos fortalece contra las tentaciones, porque pone delante de nuestros ojos espirituales las consecuencias que trae consigo ofender a Dios.

12. “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestra rebeliones.” (6)
Nuevamente el poeta utiliza una imagen tomada de la observación del cosmos: la distancia que separa el oriente del occidente, al este del oeste, una distancia inconmensurable, infinita. Así apartó el Señor de su memoria las infidelidades del pueblo elegido; y de igual forma aparta nuestros pecados de su recuerdo si nos arrepentimos sinceramente, pues dice que los arroja al mar del olvido (Mq 7:19). Esto equivale a decir que los borra enteramente, como si nunca los hubiéramos cometido (Hch 3:19). Is 43:25 dice que lo hace por amor de sí mismo, no tan sólo por amor de sus criaturas (cf Is 44:22).
Este salmo tiene su cumplimiento en la cruz. Las cuatro dimensiones del amor de Cristo, la anchura y la longitud, la profundidad y la altura de que habla Ef 3:18, están representadas por las cuatro dimensiones de la cruz, trazadas por sus dos palos, el horizontal y el vertical.

13. “Como el padre se compadece de sus hijos, se compadece Jehová de los que le temen.” (7)
He aquí una nueva expresión de la misericordia divina: Como un padre se compadece de sus pequeñuelos, de sus hijos traviesos, a los que mira con ternura cuando hacen travesuras que les hacen daño, y se caen, tropiezan y lloran. Sin embargo, lo que caracteriza a los pecadores de los que Dios se compadece es que ellos, pese a su fragilidad, le temen y se vuelven a Él cada vez que se apartan y caen. Dios no obra así con los que perseveran desafiantes en el mal.
En los profetas y en los salmos hay pasajes que muestran que los sentimientos de Dios respecto de sus hijos toman a veces una coloración maternal, como cuando, en Isaías, Dios responde a la queja de Sion de que Él ha olvidado a su pueblo: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.” (49:15; cf Sal 27:10). Estos sentimientos de Dios contrastan con la indiferencia, y hostilidad en algunos casos, que los dioses paganos, según la literatura greco-romana, solían mostrar respecto de sus adoradores.

14. “Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.” (8)
Dios conoce muy bien lo que somos (“soplo que va y no vuelve”, Sal 78:39), y de qué fuimos hechos: del vil polvo de la tierra que Él tomó en sus manos para darle forma, como hace el alfarero con la arcilla, y soplarle aliento de vida (Gn2:7). Sabe también que al polvo volveremos (Gn 3:19). Nada pues tenemos de qué jactarnos, salvo de que, por su gracia, fuimos hechos a su imagen y semejanza (Gn 1:26). Ésa es nuestra mayor gloria, pero es inmerecida.
Conoce además nuestras fortalezas y debilidades, nuestro temperamento y nuestro defecto principal. Pero no sólo conoce nuestros defectos, sino también los de las personas con quienes tratamos, y a veces lidiamos. Y de todos tiene compasión, porque todos somos hechura suya (Sal 139:13). Si parece que nuestras tentaciones nos asaltan más allá de lo que nuestra debilidad puede resistir (1Cor 10:13), nunca van más allá de su capacidad para perdonar, como dice Malaquías: “Y los perdonaré como el hombre perdona al hijo que le sirve.” (3:17b).
F.J. Dake anota apropiadamente que Dios recuerda lo que el hombre olvida (nuestra condición y debilidades), mientras que el hombre recuerda lo que Dios olvida (nuestros pecados).

Notas: 1. La palabra hebrea rahum significa compasivo, misericordioso; hannun puede también traducirse, como lo hacen algunas versiones, “lleno de gracia”. Los adjetivos rahum y hannun aparecen juntos en una frase que figura con frecuencia en el Antiguo Testamento: Hannun we rahum = lleno de gracia y compasivo. La palabra ap quiere decir nariz, y también ira, señalando la relación que existe entre la ventana de la nariz y la ira. Cuando uno se enfurece, resopla por la nariz. El que tiene una nariz larga no se enfurece rápidamente; el que tiene una nariz corta es impaciente. La palabra hesed denota una de las cualidades centrales del carácter divino, pues determina muchas de las principales intervenciones de Dios en la historia, comenzando por el pacto celebrado con el pueblo escogido. Combina las cualidades de bondad, amor y misericordia, tal como fueron ejemplificadas por David, por ejemplo, en su trato con Mefiboset, el hijo tullido de su amigo Jonatán.
2. Spurgeon bellamente comenta: “Los que escuchan el evangelio participan de su misericordia acogedora; los santos viven por su misericordia salvadora; son preservados por su misericordia sustentadora; son alegrados por su misericordia consoladora; y entrarán al cielo por su infinita y perdurable misericordia.”
3. La expresión “para siempre” figura dos veces en este versículo, pero es la traducción de dos palabras hebreas diferentes. La primera es nesah, que significa “siempre”, “perpetuamente”; la segunda es “olam”,  palabra que significa “largo tiempo”, y que tiene en el judaísmo rabínico un significado teológico muy amplio, incluyendo a la edad futura (Olam ha-ba). Es de notar que la palabra “enojo” que aparece en este versículo, no está en el original, que, mediante la figura de elusión, la da por sobreentendida.
4. La palabra het significa “pecado”, “ofensa”, “falta”. Awon, también es, “pecado”, “transgresión”, “impiedad”, y sus consecuencias de “culpa” y “castigo”. Es una de las cuatro palabras principales que designan al pecado en el idioma hebreo, con el matiz agravante de perversión deliberada. Más correcto sería, como traducen la mayoría de las versiones de este versículo, que en primer lugar estuviera la palabra “pecados”, y en segundo, “iniquidades”.
5. La palabra plural samanayim designa al cielo, al firmamento, incluso al aire y a las estrellas. Eretz es una de las palabras que con más frecuencia aparece en el Antiguo Testamento. Su significado básico es “tierra”, pudiendo aludir al planeta, o a una extensión de terreno.
6. Mizrah = este; maharah = oeste. Pesa = Transgresión, rebelión, sobre todo contra Dios y sus leyes.
7. Raham, tener compasión, simpatía profunda, acompañada de pena por el que sufre. Yaré es un adjetivo que deriva de un verbo que significa “temer”, “respetar”, y que alude frecuentemente al temor de Dios.
8. Yada, conocer, enterarse, percibir, discernir, experimentar. Zakar, recordar, mencionar, hacer conocer. Apar, polvo, tierra seca, esto es, el material del cual Dios formó al hombre.



Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#914 (14.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.


lunes, 12 de septiembre de 2016

BENDICE ALMA MÍA A JEHOVÁ I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
BENDICE, ALMA MÍA, A JEHOVÁ I
Un Comentario del Salmo 103:1-7

Este salmo forma, junto con el que le sigue, el 104, una pareja de poemas de belleza literaria y conceptual extraordinaria. Aunque los temas que abordan son diferentes –el salmo 104 está dedicado a cantar las maravillas de la creación- los une una característica común: ambos empiezan y terminan con la frase “Bendice, alma mía, a Jehová”.
          El salmo 103 consta de 22 versículos, tantos como el número de consonantes que tiene el alfabeto hebreo, pero no es un salmo alfabético. Se divide en dos partes, que constan, la primera de dos estrofas de cinco versículos cada una; y la segunda, de tres estrofas de cuatro versículos cada una.
Aunque la inscripción inicial –que no forma parte del texto canónico, sino fue añadida después- lo atribuye a David, que él sea el autor está descartado por el gran número de arameísmos que salpican su texto, y que apuntan a una época de composición posterior al exilio babilónico.


1,2. “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.” (Nota 1)
Estos dos versículos son una exhortación a bendecir, esto es, a alabar, a glorificar y a agradecer a Dios con todo lo que uno es, con cuerpo, alma y espíritu, por todo lo que uno ha recibido de Él, y por todo lo que aún hará por uno. Son como una orden que el salmista se da a sí mismo: Es lo que corresponde que yo haga, porque Él se lo merece. Si no lo hiciera sería un ingrato y faltaría a mi deber.
La segunda parte del vers. 1 podría también traducirse así: “Bendigan todas mis entrañas (Qereb) o, como hacen algunas versiones: “Bendiga todo lo que está dentro de mí”, es decir, mis pensamientos, mis afectos, mi entendimiento, mi voluntad, mi memoria, mi conciencia, mi pasión, etc. (2)
Al comenzar este salmo el autor se habla a sí mismo. Pocos son los que conversan consigo mismos, distraídos como están por los alicientes del mundo exterior. Son como extraños a sí mismos. Pero sin vida interior no hay crecimiento espiritual ni madurez. Cultiva tu ser interior en comunión con Dios para que crezcas como ser humano.
Pero más importante que hablar con uno mismo es hablar con Dios. ¿Hablas tú con Él? Eso deberíamos hacer nosotros a lo largo del día, pues Él está dentro de nosotros, y espera que nosotros pongamos nuestra atención en Él y le hablemos.
“No olvides ninguno de sus beneficios.”  El salmista nos exhorta a no olvidar nada de lo que Dios ha hecho por nosotros en el pasado, y puede hacer en el futuro con toda seguridad; a tenerlo siempre en mente para que nuestro agradecimiento sea constante. Pero también para que el recuerdo de su fidelidad nos sostenga cuando pasemos por pruebas, y fortalezca nuestra confianza de que hoy como ayer, nos sacará de ellas. Sería por lo demás una muestra de ingratitud no recordar todo lo que le debemos a Dios.
¿Cuáles son esos beneficios? En primer lugar lo que se menciona en los tres versículos siguientes. Pero hay también otros por los que deberíamos agradecer a Dios, comenzando por la vida misma, esto es, nuestra existencia, un beneficio que tendemos a tomar como descontado, como si no fuera un enorme bien en sí mismo el hecho de que existamos. ¿Estás tú contento de existir? ¿O cambiarías tu vida por el no ser? Job alguna vez maldijo el día que lo vio nacer (Jb 3:3. Pero véase el capítulo entero). (3)

3-5. “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.”
Aquí menciona el salmista los beneficios más importantes, entre muchos, que Dios otorga a los suyos. Por eso estos son los versículos claves del salmo. El primero de los beneficios es el perdón de los pecados que recibimos cuando nos arrepentimos sinceramente de ellos. Este beneficio es mencionado en primer lugar porque él abre la puerta a todos los siguientes. Si nosotros no nos hemos reconciliado con Dios, normalmente los demás no nos serán otorgados (aunque no sabemos de qué maneras Dios bendice a los que le dan la espalda sabiendo que algún día se volverán a Él). Notemos que el perdón de los pecados es un beneficio que se renueva constantemente, pues cada vez que pecamos y nos arrepentimos, Él nos perdona.
Al perdonar nuestros pecados Dios nos convierte automáticamente en justos, de pecadores que éramos; en amigos de enemigos; en hijos a los que antes éramos esclavos. Pero Él no nos perdona solamente los pecados que hemos cometido y confesado, sino que erradica en gran medida las tendencias maliciosas de nuestra alma cuando nacemos de nuevo y nos volvemos enteramente hacia Él, de manera que en adelante nos sea difícil volver a pecar. Eso es algo que experimenta todo el que se ha convertido, porque su ser interno ha sido radicalmente cambiado.
Al perdón sigue la sanación de nuestras enfermedades y dolencias que, por lo común, son consecuencias de nuestros pecados (Ex 15:26). En el proceso de curación de las enfermedades del alma el médico divino puede verse obligado a usar remedios fuertes, dolorosos, que debemos sobrellevar con paciencia.
“Rescata del hoyo…” Pero no sólo eso sino que también nos salva de la muerte que nos amenazaba (4), y de cualquier situación angustiosa por la que pudiéramos atravesar (Sal 107:17-20). Y no sólo de la muerte física, sino más importante aún, de la muerte eterna, al habernos salvado “mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Rm 3:24). Y éste es ciertamente el más grande de todos los beneficios.
Y por encima de eso, ya superado todo peligro, dice que nos corona, esto es, derrama sobre nosotros su favor y su misericordia, como si nos colocara una corona de oro sobre la cabeza, que nos distingue y adorna, y que es un anticipo de la “corona incorruptible de gloria” (1P 5:4) que algún día recibiremos en el cielo. Para que podamos recibir esa corona, dice Bellarmino, la misericordia divina debió haber ido delante nuestro justificándonos gratuitamente; y la compasión debió protegernos en el camino para que no nos desviemos.
Por último, sacia de toda clase de bienes nuestra boca. ¿Por qué dice nuestra boca? Porque es la boca por donde se reciben, en primer lugar, el alimento y la bebida que nos mantienen en vida. Es una manera de decir que colma todos nuestros deseos. Pero ¿qué mayor bien que la Palabra que hemos recibido de Él y que pronunciamos con la boca, y que guardamos como un tesoro en el corazón? Ella nos asegura que podemos renovar nuestra juventud, nuestra vitalidad y nuestras fuerzas (como el águila renueva sus fuerzas cada cierto tiempo, Is. 40:31; o como el ave fénix de la leyenda que resurgía de sus cenizas) y conservarlas hasta el final de nuestros días.
Cuando estemos en la presencia de nuestro Padre celestial todos nuestros deseos habrán sido satisfechos, porque gozaremos de una felicidad perfecta de cuerpo y alma; el primero habiendo sido transformado mediante la resurrección de la carne; la segunda mediante la contemplación de la belleza infinita de Dios.

6. “Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia.”
¿En qué sentido puede decirse esto cuando vemos en nuestros días cómo miles de cristianos son perseguidos, desplazados, sus casas destruidas y expropiadas, sus mujeres raptadas y violadas, y muchos de ellos asesinados por fanáticos, por el solo hecho de ser seguidores de Cristo y de no querer renunciar a su fe? Aunque no sabemos cómo Dios castiga a los culpables, sabemos que si no hace justicia a los suyos en esta vida, en la futura recibirán la recompensa por su fidelidad y perseverancia, y que los culpables recibirán su merecido.
Pero igual podría preguntarse de muchos cuya vida no corre peligro, pero que son explotados y oprimidos por gente que carece de temor de Dios y que es cruel. Sabemos que Dios no sólo es justo y recto, sino que se ocupa de que la justicia prevalezca sobre la injusticia, y la rectitud sobre la deshonestidad, aunque no siempre veamos cómo ocurre (Sal 146:7-9).
Sabemos que en el pasado Dios escuchó los lamentos de los israelitas cuando sufrían bajo el pesado yugo egipcio, y cómo Él los liberó de la opresión haciendo que las huestes de faraón perecieran en el Mar Rojo (Ex 14:21-31). De manera semejante no hay sangre de ningún mártir que sea derramada inútilmente y no sea vengada. No hay tirano que al final no muerda el polvo (Spurgeon). La justicia puede a veces ausentarse de los tribunales humanos, pero nunca lo hará del tribunal de Dios.

7. “Sus caminos notificó a Moisés y a los hijos de Israel sus proezas.”
El salmista continúa diciendo que Dios comunicó a Moisés en el Sinaí las leyes, mandamientos y ordenanzas que debían regir la vida del pueblo elegido (Ex 20:1-17), y a ellos mismos las cosas que debían hacer para agradarle. Y tal como hizo en el pasado con el pueblo elegido, también lo hizo con nosotros a través de Jesús, que enseñó una nueva ley como norma de vida que era superior a la anterior (Mt 5-7).
¿Cuáles son esas proezas de que aquí se habla? Las diez plagas con que afligió a Egipto (Ex 7:14-12:36), el paso del Mar Rojo, el maná que caía diariamente en el desierto (Ex 16), la conquista de la tierra prometida (Jos 6-21)… ¿Qué otras proezas ha hecho Dios que no debemos olvidar? Las que menciona María en su cántico: “Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones, quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.” (Lc 1:51-53). Pero a todos los que le servimos Dios nos ha dado muestras de su misericordia en actos concretos en los que intervino en nuestras vidas para alentarnos, confortarnos, guiarnos, corregirnos, librarnos de dificultades y sanarnos.
Al interiorizar los mandamientos nosotros hacemos nuestro el pacto eterno, renovado en el nuevo y mejor pacto que fue sellado por la sangre de Cristo. Por eso dice la Escritura: “Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón, y yo seré a ellos por Dios y ellos me serán por pueblo…y no me acordaré más de su pecado.” (Jr 31:33,34; cf Hb 8:10,12).
Mathew Henry dice con razón que la revelación divina es uno de los más grandes favores que Dios ha hecho a la iglesia y a la humanidad en general, porque sin ella no le conoceríamos sino vagamente (como los filósofos griegos), y andaríamos a oscuras, como los pueblos a los que no llegó esa revelación. Pero nosotros, gracias a ella, no sólo conocemos su naturaleza y sus atributos, sino también el gran amor que tiene por nosotros, y cuánto desea que vivamos en amistad con Él.

Notas: 1. Nefesh, que generalmente se traduce como “alma”, es el ser completo. En Gn 2:7 se dice que al soplar Dios aliento de vida en el hombre que había formado, éste fue un nefesh, esto es, se convirtió en un “ser viviente”.
2. John Stevenson escribe: “Que tu conciencia bendiga al Señor por su fidelidad; que tu juicio bendiga al Señor por las decisiones que tomes conforme a su palabra; que tu imaginación lo bendiga por tus ensueños puros y santos; que tus afectos lo bendigan amando todo lo que Él ama; que tus deseos lo bendigan al buscar sólo su gloria; que tu memoria lo bendiga recordando todos sus beneficios; que tus pensamientos lo bendigan meditando en sus excelencias; que tu esperanza lo bendiga deseando y esperando la gloria que ha de ser revelada…”
3. El primer vers. es un ejemplo de paralelismo sinónimo, pues las dos frases expresan la misma idea. El segundo vers. en cambio, sería un caso de paralelismo sintético pues la segunda línea completa el sentido de la primera. Los dos vers. juntos serían un caso de paralelismo sintético no sólo porque empiezan con las mismas palabras, sino también porque el segundo desarrolla el sentido del primero.
4. El “hoyo” es el sheol, la tumba, el reino de la muerte.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#913 (07.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).