lunes, 23 de septiembre de 2013

ALGUNOS CONSEJOS PARA EL MATRIMONIO

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

ALGUNOS CONSEJOS SOBRE EL MATRIMONIO
Los seres humanos amamos porque tenemos necesidad de amar. Tenemos dentro un caudal potencial de sentimientos que buscan un objeto para expresarse. A la vez tenemos necesidad de ser amados. Por ese motivo nuestros sentimientos surgen a veces más a causa de esa doble necesidad que del valor de la persona que los suscita y que pudiera no merecerlos. De ahí pueden surgir muchas decisiones erróneas que después lamentamos. De otro lado está también el deseo físico insatisfecho que busca expresarse y que puede disfrazarse de amor para conseguir su objeto.
Es bueno ser conscientes de nuestras motivaciones subjetivas para no engañarnos a nosotros mismos y para no engañar al otro. Podemos decirnos: ¡Cuánto la amo! o ¡Cuánto lo amo! cuando en realidad deberíamos decirnos ¡Cuánto la (o lo) deseo! Lo cual en cierta medida es normal. Amor y deseo van por lo general juntos. Pero conviene no olvidar que el deseo es ciego y puede ser satisfecho con cualquier persona del sexo opuesto (especialmente en el caso de los hombres). Pero al que ama realmente le repugna satisfacer su deseo con cualquiera. Y si tiene una visión correcta de las cosas -aunque no sea creyente- sabrá esperar hasta la boda.
Párrafo tomado del segundo volumen (por publicar) de mi libro, Tel 4712178.



ANOTACIONES AL MARGEN XXXVI

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XXXVI

* La fe y la obediencia están íntimamente ligadas. La fe del que desobedece es una fe anémica, si no muerta, porque la fe se manifiesta en acción, esto es, en obras (St 2:17; 22).
* Obedecer es también manifestación de fidelidad. ¿Puedo yo realmente creer en un Dios al que no soy fiel? Es el caso de los israelitas que adoraban a otros dioses. No creían realmente en el Dios de sus padres, que decía de sí mismo que Él era único (Is 44:6) y que fuera de Él no había otro (Is 45:21b). Si hubieran creído en Él no hubieran admitido la posibilidad de rendir culto a otros dioses. Lo mismo el cristiano que busca apoyo en ciertas prácticas ocultas o supersticiosas, para cubrir sus necesidades o para protegerse de peligros, demuestra tener poca fe en Dios. Es como si le dijera: Tú no me bastas.
* Honrar a los padres es honrar a Dios. Deshonrarlos es deshonrar a Dios (Ex 20:12), porque ellos lo representan.
* El niño aprende a amar y a honrar a Dios, amando y obedeciendo a sus padres. El niño que tuvo padres que no le inspiraron amor y respeto tendrá como adulto dificultades en su relación con Dios.
* Satanás quiere destruir la relación padre-hijos, porque así subvierte la relación del hombre con Dios. Pero también procura subvertir el matrimonio con el divorcio para que los padres no sean como Dios para sus hijos. Por eso los padres deben portarse con sus hijos como Dios con sus criaturas: hacerse cargo de ellos y disciplinarlos cuando sea necesario.
* El que no es enseñado a obedecer de niño, el niño engreído, será un adulto insatisfecho durante el resto de su vida porque espera que todo el mundo ceda a sus caprichos.
* Si tu padre no es digno de honor, honra en él al padre que Dios hubiera querido que fuera.
* Los científicos incrédulos creen que podrán algún día descubrir el secreto de la vida y crearla. Pero nunca van a alcanzar esa meta, porque la vida procede de Dios y sólo Él puede darla (Gn 2:7). Por ese motivo también sólo Él puede quitarla, o estipular las condiciones en que puede ser quitada.
* Para el otro mi vida es sagrada, no puede quitármela, ni yo puedo tampoco (Gn 9:6). Pero sí puedo dejar que me la quiten por una causa superior, como sería ser fiel a Dios, o salvar la vida del prójimo.
* La santidad de la vida es una de las razones por las que no se debería mostrar asesinatos en la pantalla, sea de la televisión o en el cinema, como se hace con frecuencia, porque acostumbran a la gente a la idea de que matar no es algo abominable.
* El adulterio rompe la unidad espiritual que une a los esposos entre sí, y a ellos con sus hijos. Los hijos de padres adúlteros suelen ser desgraciados, aunque no haya divorcio, porque no hay armonía en el hogar.
* La inmoralidad, la corrupción que observamos en la política y en la justicia en nuestro país comienza con la inmoralidad en el hogar, con la infidelidades y las uniones irregulares.
* Es muy difícil que un hombre que es honesto en su vida personal y familiar, sea deshonesto si ocupa una función pública. Y lo inverso es también cierto, que el que es deshonesto en su vida privada sea honesto en su vida pública. Si dirigimos nuestra mirada a los políticos y jueces que con fundamento han sido acusados de corrupción, podremos constatar que en muchos casos su vida privada es irregular.
* Negarse a sí mismo no es una idea muy popular que digamos, sino todo lo contrario. Si no, díganle a un político que se niegue a sí mismo, si lo que él quiere es afirmarse, imponerse, escalar el poder. Díganle que renuncie desinteresadamente para que otro tome su lugar, si él quiere más bien que otros renuncien a favor suyo.
            Díganle a una actriz, o a una reina de belleza que se niegue a sí misma, si lo que ella quiere es alcanzar la fama, triunfar, ser engreída y admirada, ser rica.
            Díganle a un ejecutivo que se niegue a sí mismo, si lo que él ambiciona es subir en la escala corporativa hasta el puesto más alto.
            Díganle a un empresario que se niegue a sí mismo y ceda el primer lugar a la competencia, si lo que él quiere es que su empresa sea la primera y hacer fortuna, aumentando de paso su poder.
            Díganle a un fisioculturista que se niegue a sí mismo, si lo que él quiere es desarrollar su musculatura y exhibirla en los estadios para ser admirado.
            Sin embargo, toda esa gente, en la persecución de sus metas, se niegan muchas cosas a sí mismas, y asumen grandes sacrificios: recortan sus horas de sueño, hacen dietas severas, se imponen entrenamientos agotadores, se someten a maltratos y humillaciones, emprender viajes incómodos, etc., etc. Pero todo lo soportan para alcanzar la meta que se han fijado.
            Se niegan a sí mismos, toman su cruz y la acarician, confiando en que será el lugar de su triunfo, y luego siguen a… ¿A quién siguen? Me temo que no a Jesús sino al tentador, que exige de ellos muchas pruebas de lealtad: vender su cuerpo, traicionar a sus amigos más íntimos, volver la espalda a los que primero los apoyaron, hacer trampa, adular, intrigar sin escrúpulos…
            ¿Quieres llegar a tu meta? Llegar cuesta muchos sacrificios. Hay que pasar por el aro. El tentador es un amo sin misericordia. Él quiere que a cambio del triunfo que te ofrece le vendas tu alma. Jesús en cambio, es manso y humilde de corazón. Los sacrificios que Él exige son de otro orden. No te envilecen. Mejor síguelo a Él. La recompensa quizá no sea inmediata, pero a la larga es la mejor, porque es eterna.
* El amor de Dios funciona al revés del amor humano. Nosotros amamos a los buenos, a los justos, a los simpáticos, a los que son “amables” por definición (es decir, que se pueden amar). Y detestamos a los malos, a los tramposos, a los sucios, a los carnales, a los criminales.
Pero Dios ama a los que nosotros detestamos, y los ama precisamente por aquellos motivos por los cuales nosotros los rechazamos. Dios se inclina hacia la miseria humana. Nosotros nos apartamos de ella. Si queremos amar como Dios ama debemos llegar a amar a los que detestamos (Mt 5:44,45), a los que son objetivamente detestables. Fue por ellos que Jesús vino al mundo. No vino por los sanos sino por los enfermos (Lc 5:31).
* Aunque suene paradójico podemos agradecer a Dios por el hecho de que antes de que nos convirtiéramos éramos indignos de su misericordia, porque si hubiéramos sido dignos de ella, Él no se habría fijado en nosotros. Nuestra miseria atrajo su atención.
* La mayoría de los reyes de Judá, y todos los reyes de Israel, fueron impíos, o se desviaron. ¿Cómo puede pensarse que Dios coloque en el trono a personas cuya inclinación fue para el mal desde el comienzo, como muchos de ellos? Dios permitió su entronización, pero ellos no fueron sus escogidos.
            En cambio Él puede colocar en el trono a incrédulos para que realicen una obra buena, de acuerdo a sus propósitos, como fue el caso de Nabucodonosor (2R 24:1,2), de Darío (Dn 5:31; 6:25-28), y de Ciro (2Cro 36:22,23). Quizá el propio Faraón en tiempos de José era alguien que Dios había escogido para llevar a cabo su obra (Gn 41: 37-44). O el Faraón cuyo corazón fue endurecido en tiempos de Moisés (Ex 7:3), quizá también fue colocado en el trono por Dios para manifestar su gloria a través de su impiedad.
            Incluso de los peores gobernantes saca Dios algo bueno, como ocurrió con los emperadores romanos impíos, como Nerón o Diocleciano, que desataron crueles persecuciones contra los cristianos. Ellos dieron ocasión a actos heroicos de santidad y sacrificio, y a que por el testimonio de los mártires mucha gente se convirtiera. De hecho, las mismas persecuciones, como ocurre siempre, purificaron y fortalecieron a la naciente iglesia.
            Pero ¿quién se atrevería a decir que Dios puso en el trono a monstruos como Nerón, Heliogábalo o Calígula? No los colocó Él, pero permitió que el diablo lo hiciera porque, en última instancia, servirían a sus propósitos.
* Patriotismo: Estamos celebrando las Fiestas Patrias en estos días, conmemorando el 192 aniversario de la proclamación de la independencia del Perú, y está muy bien que hayamos engalanado la ciudad como de costumbre izando la bandera nacional por doquier.
            ¿Pero de qué sirve que coloques la bandera peruana en el balcón, o en el techo de tu casa, si evades el pago de impuestos, o no cumples la ley? ¿De qué sirve que lleves un banderín en tu automóvil si te pasas la luz roja? ¿De qué sirve que luzcas una escarapela blanquiroja en el pecho si eres mal educado y atropellas el derecho ajeno? ¿De qué sirve que se realicen desfiles militares y el público entusiasmado aplauda a nuestros soldados si las autoridades no cumplen su deber?
            “Obras son amores y no buenas razones” dice el refrán popular. El amor a la patria no se demuestra con palabras elocuentes y gestos solemnes, sino con el respeto de la ley y de nuestras instituciones.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#789 (28.07.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 13 de septiembre de 2013

LIBERTAD HUMANA, PREDETERMINACIÓN Y PROVIDENCIA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LIBERTAD HUMANA, PREDETERMINACIÓN Y PROVIDENCIA
Existe una oposición teórica frontal entre los conceptos de predeterminación (todo está de antemano determinado por Dios) y la irrestricta libertad humana de elegir.

Según lo primero, todo lo que sucede tiene que ocurrir necesariamente tal como se da en los hechos, sin que haya otra manera posible; nada es contingente y no hay lugar alguno para la libertad humana.
Según el concepto opuesto el hombre está dotado de la capacidad de elegir entre alternativas o cursos de acción diversos, y puede escoger entre el bien y el mal, o entre lo que le parezca moralmente mejor, o más conveniente, provechoso o placentero para él, aunque no siempre los hombres prefieren lo que les parece personalmente más conveniente para sus intereses. Pueden también, y lo hacen muchas veces, sacrificar por razones ideales su interés o conveniencia personal.
Esta noción hace al hombre enteramente responsable de sus actos. La noción anterior lo libra hasta cierto punto de su responsabilidad, y está emparentada con el concepto hinduista del “karma”, aunque no coincida enteramente con él. Según el karma las cosas suceden de acuerdo a una cadena irrompible de causa y efecto.
Según la forma extrema de determinismo, aun lo que parece ser una decisión personal ha sido determinado de antemano. Si el ser humano pudiera realmente elegir entre dos alternativas de acción, el orden del universo colapsaría.
Por el contrario quienes insisten en la libertad individual sostienen que los acontecimientos se desarrollan en respuesta a las decisiones que la gente toma libremente, sea individual o colectivamente como familia, comunidad, nación, etc., decisiones que dan forma al mundo.
Esta doctrina rechaza la noción de que exista un plan preestablecido que rige los acontecimientos. Según ella la gente intuitivamente sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. Si bien no siempre escoge hacer lo bueno, sus decisiones son libres. De otro lado, no se puede negar que aun las decisiones “libres” del hombre están condicionadas por una serie de factores psicológicos, sociológicos y religiosos, de los que muchas veces no son concientes, o por decisiones y experiencias anteriores, por lo que el supuesto “libre albedrío” humano es bastante limitado y condicional.
Sin embargo, esta doctrina no excluye la existencia de una deidad benévola que está interesada en el acontecer humano y que interviene en la esfera humana como providencia.
Según la Biblia, Dios tenía un plan para la descendencia que surgiría de Abraham, de acuerdo al cual se desarrollan las líneas matrices de los acontecimientos, dejando, no obstante, amplio espacio para las decisiones individuales que, en los hechos, colaboran o van en contra del plan trazado por Dios. Sin embargo, al que peca sea como individuo, o a los que pecan colectivamente como comunidad o nación, les irá inevitablemente mal. En cambio, a los que obedecen a la voluntad de Dios les irá bien.
No obstante, Dios otorgó a los israelitas el derecho de decidir hacer o no su voluntad, anunciándoles cuáles serían las consecuencias, para bien o para mal, de su decisión (Dt 30:16-20). Dios sabe de antemano qué va a ocurrir, y qué decisión va a tomar el pueblo. Esto se desprende claramente de lo que Dios le dice a Abram en Gn 15:12-16: “Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una gran oscuridad cayó sobre él. Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava ahí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la que servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.” Dios se había trazado un plan para el desarrollo inicial del pueblo que ha elegido y se lo comunicó a Abram (que aún no se llamaba Abraham) para mostrar que Él ha fijado el destino de los pueblos.
¿El hecho de que Dios sepa y anuncie de antemano que los egipcios esclavizarán a los hebreos durante 400 años y que la maldad de los amorreos se agravará durante ese período de tiempo hasta llegar a su colmo, limita la libertad de decisión de unos y otros? ¿Son los egipcios y los amorreos menos libres porque Dios sabe cómo se comportarán? No, el preconocimiento de Dios no afecta la libertad de los individuos de ninguna manera. Todos son responsables de sus actos. El hecho de que Dios conozca de antemano qué decisiones tomen los individuos no condiciona sus decisiones. Él lo sabe porque Él está fuera del tiempo y todo es presente para Él.
Eso es para nosotros difícil de comprender, pero quizá sea más fácil entenderlo si tenemos en cuenta que para Dios el tiempo no existe. Que para Dios pasado, presente y futuro se funden en un instante eterno. La situación de Abraham en Ur cuando lo llamó está tan presente delante de sus ojos como el momento en que detuvo el cuchillo que iba a sacrificar a Isaac, así como lo está el futuro de sus descendientes hasta el fin de los tiempos. Todo es presente para Él.
De otro lado debemos tener en cuenta otro factor que se llama la Providencia divina (Nota). Las decisiones que toma el hombre en un momento dado son libres en el sentido de que nadie le obliga a tomarlas, pero están en parte determinadas por las circunstancias que las condicionan y por las influencias que gravitan sobre él.
La Providencia interviene influenciando las decisiones de los hombres (por medios que ellos ignoran) de acuerdo a sus propósitos, tal como lo declara el libro de Proverbios: “Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en manos de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina.” (Pr 21.1). Puede hacerlo también suscitando factores que actuarán de la manera deseada por Él, alterando el curso de los acontecimientos y el de las acciones emprendidas por el hombre: “El corazón del hombre piensa su camino, mas Jehová endereza sus pasos.” (Pro 16:9). El surgimiento del imperio persa que derrotó a los babilonios el año 539 AC, es un ejemplo concreto. Al año siguiente, el rey Ciro tomó la decisión que había sido anunciada de antemano por Isaías (Is 44:28), de que Jerusalén y su templo fueran reconstruidos.
Por ejemplo, mis decisiones han sido en cierta manera preformadas por la formación moral que yo he recibido. Si yo he sido enseñado que tal acción es moralmente incorrecta, normalmente evitaré hacerla. Pero si he sido enseñado que es legítima, la haré con toda naturalidad y sin escrúpulo alguno.
¿Qué podemos decir de esas declaraciones de la Biblia que describen a Dios como sorprendido del curso de acción tomado por los hombres, como, por ejemplo, cuando dice en Génesis: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha sobre la tierra, y que todo designio del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hombre en la tierra, y le dolió su corazón.”?·(Gn 6:5,6). Ese pasaje da a entender que Dios no esperaba que el hombre se comportara de esa manera, e incluso se arrepintió de haber creado a la humanidad, y se propuso destruirla a excepción de uno que halló gracia ante sus ojos. (Gn 6:5-8).
Ese pasaje describe a Dios pensando y hablando en términos humanos. Pero eso no quiere decir que Dios no hubiera previsto la corrupción de la humanidad y las medidas que tomaría para corregirla. Todo eso estaba dentro de su infinito consejo. La depravación en que cayó la humanidad era consecuencia de la corrupción de su naturaleza causada por la caída de Adán. Dios sabía muy bien a qué atenerse respecto de la conducta humana porque conocía el curso que tomarían los acontecimientos en la tierra antes de que creara el mundo. ¿Por qué entonces, si sabía lo que ocurriría, dejó que el diablo tentara a Adán y Eva? Porque quería que ellos escogieran libremente entre obedecerle y desobedecerle, aunque sabía de antemano que le desobedecerían.
Quizá sea pertinente en este punto enunciar algunos de los principios básicos de cómo opera la Providencia divina, hasta donde lo pueda comprender la limitada mente humana:
1. Todo lo creado, antes de manifestarse visiblemente, ha existido en la mente de Dios.
2. Nada ocurre en el mundo que Dios no quiera positivamente, o no permita. Por tanto, todo lo que ocurre ha sido ordenado o permitido por Dios para el bien del universo y de las criaturas que lo pueblan y, en especial, del género humano. Fijado el bien que Dios quiere alcanzar, Él escoge los medios para lograrlo.
3. En el universo no hay nada inútil. Todo tiene un propósito y cumple un fin fijado por Dios hasta en sus más mínimos detalles, lo cual quiere decir que todo, excepto el pecado, tiene en Dios su causa última.
4. Aunque Dios aborrece el pecado, Él lo permite con vistas al bien ulterior que desea alcanzar.
5. Dios quiere, causa o permite, el dolor humano con un fin en mente: nuestro arrepentimiento, o nuestro perfeccionamiento y santificación. Es un hecho innegable que el dolor, físico o anímico, nos hace progresar espiritualmente.
Dios no quiere directamente que el hombre sufra males, sino el bien que esos males procuran (que ya hemos mencionado). Para obtener determinado bien moral puede ser necesario aplicar un remedio doloroso, así como para salvar una vida, puede ser necesario amputar una pierna. ¿Quiere Dios que se ampute la pierna? No, Él quiere salvar una vida.
6. La existencia de la Providencia divina no impide el ejercicio de la libertad humana, como ya se ha dicho. Al contrario, la protege, porque prevé todos los factores que influyen en nuestras decisiones, incluyendo las debilidades y fortalezas de nuestro carácter y de nuestro temperamento, las influencias que incidieron en la formación de nuestra personalidad, así como las consecuencias de nuestras tendencias hereditarias, y la influencia de nuestras emociones.
La infalibilidad de la Providencia divina está expresada en Isaías: “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera como lo he pensado y será confirmado como lo he determinado…Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá?.Y su mano extendida ¿quién la hará retroceder?” (14:24,27)
El conocido salmo 23 es otro ejemplo de cuán confiable es la Providencia divina: “Jehová es mi pastor; nada me faltará… Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo…” (1,4).
La naturaleza entera da testimonio de la extensión universal de la Providencia divina que gobierna los fenómenos de la naturaleza y da su alimento a los animales del campo: “Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios. Él es quien cubre de nubes los cielos, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace a los montes producir hierba. Él da a la bestia su mantenimiento, y a los hijos de los cuervos que claman.” (Sal 147:7-9; cf Jb 38:41).
O como dice Jeremías, Dios es el que pone un límite al mar que no será traspasado: “No os amedrentaréis ante mí, que puse arena por término al mar, por ordenación eterna la cual no quebrantará?” (5:22)
La realidad de la Providencia se manifiesta en la vida del justo: “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra… Bienes y riqueza hay en su casa, y su justicia permanece para siempre.” (Sal 112:1-3). De manera similar la maldad de los impíos suele recibir su castigo en esta vida: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado.” (Sal 37:35,36).
La Providencia se ocupa de sus siervos de manera maravillosa guardándolos en tiempos difíciles, como ocurrió con Elías cuando decretó una sequía sobre la tierra. Dios le dijo: “Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová, pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit… y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo.” (1R 17:3-6)
El caso de José es emblemático como ejemplo del varón justo que es probado por Dios para exaltarlo al fin y usarlo para el bien de aquellos mismos que lo habían vendido en cautividad (Gn 37:28). Él fue calumniado por la mujer de su amo, Potifar, y enviado a prisión (39:10-20), pero luego fue elevado al cargo de primer ministro del Faraón quien, reconociendo que en él moraba el espíritu de Dios, entregó todo el poder en sus manos y le dio autoridad para tomar las medidas necesarias para acopiar trigo en la época de abundancia que había de preceder a la sequía (41:38-40). Más tarde, cuando sus hermanos, empujados por la hambruna, vienen a comprar trigo en Egipto, él se revela a ellos y les dice: “No me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón… y por gobernador de toda la tierra de Egipto.” (45:8). El texto sagrado dice que todo lo que José hacía prosperaba porque la mano de Dios estaba con él (39:3).
Pasando al Nuevo Testamento, vemos que en el evangelio de San Mateo Jesús les dice a sus discípulos: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de ellas… Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mt 6:31-33)
Pablo ha expresado claramente cómo Dios vela por los suyos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Rm 8:28). Él mismo había experimentado la intervención de la Providencia en su viaje a Roma, cuando el barco que lo llevaba enfrentó un mar tempestuoso y estaba a punto de hundirse. Pero los vientos huracanados llevaron inesperadamente la embarcación a una playa, y aunque el barco encalló y se hundió, todos los náufragos se salvaron, porque Dios le había dicho a Pablo que él debía dar testimonio en la corte del César, y le concedió que todos los que iban en la nave, tripulación y pasajeros, se salvaran con él (Hch 27:13-44).
El día de Pentecostés, el apóstol Pedro, hablando al pueblo, dijo que Jesús había sido llevado a la muerte “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch 2:23), esto es, porque ése era el plan de salvación del género humano que Dios había concebido.
Más tarde Pablo explicará que Dios permitió el endurecimiento del pueblo elegido a fin de llevar el evangelio a los pueblos gentiles: “Porque no quiero hermanos que ignoréis este misterio… que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo… Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Rm 11:25-29). La misericordia alcanzada por los pueblos gentiles, que estaban alejados del Dios verdadero, es anuncio de la misericordia que, a su vez, dentro de la Providencia divina, alcanzarán los judíos al final de los tiempos cuando crean en el Mesías que inicialmente rechazaron.
Nota: Aunque la palabra Providencia no figura en la Biblia, ése es un concepto que está presente en todas sus páginas y que nos dice que el mundo no está gobernado por el azar o por el destino, sino que todo está bajo el control y el dominio de Dios, y que Él guía y prevé todo lo que ocurre, previniendo las circunstancias o factores que pudieran afectar o alterar sus propósitos.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

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