viernes, 28 de enero de 2011

ANOTACIONES AL MARGEN XXVII

Por José Belaunde
* Buena y Mala Educación
Cuando se dice de alguien que es “mal educado” lo que se está diciendo es que ha sido educado mal por las personas que tuvieron a su cargo su educación, esto es, en la mayoría de los casos, sus padres. Por eso puede afirmarse, aunque pueda ser cruel decirlo, “muéstrame cómo te comportas y yo te diré en qué ambiente has crecido.”

La persona mal educada, antes que nada, da mal testimonio de sus padres, o de quien quiera que lo crió, porque son ellos los que debieron enseñarle las buenas maneras, lo que suele llamarse “la buena educación”.

¿Tiene alguna importancia la buena educación? Hay personas que dicen que eso ya no tiene importancia, que esas son antiguallas pasadas de moda; que lo que importa es la franqueza y la libertad en el trato. Ignoran que la buena educación es una manifestación del amor al prójimo. Más aun, es una forma concreta de llevar a la práctica el precepto de Jesús: “Trata a los demás como tú deseas ser tratado.” (Mt 7:12) La buena educación es pues un asunto eminentemente cristiano.

De otro lado, la buena educación abre muchas puertas y crea un ambiente favorable para el diálogo y el entendimiento. La mala educación suele generar, en cambio, roces y rechazo. De manera que si quieres ser bien recibido, esfuérzate por adquirir buenas maneras, si no te las enseñaron de chico.

Finalmente, vale la pena notar que las buenas y las malas maneras se encuentran en todos los ambientes sociales, y no es algo que dependa necesariamente del dinero o de la posición social.

* Jesús e Israel
El Evangelio de Mateo dice que José se llevó a Egipto al niño y a su madre “y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese la palabra del Señor por medio del profeta, cuando dijo: ‘De Egipto llamé a mi hijo,’” citando al profeta Oseas (11:1). Las palabras de este profeta son a la vez un comentario sobre el pasado de Israel, a quien Dios llama su hijo, y una profecía sobre el futuro de su unigénito Hijo.

La vida de Jesús recapitula la vida del pueblo elegido: Como Israel entró y salió de Egipto, Jesús entró y salió de esa tierra. Como el faraón trató de matar a los hijos varones de Israel recién nacidos, Herodes trató de matar a Jesús, recién nacido. Los israelitas fueron bautizados en las aguas del Mar Rojo (1Cor 10:2); Él lo fue en las aguas del río Jordán. Ellos vagaron 40 años en el desierto, ayunando de carne; Jesús pasó 40 días en el yermo, ayunando y orando.

Pero Jesús corrigió lo que el pueblo de Israel hizo mal: Israel fue tentado al pie del Sinaí para adorar a un becerro de oro, y lo hizo; Jesús fue tentado a adorar a Lucifer, pero rechazó la tentación.

* El mérito de hacer el bien (es decir, el valor que tiene a los ojos de Dios) depende en gran medida de lo que nos cuesta hacerlo. Si me es agradable subir al púlpito a predicar, esa acción es, sin duda, menos valiosa a los ojos de Dios que ir a ocuparme de enfermos cuyo contacto me es desagradable. Nuestro verdadero llamado puede estar en actividades que nos son odiosas. En el caso de la viuda, su pequeña ofrenda valió más a los ojos de Dios que la cuantiosa de los ricos, porque a ella le costó más hacerla (Lc 21:1-4).

* Bienaventurados somos cuando somos tentados, porque si resistimos la prueba, será grande nuestra recompensa (St 1:12). Si el diablo te tienta es porque tu alma es un botín precioso para él. Si no te tentara sería señal de que no necesita hacerlo, porque tú, de por sí, te inclinas al pecado sin necesidad de su ayuda.

* Tus inclinaciones son tus vasallos. Si no las dominas, ellas te dominarán, y serás un triste espectáculo y el hazme reír de la gente. Pero todos solemos tener un vasallo que es más rebelde que los otros. A ése hay que vigilarlo y sujetarlo para que no se remueva, y no incite a los otros vasallos a rebelarse.

* “Es en la resistencia a las tentaciones como probamos nuestro amor a Dios”. ¡Cuán cierto es eso! Porque si cedemos es porque no lo amamos lo suficiente. ¿No se nos cae la cara de vergüenza?

* Dios perdona con más facilidad a los que perdonan al prójimo sus ofensas, pero vuelve sobre el que no perdona el rencor que éste guarda contra el que le ofendió.

* El rencoroso construye para sí mismo una cámara del inferno en vida, en el que so consumen las llamas que enciende su odio.

* Cuando te venga a la mente el recuerdo del que te hizo daño y que aún no perdonas, ora por su conversión.

* Los incrédulos se aferran a los bienes de este mundo que se les escapan de las manos cuando están gozando de ellos. Los cristianos no debemos ser tan necios como ellos. Pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba que vamos a poseer eternamente (Col 3:2), y no nos dejemos engañar por el espejismo pasajero de los bienes materiales.

* El tiempo que pasamos en la tierra es un tiempo de prueba. Estamos dando examen, a ver si somos en Cristo dignos del cielo, pero nadie se aferra a la carpeta de madera donde contestó a las preguntas del examen, sino que se levanta apenas termina.

* ”El hombre fue creado para el cielo, pero el diablo rompió la escalera que lo conducía”. Muy cierto, pero Jesús le tendió una soga para que suba. El hombre no se ha ganado la soga, pero tiene que subir a pulso por ella.

* Una de las cosas más tristes que conozco es cuando el hombre hace buenas obras por un mal motivo: que lo vean y admiren, o para sentirse bien consigo mismo; o por mera costumbre, en vez de hacerlas por el único motivo bueno: el amor a Dios.

* ¡Qué gran enseñanza! No hacer caso de elogios ni de injurias, sino seguir nuestro camino, haciendo lo que Dios nos ha puesto delante.

* Es en verdad el orgullo lo que impide al hombre admitir que existe un Dios, es decir, un ser superior de quien depende, y a quien debe dar cuenta de todo lo que haga. En cambio es difícil que un hombre humilde no crea en Dios y lo ame. Su humildad no es un obstáculo como el orgullo, sino al contrario, lo predispone a creer en Dios.

* Cuanto más se conozca un hombre, más humilde será.

* Hay cosas que proporcionan al hombre una gran alegría y un gran gozo, como por ejemplo, el amor conyugal, o la amistad verdadera, o el éxito, o la creación artística, etc. Pero nada puede alegrar más al hombre que gozar de intimidad con Dios, sentir su amor. Todas las demás alegrías son pequeñas comparadas con las que Dios proporciona. En verdad, la unión con Dios es un adelanto del cielo.

* Nos aferramos a las cosas en la medida en que nos ha costado obtenerlas. Eso puede darnos una idea de cuánto le importamos a Jesús, pues le costó su vida salvarnos.

* La gente se aburre en medio de las cosas que deberían entretenerlos, pero nadie se aburre en la compañía de Dios. Sin embargo, la oración rutinaria, el rezo mecánico u obligado, sí que nos aburren y aburren a Dios.

* ”Las mujeres suelen estar más dispuestas a renunciar a su propia voluntad para hacer la de otros.” Por eso con frecuencia aventajan al hombre en los caminos de Dios, porque están más dispuestas a negarse a sí mismas.

* Nadie comprende mejor al santo que el santo: adivina sus motivaciones, sus frustraciones y sus luchas, porque él mismo las ha experimentado. De igual manera podría decirse que el pecador comprende al pecador, pero no siempre es cierto, porque el pecador piensa antes que nada en sí mismo, y el otro no le interesa.

* Necesitamos estar alertas no sólo frente a las tentaciones de la carne, sino también contra los intentos del diablo de perturbar nuestra paz interior.

* Si la conciencia nos acusa, no podemos tener paz.

* Así como hoy es el día de salvación (Sal 118:24 ), hoy es también el día para dar fruto y servir, cualquiera que sea nuestra edad.

* Como la Magdalena frente al sepulcro (Jn 20:14), a veces no nos damos cuenta de que Jesús está a nuestro lado obrando. Él hace que las cosas nos salgan bien, no el jardinero.

* Si confiamos en Dios no nos preocupamos del mañana. Pero si no confiamos en Él, sí necesitamos preocuparnos, porque el mañana es incierto y está plagado de peligros.

* ¿Cómo puede nadie pensar que Dios puede abandonarlo, aun pecando? Por muy indigno que uno sea, la fidelidad de Dios no depende de la nuestra. Nosotros sufrimos las consecuencias de nuestras faltas, pero si nos arrepentimos, Dios no nos abandonará a causa de ellas. El “Condenado por Desconfiado” (Nota) se condenó porque pensó que Dios podía no perdonarlo, como si él pudiera merecer ser salvo, o pudiera ser demasiado indigno para ser perdonado.

* ¡Qué triste es cuando los cristianos ponen su mirada en las cosas que se ven, que son transitorias, y se deleitan en ellas más de lo debido, en lugar de ponerla en las invisibles, que son permanentes! Se portan como Esaú, que vendió su primogenitura por un plato de lentejas, que una vez disfrutado dejó de ser.

* Los valores se exhiben, las virtudes se ocultan. Cuanto más ocultas, más profundas y sinceras, y más agradan a Dios.

* Si pese a tu fidelidad al Señor te vienen grandes tribulaciones que amenazan ahogarte, no te inquietes. Es Jesús quien quiere que te asemejes a Él, que fue “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is 53:3). Pero también porque quiere prepararte una gran recompensa, a cambio de esa leve tribulación momentánea (2Cor 4:17,18).

* Cuando sintamos que ya no podemos más, que nuestras fuerzas nos abandonan, y nos sentimos tentados a tirar la toalla, recordemos las palabras de Dios a Pablo: “Mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2Cor 12:9).

* Si tuviéramos todo el éxito que quisiéramos, y escucháramos la música encantadora de los aplausos, ¿no nos ensoberbeceríamos y estaríamos en peligro de que Dios nos ponga de lado?

* Dios a veces juega a las escondidas con nosotros, para que lo busquemos con más ahínco, y para probarnos que Él nunca está lejos de nosotros.

* A veces nos quejamos de las circunstancias de la vida, porque no son las más favorables para nuestro desarrollo, sino más bien lo contrario, son un gran obstáculo. Cuando pensamos eso criticamos a Dios y nos creemos más sabios que Él, pues no estamos en esa situación de casualidad, sino que fue Él quien nos colocó en ella para nuestro bien, pues sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.

Él quiere que nosotros le sirvamos dondequiera que estemos: en el desierto, en el valle, en la montaña, en el sol o bajo la lluvia, en la ciudad o en la selva. Todas las situaciones son propicias para servirlo; todas presentan retos y ventajas que el justo sabe vencer o aprovechar, según sea el caso.

* “Hágase tu voluntad…” puede ser una frase difícil de pronunciar cuando pasamos por pruebas cuyo fin no avizoramos. El temor nos asalta, pero es infundado. A la larga, pasada la prueba, un futuro mejor, aquí o allá, nos espera.

Nota: Famoso drama teológico del escritor español del Siglo XVII, Tirso de Molina.
#659 (02.01.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

miércoles, 19 de enero de 2011

MÁXIMAS Y AFORISMOS

Por José Belaunde M.
El arte de componer proverbios era conocido de los antiguos antes de que Salomón escribiera los suyos. Buena parte de las enseñanzas de Jesús está expresada en forma proverbial. La epístola de Santiago y el salmo 37 están llenos de ellos. Los filósofos estoicos Marco Aurelio y Epicteto dejaron bellas colecciones de máximas (1). Muchos de los pensamientos de Pascal pertenecen a este género. Desde entonces son numerosos los autores que han cultivado con acierto y elegancia esta forma literaria de expresión concisa . Entre los recientes el más conocido quizá sea el filósofo Wittgenstein que escribió su obra principal en la forma de apotegmas.
Con las frases que siguen yo no pretendo subirme al carro de su fama, pero sí edificar al lector o entretenerlo. Algunas de estas máximas pueden ser conocidas de mis lectores porque estaban incluidas en algunas publicaciones anteriores, como las “Anotaciones al Margen”.
* Las personas que confían en sí mismas limitan sus posibilidades. El verdadero éxito depende de desconfiar de sí mismo y confiar sólo en Dios.
* El que no confía en sí mismo ni en Dios, está muerto.
* La confianza en sí mismo es útil para el que no confía en Dios, pero es un pobre sustituto de la confianza en Dios.
* Si quieres lograr algo, ora mucho y ora bien. Lo que logres será resultado de tu oración y de tu esfuerzo.
* Las lágrimas que los pobres derraman en la tierra serán las perlas que adornen sus coronas en el cielo.
* Dios usa nuestros errores, cuando los reconocemos, con más eficacia que nuestros aciertos.
* El que confía en Dios ciegamente, obliga a Dios a intervenir en su favor.
* Los ateos y agnósticos son como personas que levantan la mirada al firmamento en pleno día y no ven el azul del cielo; o que miran al crepúsculo al atardecer y no distinguen ningún color.
* El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro de riqueza no minera sino agrícola.
* La mayor riqueza natural de un país no está bajo la tierra sino encima, y camina.
* Los peruanos somos compasivos con los culpables y crueles con las víctimas.
* Las intenciones del hombre son siempre malas o, en el mejor de los casos, mixtas; pero Dios usa esas intenciones para sus propósitos, que son siempre buenos.
* El que estando al servicio de Dios es honrado por los hombres, ya recibió su recompensa, y es efímera. El que no es honrado por los hombres, guarda toda su recompensa para el cielo, donde es eterna. (Mt 6:1-4).
* Católicos y protestantes son, aunque no lo reconozcan, hermanos siameses que no pueden ser separados porque, si bien tienen cerebros distintos y se dan de puñetes, comparten el mismo corazón y el mismo hígado.
* El camino del menor esfuerzo es siempre el más largo y difícil.
* No es cierto que la ignorancia sea atrevida, al menos siempre. Con igual o mayor frecuencia la ignorancia es desconfiada. Por eso Hiráclito dijo: Los perros ladran a quienes no conocen.
* A la persona que anda siempre quejándose le ocurrirán siempre cosas de qué quejarse.
* Hemos de pasar por la misma prueba tantas veces como sea necesario para aprender la lección. (Hb 12:6).
* Cuando yo digo que estoy en lo cierto respecto de una opinión contraria, lo que estoy diciendo en realidad es que considero que mi opinión contiene menos errores que la del otro.
* Así como el dolor nos hace valorar mejor la felicidad, y la enfermedad la salud, la caída del hombre nos hace comprender mejor la santidad de Dios.
* Hay personas que no quieren saber nada de un Dios justo. Sólo quieren saber de un Dios infinitamente bueno. Pero si Dios no fuera justo sería muy malo.
* El poder vuelve prepotente al que lo detenta y astuto al que carece de él.
* Pero también confiado al que lo tiene y desconfiado al que no.
* El dinero, la fama y el poder prueban el corazón del hombre y revelan lo que hay en él.
No era sobrio, era abstemio;
No era prudente, era temeroso;
No era santo, era pacato;
No era creyente, era fanático;
No era elocuente, era verboso;
No era gallardo, era tieso;
No era elegante, era amanerado;
No era servicial, era servil;
No era modesto, era apocado.
* La ofensa está en el oído del que escucha.
* El aplauso de la tierra puede apagar el aplauso del cielo.
* La miel es enemiga de la miel y el gloriarse, de la gloria.
* Hay cosas que se entienden mejor cuando no son dichas.
* La fuerza del hombre no está en descargarla sino en el dominio propio. Se manifiesta especialmente en el cariño y ternura con que trata a sus hijos. No hay mayor debilidad en el hombre que tratar a otro con dureza cuando no es necesario.
* Si no soy capaz de callar sin resentirme, mejor es que hable.
* La diferencia entre el inteligente y el torpe estriba en que el inteligente se equivoca de una manera más inteligente y refinada. Por eso sus errores tienen peores consecuencias.
* El amor es una guerra en que la mujer triunfa cuando es vencida.
* En un sentido muy diferente Jesús venció a la muerte siendo vencido por ella.
* Cree en Él, en la abundancia de su amor, para que Él pueda llenarte de la abundancia de su gracia.
* Toda alegría, todo gozo humano santo, incluyendo el gozo conyugal, procede de Dios.
* La santidad es obra de Dios en el alma, no porque el hombre no deba colaborar con ella, sino porque el hombre solo, librado a sí mismo, es incapaz de alcanzarla.
* El que está unido a Jesús necesita estar unido a todos los que invocan su nombre, sea cual fuere su denominación o iglesia.
* ¿Quieres que tu sabiduría aumente? Ama a Dios cada día más y más y tu sabiduría aumentará como crece el árbol que hunde sus raíces a orillas del río. (Sal 1:3).
* La paciencia con el prójimo está ligada al amor, sea a la persona a la que soportamos, o al Dios por quien se la soporta.
* El que ama a Dios ama necesariamente al prójimo. Su amor por Dios desbordará en amor por los demás. Si no ama al prójimo su pretendido amor a Dios es amor de sí mismo.
* El que no ayuda al prójimo necesitado no le ama. Pero, sobre todo, no ama a Dios. Si ama a Dios, ese amor lo obligará a compadecerse del necesitado.
* El que ama de veras a Dios no hace daño a nadie, ni al prójimo ni a sí mismo, pecando.
* El amor da valor a todos nuestros actos; la indiferencia quita valor aun a nuestras mejores acciones.
* Todo el que se atribuye algún mérito por algo bueno que ha hecho es un ladrón que roba a Dios su gloria. Y es un necio que ignora que cuanto más dé gloria el hombre a Dios, negándosela a sí mismo, más le honrará Dios.
* El que se conoce a sí mismo, es por necesidad humilde.
* La fe crece con el amor. Cuanto más amamos, más creemos.
* Si amamos realmente a Dios despreciaremos los halagos de este mundo y todo lo que el dinero ofrece.
* La tentación más sutil del que busca a Dios es querer ser admirado por ese empeño.
* Nunca lo comprenderemos suficientemente, pero enviarnos pruebas es el mayor favor que Dios nos puede hacer, porque gracias a ellas crecemos.
* El sufrimiento le sienta al pecador.
* Los ateos pretenden no tener Dios, pero ellos son dios para sí mismos y le rinden culto a su propio ser que es nada sin Dios.
* Una de dos: o tienes a Dios por Dios o te haces un dios de basura a tu medida.
* ¡Cuánta verdad hay en el dicho: Empezamos a morir el día en que nacemos! Pero también es verdad que empezamos a vivir cuando morimos.
* Cuando el náufrago empieza a ahogarse es demasiado tarde para lamentar haberse embarcado.
* Los que dicen: "más tarde me arrepentiré", quieren dedicar al diablo los mejores años de su vida y a Dios las sobras.
* La tentación entra por los sentidos o por el pensamiento y trata de penetrar las defensas de la ciudadela de nuestra alma para contaminarla. Sus murallas deben ser defendidas de los ataques si no ha de caer la plaza. Pero así como las murallas de la ciudad se debilitan si el enemigo hace una brecha en ellas, así también los muros de nuestra mente se debilitan si cedemos el menor lugar al diablo (Ef 4:27).
* El conocimiento del bien y del mal ofrecido por la serpiente en el Edén se reveló en los hechos como ignorancia y ceguera frente al bien y al mal y a las realidades espirituales. Por eso andamos a tientas y tropezamos.
* ¡Cuántos conocimientos innecesarios acumulamos en nuestra mente en lugar de conocer cuáles son los puntos débiles por donde el enemigo nos ataca!
* De nada valen los conocimientos si no van acompañados de sabiduría. Pero si la sabiduría no está acompañada de piedad no se distingue mucho de la astucia.
* ¡Qué cierto es que es mejor adquirir virtudes que conocimientos! Un ignorante virtuoso vale más que un erudito vicioso.
* Lo más importante de la vida de un hombre es lo que no vemos. Así también de la nuestra lo más importante es lo que sólo Dios y yo conocemos.
* Antes de juzgar a los demás examinémonos a nosotros mismos.
* Es mejor ser severo con uno mismo que con los demás, porque yo no daré cuenta de ellos, salvo que me hayan sido encomendados.
* Antes que de los defectos de los demás debo preocuparme de los propios.
* La mente perversa ve en otros el mal que se niega a ver en sí.
* Si otros hablan mal de mí debo considerarme afortunado porque no hablan tan mal como lo merezco. Y si me elogian, debo lamentarlo porque están engañados.
* El mal que hay en el prójimo no me condena a mí, salvo que me haga su cómplice, o lo critique (Rm 2:21-23).
* Sólo Dios sabe cómo somos, felizmente.
* Para que se haga la voluntad de Dios en mi vida debo empezar yo por cumplirla. Si yo no lo hago, será la voluntad del diablo la que se cumpla. Aunque, a la larga, la voluntad de Dios siempre se impone, de buen grado o a la fuerza, es muchísimo mejor que yo me someta a ella y no que Él me someta.
* Cuánto más ocultas las virtudes, más se goza Dios en ellas.

(1) La máxima se distingue del proverbio en que su sentido es claro y directo, mientras que el proverbio suele ser enigmático. El aforismo (palabra que viene de un verbo griego que quiere decir “separar”) se halla entre ambos. Apotegma es un dicho breve y sentencioso.

(26.10.03)
e-mail: jbelaun@terra.com.pe

viernes, 14 de enero de 2011

UNA HERENCIA ESCOGIDA II

Por José Belaunde M.
Un comentario del Salmo 16 (versículos del 7 al 11)

7. “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia.” (Nota 1)
Este versículo dice algo muy importante, que todo creyente debe tener en cuenta. En todo lo que David tenía que hacer (¡y cuántas cosas está obligado el rey a hacer!) él reposaba no tanto en su propio criterio sino en la guía de Dios mismo, y por ese motivo él lo bendice, es decir, lo alaba y le agradece. ¿Y cómo lo guiaba Dios? A través de su conciencia y de sus propios pensamientos, esto es, no por medio de alguna voz misteriosa exterior a él, sino de la voz interna que habla en el corazón. (2)
Para poder escuchar esa voz, que musita suavemente, se necesita dos cosas: gozar de suficiente intimidad con Dios como para poder distinguir la voz de Dios de las muchas voces que surgen del inconciente; y segundo, gozar de la quietud y de la tranquilidad que nada mejor que la noche y la soledad aseguran. No es que haya algo mágico en la noche misma, como podría creerse, sino que es en las horas en que cesa la actividad febril del día y la gente se retira a descansar, cuando uno puede orar y meditar en silencio sin temor de ser interrumpido.

Cuando alguien dice que quiere retirarse a un lugar donde esté solo para recapacitar sobre un asunto que tiene a pecho, o para tomar una decisión, sin darse cuenta está diciendo que necesita escuchar la voz de Dios que aprovecha esas oportunidades para hablarnos porque las condiciones son propicias. Ellos no son concientes de que la decisión que tomaron después de reflexionar puede haber sido inspirada por Dios, porque Él puede hablarle al hombre aun cuando éste no busque su guía concientemente.

Atribuyendo estas palabras a Jesús, como hacen muchos expositores, Jerónimo comenta: “Lo que el Señor quiere decir es esto: ‘Mi conocimiento, mi pensamiento más profundo, y el deseo más íntimo de mi corazón estaban siempre conmigo, no sólo en las moradas celestiales, sino también cuando yo moraba en la noche de este mundo y en la oscuridad. Permanecían conmigo como hombre, me instruían y nunca me dejaban, de modo que todo lo que por la debilidad de la carne yo era incapaz de lograr, el pensamiento y el poder divinos lo llevaban a cabo.´”

8. “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra no seré conmovido.” (3)
Este es uno de mis versículos preferidos de toda la Biblia, porque habla de la presencia constante de Dios en la vida del creyente. Expresa un pensamiento que se encuentra con frecuencia en la boca de los profetas Elías y Eliseo: “Vive el Señor Dios de Israel en cuya presencia estoy.” (1R17:1. Cf 1R18:15; 2R3:14;5:16).

Esa es una presencia de la que algunos gozan sin proponérselo, como un don gratuito (4). Pero para la mayoría es algo que tiene que ser conquistado por un esfuerzo repetido, que David señala: A Dios lo tengo siempre puesto delante de mí; mi memoria lo evoca constantemente para que yo recuerde que Él me mira todo el tiempo y ve todo lo que hago. Si Él me mira continuamente –como su palabra dice- que Él nunca aparta su mirada de nosotros (Sal 139:1-3), entonces yo dirigiré mis ojos hacia Él a lo largo del día, de modo que con frecuencia nuestras miradas se crucen.

¿Cuál es el resultado de vivir constantemente en la presencia de Dios? Que la conciencia de su cuidado y de su atención no permite que ninguna circunstancia desfavorable, incluso ningún peligro, perturbe la seguridad de que gozamos en Él, o que nos inquiete. “Los que confían en Jehová son como el monte de Sión que no se mueve sino que permanece para siempre”, dice el Sal 125:1, y expresa bien esta seguridad a la que alude el salmo 16 que comentamos. Dice que Jehová está a su diestra. La mano derecha es la mano del poder, de la fuerza, la mano hábil –es decir, diestra- con que se empuña un arma para atacar y defenderse. La confianza de que Dios está siempre a nuestro lado (Sal 109:31; Sal 110:5), es nuestra arma más poderosa contra los ataques del enemigo, quienquiera que sea.

De otro lado, si yo soy siempre conciente de que Dios me está mirando, ¿cómo podré hacer algo que le desagrade? ¿Cómo podré, sin que Él me reprenda y sentir vergüenza? Adán y Eva corrieron a esconderse después de pecar apenas oyeron los pasos de Dios en el jardín del Edén porque, sintiéndose culpables, se avergonzaron de su desobediencia (Gn 3:8). ¿Acaso pensaban que Dios no había visto lo que hicieron? ¿Y quién puede creer que Dios no ve lo que hace? El salmo 139 lo dice muy clara y bellamente: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? …Aun las tinieblas no encubren de ti y la noche resplandece como el día…” (Sal 138:7,12. Pero léanse los versículos intermedios). De ahí que ningún pecador pueda decir: “Al Señor he puesto siempre delante de mí.” Al contrario, dirá: “Al Señor he apartado de mi memoria”, o he negado de manera absoluta y contumaz que exista porque, ¿quién podría pecar tranquilo si es conciente de que Dios lo está mirando?

¡Qué bueno fuera que desde el colegio se inculcara a los niños a tener siempre presente que Dios nos está mirando todo el tiempo! ¡Y que en las oficinas públicas, en los juzgados, en las comisarías, en las empresas comerciales, etc., se pusiera esa frase como un letrero visible para todo el mundo! ¡Cómo mejoraría la moralidad pública!

Jerónimo comenta: “Siempre está en nuestro poder poner al Señor delante nuestro. El que se asemeja al Señor en su integridad pone a Dios a su derecha porque mantiene sus ojos en Aquel a quien sigue, y dice: ‘Está a mi diestra para mantenerme firme.’…A través de su Salvador, Dios está siempre a la derecha de sus santos. El justo, en efecto, no tiene lado izquierdo, porque a donde quiere se voltee "El ángel del Señor acampa en torno de los que le temen y los defiende.” (Sal 34:7)”

Nótese también que este versículo puede aplicarse a Jesús, que tuvo siempre la voluntad de su Padre delante suyo, porque Él había venido para cumplirla (Jn 5:30; 6:38). Pero a su vez, nadie podía decir mejor que Él, que porque tenía a Dios a su diestra, ayudándolo y confortándolo, no sería conmovido, es decir, apartado de la misión que había venido a cumplir.

9. “Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma (5); mi carne también reposará confiadamente”
Como consecuencia de lo que ha afirmado, y de la seguridad que tiene en Dios, el salmista se alegra inmensamente. Es un gozo que involucra a su espíritu y a su alma a la vez, es decir, a todo su ser interior. Pero no sólo su alma y su espíritu se confunden en esta alegría, participando juntos de los beneficios que ha señalado. También su cuerpo (su carne) descansa confiadamente en Dios, cuando se retira a dormir o reposar.

Cuando el espíritu y el alma están tranquilos y en paz, el cuerpo también puede estarlo. Pero si nuestro espíritu está inquieto y carece de paz, su inquietud se contagia al cuerpo, que no puede permanecer tranquilo, sino que se mueve de un sitio a otro.

La segunda frase de este versículo apunta a los versículos finales del salmo que hablan de la resurrección. Si yo sé que voy a resucitar, es decir, que mi vida no termina con la muerte sino que continúa, puede mi carne descansar tranquila al morir, teniendo la certidumbre de que se va a levantar algún día para nunca volver a morir.

10. “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.” (6)
Este versículo no habla de todos los creyentes, de todos los justos, sino de uno solo cuya carne no vio (es decir, no experimentó) corrupción, porque su alma no permaneció en el Seol, el lugar de los muertos (7), porque al tercer día resucitó. Este versículo no habla de ningún ser humano sino habla proféticamente de Jesús, que resucitó al tercer día en la mañana, después de permanecer en el sepulcro unas treinta y seis horas aproximadamente, suponiendo que fuera sepultado hacia el atardecer del día viernes, y que resucitara al amanecer del día al que, en memoria suya, ahora llamamos “domingo” (de “Dominus” en latín), esto es, “Día del Señor” (y que antes se llamaba “primer día de la semana”).

Así lo entendió Pedro, que en su primer sermón el día de Pentecostés, hablando de Jesús, anunció que Él había resucitado, tal como el rey David, siendo profeta, había anunciado en este salmo, cuyo texto él cita a partir del vers. 8, (siguiendo el texto griego de la Septuaginta). Él explicó claramente a la multitud congregada que David, el autor del salmo, murió como mueren todos los hombres y fue sepultado. Pero su carne vio corrupción, porque no resucitó. Por eso es que las palabras del salmo que Pedro cita no se refieren a él, sino a Aquel descendiente suyo que vendría siglos después a redimir a su pueblo, Israel, y que, “de acuerdo al determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por mano de inicuos, crucificándolo; al cual el Señor levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.” (Hch 2:23,24)

Jesús, efectivamente dice el salmo, descendió al Seol, la morada de los muertos, por poco tiempo (8). El apóstol Pedro se refiere en palabras misteriosas a este descenso suyo al Hades, en donde Jesús “vivificado en espíritu…fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron….” (1P 3:18-20).

Pero Jesús, el Mesías y Salvador anunciado, no sólo resucitó en esa mañana feliz, sino que, cuarenta días después, subió al cielo, para ser exaltado a la diestra de Dios, como dice otro salmo del mismo rey poeta: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies.” (Sal 110:1).

La resurrección de Jesús es el anuncio y la garantía de que nosotros también en su momento resucitaremos, como lo asegura Pablo más de una vez: “Y Dios, que levantó a Jesús, también a nosotros nos levantará con su poder.” (1Cor 6:14; c.f. 2Cor 4:14; Rm 8:11)

Atanasio comenta: “Nosotros no morimos por propia elección, sino por necesidad de nuestra naturaleza y contra nuestra voluntad. No obstante el Señor, siendo en sí mismo inmortal, pero habiendo tomado carne mortal, tenía poder, como Dios, para separarse de su cuerpo y para volverlo a tomar cuando quisiera (Jn 10:17,18)…Porque era conveniente que la carne, corruptible como era, no permaneciera mortal conforme a su naturaleza, sino que, a causa del Verbo que la había asumido, permaneciera incorruptible. Porque Él, habiendo venido en un cuerpo como el nuestro, se hizo conforme a nuestra condición, para que nosotros, de manera semejante, al recibirlo (por fe) participemos de la inmortalidad que viene de Él”

11. “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.”
La senda de la vida que Dios muestra al salmista, así com o las palabras que siguen, pueden entenderse en dos sentidos: el de la vida terrenal iluminada por la presencia de Dios, en la cual se experimenta un gozo incomparable, que no puede ser igualado por ninguno de los deleites que el mundo puede ofrecer. Pero en un sentido más profundo, pueden entenderse esas palabras como referidas a la vida eterna, en la cual disfrutaremos a plenitud del gozo en el sentido más absoluto. Este sentido está confirmado por la frase que, en paralelismo sinónimo con la frase previa, cierra triunfante el salmo: “delicias a tu diestra para siempre”, es decir, sin fin.

Jesús resucitado fue el primero a quien Dios mostró la senda de la vida eterna, y que inauguró el camino al cielo para los justos, que hasta entonces permanecían en el seno de Abraham, camino que ahora está abierto para todos los que mueren en Cristo. Al hombre salvo se le prometen delicias a la “diestra” de Dios, que es el lugar de máximo honor (1R 2:19; Sal 45:9), y donde está sentado Jesús mismo, según sus propias palabras (Mt 26:64. Véase el Salmo 110: 1 arriba, y también Col 3:1 y Hb 1:3). Esta es la bendita y segura esperanza del creyente: gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad.

Notas:
1. El texto hebreo dice: “me aconsejan mis riñones.” Los judíos consideraban que los riñones son el asiento de la conciencia humana. Por ese motivo en la antigua dispensación los riñones eran quemados en sacrificio sobre el altar, para indicar que nuestros más secretos propósitos y afectos deben ser consagrados a Dios (Adam Clarke)

2. Eso no quiere decir que Dios no pueda hablarnos por medio de una voz audible, como hablaba a los profetas de antaño. Puede hacerlo y muchas personas han tenido esa experiencia. Pero es algo excepcional, y Dios sólo usa medios excepcionales en situaciones excepcionales. Él puede hablar también a través de sueños (recuérdese el caso de José, el padre adoptivo de Jesús (Mt 1:19-24), o a través de visiones. Pero el sentido de esos sueños y de esas visiones no siempre es claro, y por eso necesitan ser interpretados. Puede hablarnos también a través de un sermón o de una conversación. Por último, pero sobre todo, nos habla a través de su palabra.

3. En el sermón que predicó en la mañana de Pentecostés, el apóstol Pedro cita este salmo a partir del vers. 8, aplicándolo a la muerte y resurrección de Jesús. Él lo cita según el texto de la Septuaginta, que difiere en más de un punto del texto hebreo en que está basada la versión de Reina Valera.

4. Ha habido algunos hombres y mujeres que han gozado de ese don de la presencia constante de Dios. Uno de los casos más conocidos es el del Hermano Lorenzo, un ex soldado sin ninguna cultura, que se desempeñaba como portero de un convento carmelita en Francia en el siglo XVII, y de quien han quedado algunas cartas y conversaciones registradas por el superior del convento que lo estimaba mucho. Se han publicado en un pequeño pero bellísimo libro titulado “La Práctica de la Presencia de Dios” que, curiosamente, es más popular entre los protestantes que entre los católicos.

5. El texto hebreo dice aquí “exulta”. La primera es una alegría interior; la segunda es una manifestación externa de gozo, lo que explica que la Septuaginta diga “lengua” en lugar de “alma”. Por tanto, se podría leer también: “exultó mi lengua”.

6. Los evangelios llaman en dos lugares a Jesús “el santo de Dios”, por boca del demonio que habitaba en el gadareno, y que Jesús expulsó (Mr 1:24; Lc 4:34).

7. Véase Gn 42:38; Nm 16:30; Jb 14:13; Sal 18:5; 30:3.

8. El Credo de los Apóstoles dice: “descendió a los infiernos”, no al lugar de condenación eterna, sino al seno de Abraham.

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viernes, 7 de enero de 2011

UNA HERENCIA ESCOGIDA I

Por José Belaunde M.
Un comentario del Salmo 16 (versículos del 1 al 6)

Este es un salmo especialmente bello, que fue conocido durante un tiempo como el “Salmo de Oro”, debido a una traducción equivocada de la palabra hebrea mictam (término musical técnico cuyo significado exacto es dudoso) que está en el encabezamiento. Se ha observado que el salmo habla de su autor, el rey David, a cuya vida y piedad la mayor parte del texto se refiere literalmente. Pero su parte final ya no es aplicable a él propiamente (como señaló Pedro en su discurso en Pentecostés, Hch 2:25-28), sino proféticamente a Cristo, de quien David es un tipo. Por ese motivo algunos intérpretes antiguos y recientes han considerado, incluso, que en este salmo es Jesús mismo, en tanto que ser humano, quien habla de su pasión, muerte y resurrección.

1. “Guárdame oh Dios, porque en ti he confiado.”
Guárdame, es decir, cuídame, protégeme. La gente vivía en esa época con mucha frecuencia en un peligro permanente, tanto más una persona como David, que era un personaje que por su posición, e incluso cuando ya era rey, estaba constantemente expuesto a intrigas, a rivalidades, a complots y ataques a su persona. (Si se lee el segundo libro de Reyes, se podrá ver cuántos reyes de Judá y de Israel fueron víctimas de intrigas y hasta murieron asesinados)

Pero el pedido de protección puede no sólo referirse a ese tipo de peligros, sino podría también referirse a peligros de tipo espiritual. Guárdame de las tentaciones, del orgullo y de los halagos de poder; de la sensualidad, o del recelo, de la desconfianza, de la antipatía hacia personas inocentes; guárdame de cometer injusticias. Esos son peligros a los cuales estamos también expuestos todos.

Guárdame de las decisiones precipitadas, de los malos consejeros, de rivalidades en el seno de mi familia… Todos esos son peligros de los que el poderoso necesita ser resguardado, y a los que están tanto más expuestos cuanto más alta es su posición. Pero también nosotros, gente del llano, estamos expuestos a ellos.

Las razones que David expone para sustentar su pedido no son cualidades personales o méritos propios, sino una sola: Yo he confiado en ti. Para ello David se apoya en la promesa de que Dios no defrauda a los que en Él confían (Is 49:23). Eso es todo, y no necesita más.

2. “Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay bien para mí fuera de ti.” (Nota 1)
Esta confianza en Dios tiene su origen en el amor que el hombre tiene por Dios, en la entrega total de su ser. Él confiesa -y más que confiesa, proclama- que Dios es su Señor, su dueño absoluto. Si no te tengo a ti no tengo nada, porque no hay nada que me pueda contentar fuera de ti. Tú eres mi todo y a ti me he entregado totalmente, de modo que yo ya no me pertenezco. Soy todo tuyo.

¿Hay alguien que pueda decir sinceramente eso a Dios, con todo el corazón? Nuestros afectos están divididos entre las cosas del mundo que nos atraen, entre los afectos familiares –incluyendo los más íntimos- y nuestro amor a Dios. ¿Quién puede decir que subordine todo a Dios, y que Él tenga la primacía en todo? Sólo el que pueda afirmarlo sin reserva, puede recitar sinceramente este salmo, haciéndolo suyo. De lo contrario, quedará como un ideal por alcanzar. En realidad, solamente Jesús puede sinceramente hacerlo. Nótese que el salmo 73 expresa un sentimiento semejante: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Fuera de ti nada deseo en la tierra.” (vers. 25).

3. “Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia.”
Si todo mi afecto se dirige a Dios, entonces es natural que mi complacencia se dirija a aquellos que sirven a Dios, a aquellos con los cuales yo comparto los mismos sentimientos que expresa el versículo anterior. El salmista emplea dos palabras: santos e íntegros, casi como si fueran sinónimos. No lo son exactamente, aunque todo santo por necesidad es íntegro. Si no lo fuera, no podría ser santo. ¿Podríamos concebir un hombre santo que no fuera perfectamente honesto? Sería una santidad coja, deficiente. Pero sí se puede ser íntegro sin ser santo.

¿Qué cosa es ser íntegro? Ser moralmente de una sola pieza. Que no haya asomo de mentira, de falsedad, de engaño en uno. ¡Y qué difícil es serlo! ¡Y que todo lo que uno emprenda lo haga con un propósito noble en mente!

Muchos ocupan cargos de responsabilidad en el gobierno, en la magistratura, e incluso, en la iglesia, de los que se espera que sean íntegros sin falla, pero que dejan mucho que desear en este aspecto.

Ser íntegro es, en cierta medida, ser cándido e inocente como un niño, con una diferencia: que el niño pequeño no conoce la mentira ni la maldad, pero el íntegro sí las conoce, pero ha renunciado concientemente a ellas.

En cierta medida también, la integridad es innata, aunque puede corromperse. Pero es sobre todo, producto de la gracia. Por tanto, no es algo de lo que uno pueda jactarse. La impiedad también es innata, como dice un salmo: “Los impíos se desviaron desde el seno de su madre.” (Sal 58:3). Es producto en parte de la influencia del diablo en la madre en cinta, cuando ella le abre la puerta. Cuando ella cultiva pensamientos de chismes, de intrigas, de envidias, de celos, alimenta el alma de la criatura con esos sentimientos y luego se sorprende de que al crecer la criatura muestre esos rasgos.

Todos nacemos con ciertas tendencias morales que se manifiestan temprano. Pero así como nacemos con ciertas aptitudes o incapacidades físicas, también nacemos con ciertas aptitudes, o ineptitudes intelectuales y éticas. Estas últimas son las peores, porque son las que más daño hacen.

4. “Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en mis labios tomaré sus nombres.” (Para jurar por ellos, se entiende)
Si el fundamento de la santidad y de la integridad es la fidelidad al único Dios verdadero, es decir, el mandamiento que ordena: “No tendrás otros dioses fuera de mí.” (Ex 20:3); la causa de todos los males es la violación de este mandamiento, esto es, la idolatría en todas sus formas, con todas las abominaciones que lleva consigo.

Por eso el salmista asegura que no tomará parte en las libaciones de sangre de los idólatras, ni en los sacrificios que consistían en derramar sangre de animales (cuando no sangre humana) sobre sus altares, y que tampoco invocaría el nombre de esos falsos dioses, ni juraría por ellos. Esto es, se mantendría libre de toda contaminación.

Estos propósitos pueden parecernos extraños a nosotros, porque en nuestro tiempo no se ofrecen sacrificios sangrientos de ningún tipo en el culto. Pero en la antigüedad los sacrificios de animales ofrecidos en expiación, o como ofrenda propiciatoria a los dioses, eran pan de todos los días, porque el culto consistía básicamente en esas ceremonias. Los paganos creían que podían sobornar con ofrendas a sus dioses, que arriba en el Olimpo eran indiferentes a las necesidades humanas. Pero nuestro Dios nos ama y no necesita ser sobornado con ninguna ofrenda, porque está dispuesto a concedernos todo lo que le pidamos con un corazón sincero, y que nos sea necesario o conveniente. Mayor es su deseo de derramar sus dones sobre nosotros que el nuestro de recibirlos.

En nuestro tiempo, salvo en algunos cultos satánicos, que son materia de las crónicas policiales, no se ofrecen sacrificios de animales, o de seres humanos, pero sí es común una forma horrible y cruel de sacrificio humano: el aborto, en que la criatura es despedazada y extraída a la fuerza del útero materno. ¡Ah, cómo se multiplicarán los dolores de aquellas que se someten a esas prácticas y los de sus cómplices! Los remordimientos, y el pesar por haber arrojado al fruto de sus entrañas, las persiguen toda la vida. (2)

No hay nadie que haga el mal que no sufra las consecuencias, aunque en las apariencias no sea visible. Pero las consecuencias más terribles son las que se sufren después de la muerte, si no hay arrepentimiento.

5. “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte.” (3)
Cuando los israelitas entraron en la tierra prometida y se la repartieron, a cada tribu, a cada familia, y a cada persona le fue asignada una parte que constituyó su herencia perpetua, pero a la tribu de Leví no le tocó parte alguna, como le dijo Dios a Aarón: “Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel.” (Nm 18:20). Como ocurrió con los levitas, el salmista asegura que la herencia que le tocó a él como porción fue Dios mismo, y ningún bien de orden material. Estar unido a Él y poder confiar en Él es lo que más aprecia en la vida. De esa herencia, de lo que le tocó “en suerte”, Dios mismo es el sustento y la garantía de permanencia. (4)

Pero para que uno pueda decir que Dios es su “porción” y poseerlo totalmente, él tiene que ser en sí mismo “porción” de Dios, y estar poseído totalmente por Él. Que otros escojan como su herencia los bienes del mundo, que son inestables; y sus placeres, que tan pronto se gozan se vuelven amargos, o se hacen humo. Yo, por mi parte, escojo la herencia que permanece para siempre. (5)

6. “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado.”
La delimitación de las tierras asignadas a cada familia en el reparto de la tierra hecho por Josué se hizo echando unas cuerdas de medición sobre el terreno, procedimiento que es aludido en el libro que lleva su nombre y en el salmo 78:55, pero no sabemos en qué consistía exactamente. (6)

El salmista, a quien no tocó parte de tierra alguna, se alegra de la porción que le ha tocado en herencia. Porque ¿qué mejor heredad podría tocarle a alguno que Dios mismo? Él satisface todas nuestras expectativas, y colma todas nuestras necesidades. Tenerlo a Él es poseer una riqueza mayor que lo que cualquier extensión de terreno valía en aquella cultura que era predominantemente agrícola.

Notas:
1. El texto de los versículos 2 al 4 es dudoso, y por ese motivo su traducción varía considerablemente de una versión a otra.

2. En la misericordia de Dios, sin embargo, esos dolores no persiguen a los pecadores para su destrucción, sino para que busquen al Médico que puede sanarlos, dice San Agustín.

3. Aquí las tres palabras claves, “porción”, “herencia” y “suerte”, tienen que hacer con el reparto de la tierra prometida hecho por Moisés y Josué. La palabra “copa” es una alusión a la costumbre antigua de dar el padre de familia la copa común a beber a sus hijos y a los huéspedes en la mesa; y recuerda también la frase de Jesús en Getsemaní: “Si es posible aparta de mí esta copa” (es decir, esta prueba terrible, Mt 26:39); y aquella dicha a los hijos de Zebedeo: “Podéis beber del vaso que yo he de beber? (Mt 20:22).

4. Recuérdese que Dios había ordenado a Moisés que el reparto de la tierra se hiciera por sorteo (Nm 26:52-56; Js 14:2).

5. San Agustín escribe: Dios no deriva ningún beneficio de nuestra adoración, pero nosotros sí. Cuando nos revela o enseña cómo debe ser Él adorado, lo hace en vista de nuestro más alto interés, no teniendo Él absolutamente ninguna necesidad de nada.

6. Cuando el pueblo de Israel al final de su peregrinaje de cuarenta años se acercó a la tierra prometida, Moisés permitió que las tribus de Rubén y de Gad, “que tenían una inmensa muchedumbre de ganado” (Nm 32:1), se establecieran en las tierras de Jazer y Galaad, al Oriente del Jordán. A ellas añadió después la mitad de la tribu de Manasés (Js 13:6). Estando ya en las tierras de Moab, frente a Jericó, Dios estableció la forma cómo la tierra, una vez que atravesaran el Jordán y la conquistaran, había de ser repartida entre las demás tribus, fijando los límites entre cada una de ellas (Nm 34:1-12). Posteriormente Josué asignó a la media tribu de Manasés, que era muy numerosa, territorio al Occidente del Jordán (Js 13:7). Los capítulos 14 al 19 del libro de Josué están dedicados a detallar el reparto de la tierra por sorteo entre las demás tribus.

#657 (19.12.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).