jueves, 29 de octubre de 2009

EL ANCIANO II

Nuevo Testamento

En el artículo anterior hemos examinado la posición relevante que ocupaban los ancianos en Israel como representantes y autoridades del pueblo en tiempos del Antiguo Testamento. Ahora vamos a hacer el mismo estudio en relación con el Nuevo Testamento.

En vida de Jesús los ancianos tenían también gran importancia, como puede verse por los evangelios. Eso puede verse en el episodio en que Jesús expulsa a los mercaderes del templo, cuando los “principales sacerdotes y los ancianos del pueblo” le increpan “¿Con qué autoridad haces estas cosas?”. (Mt 21:23). Ellos, como miembros del sanedrín, representan a la autoridad religiosa en Israel.

Poco después los ancianos juegan junto con los sacerdotes y escribas, un lamentable papel en el complot para juzgar y condenar a Jesús (Mt 26:3,4,47,57,59; 27:1, 20,41-43). (Nota 1)

Muerto ya Jesús, cuando los apóstoles empiezan a anunciar su resurrección, “los gobernantes, los ancianos y los escribas” se reúnen en consejo para preguntarles con qué autoridad predican (Hch 4:5,7).

Era natural, pues, que la iglesia apostólica, siendo exclusivamente judía al comienzo, y habiendo surgido del seno del judaísmo de ese tiempo, continuara la práctica tradicional de poner ancianos al frente de las congregaciones.

La primera mención que hace el Nuevo Testamento de ancianos que gobiernan la iglesia de Jerusalén se encuentra en Hch 11:30. A ellos se les envía, por medio de Pablo y Bernabé, el dinero recaudado por la iglesia de Antioquia para ayudar a los hermanos de la ciudad santa que pasaban necesidad.

Los ancianos, en efecto, estaban al comienzo asociados a los apóstoles en el gobierno de la iglesia. Eso puede verse claramente en el libro de los Hechos, en el capítulo que narra lo discutido y decidido en el primer concilio de Jerusalén. En el texto se repite varias veces la fórmula “los apóstoles y los ancianos (Hch 15:2,4,6,22). La carta que al concluir el concilio envía la iglesia de Jerusalén a las iglesias de Antioquia, Siria y Cilicia, comunicándoles las decisiones que han tomado, comienza con el siguiente saludo: “Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos entre los gentiles…salud.” (Hch 15:23) Nótese: primero los apóstoles, después los ancianos.

Una de las funciones de los ancianos en la iglesia, fueran ordenados o no, era orar por los enfermos, tal como puede verse en la carta que el apóstol Santiago escribe a las iglesias de la dispersión: “Si alguno está enfermo entre vosotros, llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor.” (St 5:14).(2).

No sólo estaban los ancianos asociados a los apóstoles en la dirección de la iglesia de Jerusalén (Hch 16:4; 21:18), sino que, en ausencia de éstos, los ancianos gobernaban las iglesias de la gentilidad (Hch 20:17).

Los apóstoles se llaman a sí mismos “ancianos”, como hace Pedro, por ejemplo, en su 1ra. epístola: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos…” (1P 5:1). El apóstol Juan comienza su segunda epístola con el siguiente saludo: “El anciano a la señora elegida…” (2Jn 1). E igualmente su tercera epístola: “El anciano a Gayo…” (3Jn 1). Pablo, por su lado, no tiene miedo de calificarse a sí mismo como “anciano” en su epístola a Filemón (v. 9). Pero nosotros huimos de la palabra “anciano”, a pesar de que, bien mirado, es un título de honor.

La principal tarea de los ancianos en la iglesia era y sigue siendo trasmitir la enseñanza recibida, porque el anciano es por naturaleza también maestro, tal como le escribe el apóstol Pablo a su discípulo Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2Tm 2:2).

Pedro define en términos generales cuáles son las funciones de los ancianos en la iglesia: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey…” (1P 5:2,3). Cuando dice: “Apacentad la grey de Dios…” está indicando que el anciano es también pastor.

Pablo lo expresa en otros términos cuando se despide de los ancianos de la iglesia de Éfeso que había hecho llamar al puerto de Mileto: “…Mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó con su propia sangre.” (Hch 20:28). Eso incluye ocuparse del estado espiritual de la iglesia y ejercer la disciplina, aparte de enseñar. Por ese motivo los ancianos deben ser “tenidos por dignos de doble honor” en la iglesia, “mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”, según le escribe Pablo a su discípulo Timoteo (1Tm 5:17). También les toca reprender a los que promueven falsas doctrinas (Tt 1:9-11).

Desde su primer viaje misionero Pablo y Bernabé nombran ancianos en cada iglesia que fundan para que la gobiernen en su ausencia (Hch 14:23). En las iglesias de la gentilidad los ancianos son nombrados por los apóstoles, o por las personas delegadas por ellos, para que ejerzan autoridad en representación suya (Tt 1:5).

Debido a la gran responsabilidad que ejercen, Pablo establece altos requisitos para ser nombrado anciano: Deben ser irreprensibles (es decir, que no haya nada que reprocharles), temerosos de Dios, maridos de una sola mujer (porque entonces había mucha ligereza de costumbres), que muestren los frutos del Espíritu Santo en sus vidas, que no sean amantes del vino, que sean capaces de enseñar y de refutar a los herejes, pero que a la vez no sean aficionados a las contiendas y discusiones, y que no se dejen enredar en controversias vanas (1Tm 3:1-7; Tt 1:5-9).

El término “obispo”, que ha usado Pablo en su despedida en Mileto, y en la epístola a Tito, ambas citadas arriba (Hch 20:17; Tt 1:7), proviene de la palabra griega epíscopo (que está formada por la preposición epí, que quiere decir “sobre”; y del verbo skopeo, que quiere decir “mirar”) y que significa “supervisor”, esto es, el que “mira sobre algo”. Ambos términos, “obispo” y “anciano”, son intercambiables en la práctica en el Nuevo Testamento, tal como puede verse en Tt 1: 5 y 7, donde se mencionan los dos términos, pero se habla de una sola función, que se refiere a la responsabilidad de vigilar y supervisar que tienen los ancianos, y que incluye además la de ser jueces en la congregación (3).

A ese respecto, Pablo se queja de que en Corinto haya hermanos que acudan a los jueces incrédulos para resolver disputas entre ellos, como si en la iglesia no hubiera personas sabias que puedan juzgar entre hermano y hermano cuando haya diferencias entre ellos (1Cor 6:2-6).

Por lo que se refiere a las posibles faltas que puedan cometer los ancianos, Pablo advierte: “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre.” (1Tm 5:1). Más adelante indica: “Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos.” (1Tm 5:19).

Sin embargo, Pablo parece contradecir el significado primario de la palabra “anciano”, que se refiere a la edad, porque él nombra como anciano a uno que era joven, esto es, a su discípulo Timoteo, a quien pone al frente de la iglesia de Éfeso, pues le escribe: “que nadie te reproche tu juventud.” (1Tm 4:12).

O sea, que el anciano no tiene que ser necesariamente anciano en edad. Puede también ser joven, valga la paradoja. Es posible que los pastores de muchas iglesias hayan tomado el apunte de ese pasaje paulino, porque han nombrado como líderes que ejercen autoridad a algunos hombres y mujeres jóvenes.

En el libro del Apocalipsis la palabra “anciano” ocurre con mucha frecuencia referida al grupo de 24 ancianos que rodean el trono de Dios (5:5,6,8; 7:11,13; 11:16; 14:3; 19:4). Allí leemos que el apóstol Juan, estando en el espíritu, vio un gran trono y a uno sentado en el trono, cuyo aspecto “era semejante a piedra de jaspe y de cornalina.” (Ap 4:2,3).

Alrededor del gran trono había 24 tronos, y “sentados en ellos había veinticuatro ancianos, vestidos con ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas”. (Ap 4:4).

¿De dónde viene eso de 24 ancianos? En el libro del Apocalipsis casi todo tiene antecedentes en el Antiguo Testamento.

El número 24 puede ser aquí una referencia a los 24 grupos sacerdotales que oficiaban por turnos, o suertes, en el templo de Jerusalén, y que tenían un anciano a la cabeza de cada grupo (1Cro 24:7-18).

O puede ser una referencia a los 12 patriarcas y a los 12 apóstoles, que suman 24. Los doce patriarcas representan a la congregación del Antiguo Testamento; los doce apóstoles, a la iglesia del Nuevo Testamento. O puede ser una alusión a los 24 libros que tiene la Biblia hebrea.

Los 24 ancianos del Apocalipsis tienen arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos, y entonan un cántico nuevo al Cordero Inmolado (Ap 5:8,9).

Quiero terminar haciendo mención de un pasaje del profeta Daniel -cuyo eco resuena en Apocalipsis- y en el cual la palabra “anciano” adquiere una dimensión suprema, una altura y una solemnidad especial: “Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos (Ap 20:4), y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia (Ap 1:14); y su trono, llama de fuego, y las ruedas del mismo fuego ardiente.”

“Un río de fuego procedía y salía de delante de Él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de Él (Ap 5:11). Y el juez se sentó, y los libros fueron abiertos.”

¿Qué libros? Los libros en que están escritos todos los hechos de nuestras vidas, según los cuales hemos de ser juzgados (Ap 20:12).

“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, (Ap 1:7,13; 14:14)
que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de Él.”

“ Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran (Ap 11:15). Y su dominio es dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Dn 7:9,10,13,14).

¿Quién es ese “Anciano de días” que vio Daniel en visión, sino el Padre Eterno? De manera que es un gran honor ser llamado anciano, porque “Anciano de días” es uno de los nombres de Dios en la Biblia.

¿Y quién es Aquel que tiene aspecto como de “hijo de hombre”, a quien es dado dominio sobre todas las naciones, sino el mismo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, cuyo reino eterno nunca pasará?

A ambos pues, démosles gloria, al Padre y al Hijo, al Anciano de días y al Hijo del Hombre que vino para salvarnos.

Notas: 1. Es interesante notar que en el relato de la pasión en Lucas el término “anciano” casi no figura, posiblemente para no echar una sombra sobre esa palabra que jugará un papel importante en la historia de los primeros pasos de la expansión de la iglesia entre los gentiles, que narra el mismo Lucas en el libro de Hechos. En el evangelio de Juan, los sacerdotes, escribas, fariseos y ancianos son designados con el término genérico de “los judíos”.
2. La palabra griega presbus quiere decir originalmente “embajador”, pero suele usarse en el Nuevo Testamento en el sentido comparativo de persona mayor de edad: presbúteros. En ese sentido simple es usada en Lc 15:25; y en plural (presbúteroi) en Jn 8:9 y Hch 2:17. En masculino y femenino es usada en 1Tm 5:1,2. En plural es también usada en el sentido de “antecesores” en Mt 15:2 y Mr 7:3,5. En todas las ciudades de Israel había ancianos del pueblo sin ninguna conexión con el sanedrín (Lc 7:3), que sí estaba conformado en parte por ancianos de elevada posición (Mt 16:21; 26:3; 27:41; Mr 11:27; 15:1; Lc 20:1; 22:52. De presbúteros vienen las palabras españolas “presbítero”, “presbiterio” (consejo de ancianos) y “presbiteriano” (Iglesia gobernada por un consejo de ancianos). “Presbítero” en español es el título del sacerdote en la Iglesia Católica. De presbúteros derivan las palabras “priest” en inglés, “pretre” en francés e italiano, “priester” en alemán, que quieren decir todas “sacerdote”. (Esta nota, así como la nota correspondiente en el artículo anterior, está basada en parte en las excelentes anotaciones de Spyros Zodhiates en “The Hebrew-Greek Study Bible”)
3. La separación de funciones entre “anciano” y “obispo”, con supremacía del segundo, es una evolución posterior que data del siglo II.

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martes, 27 de octubre de 2009

LA OFENSIVA DEL ABORTO

Se ha iniciado en el Perú una nueva ofensiva para lograr la legalización del aborto, esta vez con el pretexto del llamado “aborto terapéutico” (cuando la salud de la madre podría estar en peligro a consecuencia del embarazo), del llamado “aborto eugenésico” (cuando el feto presenta malformaciones o tiene problemas de tipo genésico), y de la violación.

Esta ofensiva no es casual, sino obedece a una estrategia de muy largo plazo, concebida por los que se han propuesto imponer a nuestra sociedad la aceptación del más vil de los asesinatos, el de los inocentes indefensos.

Lo primero que tiene que observarse es que esta campaña es alimentada por mentiras clamorosas, como la fábula de que en el Perú se producen 400,000 abortos al año, es decir, más de mil abortos al día. ¿Es creíble esa cifra? ¿Sobre qué datos se basa si, por definición, siendo el aborto ilegal a Dios gracias hasta la fecha, no se compìlan estadísticas al respecto?

Es el mismo tipo de mentiras que se usaron en los EEUU hasta el cansancio, para ablandar a la opinión pública hace más de 40 años. Uno de los estrategas de la campaña pro-aborto, el Dr. B. Nathanson, (que llegó a tener en Nueva York la clínica abortista más grande del mundo, pero que luego, atormentado por tanta sangre inocente derramada, se convirtió a Cristo) puso al descubierto las mentiras y falacias que su organización había usado para obtener que la Corte Suprema de ese país legalizara el aborto en 1973.

Lo segundo es que una vez que se abre la puerta al aborto como medida excepcional, la brecha se va abriendo poco a poco hasta convertirse en una puerta amplia que permite las excepciones más caprichosas. La salud de la madre en peligro puede llegar a incluir malestares psicológicos como excusa para abortar. Es sabido, al contrario que el aborto suele producir estragos psicológicos en las mujeres que se someten a él.

Tercero, es que si bien tener un hijo excepcional puede ser una carga para muchas familias sin recursos, son millares los testimonios de padres que han bendecidos por el nacimiento de un hijo excepcional.

Cuarto, la violación es un crimen que no es suficientemente sancionado en nuestro país. Antes que permitir el aborto en casos de violación, debe incrementarse las penas de modo que pocos hombre estén dispuestos a dejarse llevar por sus pasiones o deseos abusando de una mujer. La violación de menores acompañada de la muerte de la víctima debe ser sancionada con cadena perpetua. La violación con contagio del Sida debe ser sancionada con cárcel efectiva no menor de 20 años. La violación acompañada de lesiones debe ser sancionada con prisión efectiva no menor de 8 años. Aun en los casos menos graves la sanción debe ser siempre cárcel efectiva. No creo que haya hombres que estén dispuestos a pasar varios años en la cárcel para satisfacer sus deseos.

En los casos en que haya embarazo a consecuencia de la violación, debe poderse ofrecer a la madre renuente la opción de entregar a su hijo en adopción. Hay organizaciones cristianas que cumplen un excelente papel en estas circunstancias.

Detrás de esta campaña se mueve muchísimo dinero que compra conciencias o las ablanda. Hay varias organizaciones en el país que ofrecen servicios útiles como fachada de su verdadero propósito: promover la legalización del aborto. Las organizaciones abortistas en los EEUU reciben grandes aportes económicos del sector privado que les sirven para financiar a sus filiales en el extranjero.

No es coincidencia el hecho de que esta ofensiva (junto con campañas paralelas en otros países latinoamericanos) se realice al mismo tiempo que se está debatiendo en el Congreso americano una iniciativa presentada por el presidente Obama para reformar el sistema de los seguros médicos en ese país. Esa reforma es sin duda necesaria, porque el actual sistema deja injustamente a muchos millones de ciudadanos sin cobertura pero, lamentablemente, propone también que el estado financie los abortos, tal como ocurre ya en Europa.

Es bueno recordar que la campaña electoral del presidente Obama fue financiada con millonarios aportes de las entidades abortistas, y que él ha colocado en puestos claves de la salud pública a conocidos activistas pro-aborto, que no están ociosos para promover su ideología.

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EL ANCIANO I

Antiguo Testamento
El presente texto está basado en la trascripción de una charla dada recientemente en el ministerio de la Edad de Oro de la Comunidad Cristiana Agua Viva.

Pienso que a ninguno de los que estamos acá –incluyéndome a mí- le gusta que le digan anciano. Y sin embargo la palabra “anciano” es muy honrosa en la Biblia, y está acompañada de gran prestigio. Para ver por qué y cómo, y cuán ilustre es el “pedigree”, la prosapia de esta palabra, voy a ofrecerles una charla cuyo título es precisamente “El Anciano”.

No podemos negar que en nuestros días la palabra “anciano” tiene una connotación negativa, casi peyorativa, humillante. Por eso empleamos en su lugar eufemismos tales como “adulto mayor”, o “persona de la tercera edad”. Dicen que a partir de los 80 (ya casi estoy ahí) es la “cuarta edad”. ¿A partir de los 100 años será la “quinta edad”? ¿Quién quisiera llegar a la “quinta edad”? A mi me encantaría, siempre y cuando llegue fresco como un pollo.

En nuestra iglesia, por generosidad de nuestros pastores principales, y por iniciativa de nuestro hermano y pastor José y de su esposa Gladys, se ha fundado el ministerio de la “Edad de Oro”. El nombre es muy apropiado, porque es la edad en la que el fruto de la vida alcanza su plenitud.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que esta desvaloración de la edad avanzada a la que me he referido es cuestión de una moda cultural reciente, que puede ser pasajera y que podría ser revertida. Ahora muchas empresas piensan que un funcionario a los 40 años ya está demasiado viejo para nombrarlo Gerente General. Los altos funcionarios de los bancos tienen una edad promedio de 35 años. Conseguir un trabajo bien renumerado después de los 40 es muy difícil, y después de los 50, es prácticamente imposible. A esos supuestos viejos se les arruma cuando están en la plenitud de sus capacidades.

Pero antes no era así, sino todo lo contrario. El mundo antiguo privilegiaba la ancianidad. Roma era gobernada por el “senado”, que estaba formado por los ciudadanos “senior”, palabra latina que quiere decir “anciano”; esto es, en aquellos tiempos de menor expectativa de vida, por los ciudadanos mayores de 45 años. En Grecia ocurría algo parecido. Igual entre los árabes. La palabra “sheik”, que sin duda ustedes conocen por los “comics” de antaño que leían de niños, quiere decir “anciano”.

En nuestro país, hasta no hace mucho los jóvenes tenían que esperar que los viejos se murieran para poder ser ascendidos. Los mejores cargos eran para los mayores de 60.

Ni ocurre en todas las culturas lo que ocurre ahora en la nuestra, por influencia norteamericana naturalmente. Por ejemplo, el Japón es conocido por ser una “gerontocracia” (Nota 1), una sociedad gobernada por ancianos. Para ser primer ministro hay que tener por lo menos 70 años, si no más. Bueno, ahora admiten a los menores de 70 siempre y cuando sean mayores de 60.
Pero basta de introducción, y vayamos al tema.

En la antigüedad bíblica los ancianos encarnaban la autoridad. Eso lo vemos, por ejemplo, en la historia de José, en Génesis 50:7, en donde se habla de los ancianos de la casa del Faraón y de la tierra de Egipto. O en Números 22:7, donde se habla de los ancianos de Moab y de Madián, es decir, de las autoridades de esos pueblos.

Se suponía, con razón, que el anciano está lleno de experiencia y de sabiduría, y es la persona a la cual hay que acudir para pedir consejo. Por ejemplo en el libro de Job se dice: “En los ancianos está la sabiduría y en la larga edad, la inteligencia.”(Jb 12:12).

Al anciano se le debe honrar dice el Levítico: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano.” (Lv 19:32). Yo recuerdo que cuando era niño me enseñaron a levantarme cuando entraba al salón una persona de edad, y a ofrecerle mi asiento. Me temo que eso es algo que ya no se enseña ni a los niños ni a los jóvenes. Sin embargo, es una muy buena costumbre y una señal de buena educación.

Cuando Dios ordena a Moisés que vaya a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, no le dice que vaya a hablar a la multitud de los israelitas directamente, sino que vaya a hablar a los ancianos del pueblo, porque ellos representan al pueblo y tienen autoridad. (Ex 3:16). (2)

Por consejo de Jetro, su suegro, Moisés nombra 70 jueces para que compartan con él la responsabilidad de juzgar los asuntos del pueblo. (Ex 18:13-27). No se menciona en ese pasaje la palabra “anciano”, pero está sobreentendida. Pero se dice que los jueces deben ser:
- virtuosos,
- temerosos de Dios,
- que aborrezcan la avaricia (para que no sean tentados por el soborno)
- veraces.

¿Cuántos de los que estamos aquí podemos decir que esas cualidades nos describen a nosotros?
En el pasaje paralelo (Nm 11:16,17), sí se menciona la palabra “anciano” y Dios le dice a Moisés: “Tomaré de tu espíritu y lo pondré sobre ellos.”

Eso es muy interesante, porque quiere decir que cuando el pastor nombra “ancianos” en la iglesia (es decir, líderes que compartan con él la responsabilidad pastoral) Dios toma parte del Espíritu Santo que reposa sobre el pastor y lo pone sobre cada uno de sus colaboradores que está ordenando.

El Espíritu Santo es Dios y está muy por encima de nosotros, pero en cierta manera hay una unción personal que se transmite del mayor al menor, como cuando Eliseo le pide a Elías, antes de que sea levantado al cielo, que repose sobre él una doble porción del Espíritu que el profeta anciano tenía (2R 2:9). Y le fue concedido lo que había pedido porque Eliseo realizó mayores milagros de los que Elías había hecho.

Cuando Dios iba a dar a Moisés las tablas de la ley, Él le ordena que suban al monte él, Aarón, sus dos hijos y setenta ancianos, pero éstos no debían acercarse, sino sólo inclinarse de lejos (Ex 24:1,2). Así hicieron y tuvieron como una visión de Dios de lejos (v.9,10). Posteriormente Moisés subió a la cima y un nube cubrió el monte, “y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí.” (v. 12,16).

En varios pasajes del Pentateuco vemos cómo Moisés encarga que cuando el pueblo se establezca en la Tierra Prometida, los ancianos administren justicia. Por ejemplo, deben
- investigar los asesinatos (Dt 21:2);
- apresar y juzgar a los asesinos que se escondan en las ciudades de refugio (Dt 19:12) (3);
- velar por la castidad de la novia (Dt 22:15-19).

Los ancianos tenían que velar también porque el pueblo recuerde las proezas que Dios hizo con ellos cuando los sacó de Egipto, para que el pueblo le sirva fielmente cumpliendo su ley (Dt 32:7-10).

Si los ancianos no cumplen esa obligación, el pueblo olvidará lo que Dios ha hecho por ellos y se apartará de Él, como en efecto ocurrió en la época de los jueces (Jc 2:7-10).

Nosotros los mayores somos responsables de trasmitir a los jóvenes, a nuestros hijos y nietos, los recuerdos y tradiciones de nuestra familia. La pérdida de los recuerdos familiares tiene como consecuencia una pérdida de la identidad personal. Esa es una de las causas por las cuales nuestra juventud carece de raíces y, como consecuencia, está desorientada. No sé si todos, pero muchos tenemos antepasados de los cuales nos enorgullecemos, que no fueron necesariamente personas famosas o ricas, pero sí personas honestas, que cumplieron su deber, o que se sacrificaron por una causa noble, o que murieron defendiendo a su patria. Los recuerdos de nuestros mayores nos orientan en la vida y nos dan la seguridad de lo que somos. Tenemos de quiénes orgullecernos, y ese orgullo sano –siempre que no sea exagerado- nos inspira y nos sostiene en la vida. Los jóvenes que no tienen mayores de quiénes sentirse orgullosos tienen una identidad débil, que tratarán de compensar haciendo quizá cosas de las después pudieran arrepentirse. Es decir, si Dios no viene en su ayuda y les da una identidad mejor, una identidad divina como hijos de Dios, que es superior a cualquier identidad humana.

¡Cuán bienaventurados son los que pueden decir que la gracia de Dios se manifestó en la vida de sus padres, o de sus abuelos, o de alguno de sus antepasados, o que Dios los salvó de situaciones difíciles! Si hechos semejantes forman parte de los recuerdos familiares, como sé de algunos, ellos tienen la obligación de transmitirlos a sus hijos, nietos y descendientes, para que no los olviden y sepan que Dios es real y se preocupa por nosotros.

A lo largo de la historia de Israel vemos la presencia constante de los ancianos a la vez como representantes y como autoridades del pueblo. Por ejemplo, los ancianos de Israel van donde el profeta Samuel, que estaba ya viejo, para pedirle que les nombre un rey como tienen los demás pueblos (1Sam 8:4,5). Samuel se molesta porque piensa: Ya no quieren que yo les gobierne. Pero Dios le dice: Hazles caso. Y Samuel les ungió a Saúl como rey, pero no sin advertirles todas las cargas que el rey impondría sobre ellos (1Sam 8:9-18).

Más adelante vemos cómo los ancianos de Israel, después de muerto Saúl, ungen a David como rey (2Sam 5:3; 1Cro 11:3).

Muerto David, Salomón convoca a los ancianos de Israel para traer el arca de la alianza al templo que él había construido en Jerusalén (2Cro 5:2-5).

¿Quiénes cargaron el arca? ¿Los jovencitos? No, ese honor les cupo a los ancianos.

Ante la rebelión de las tribus del Norte, su hijo y sucesor, Roboam, pide consejo a los ancianos que habían estado delante de su padre (1R 12:6,7) pero, desgraciadamente, no les hace caso, sino sigue el consejo contrario y necio de los jóvenes que eran sus amigos. Como consecuencia el reino se divide en dos reinos rivales, y él se queda con la parte menor (vers. 8 al 17). Si les hubiera hecho caso, otra habría sido su suerte y la de su pueblo.

Cuando en tiempos de Josías se encuentra el libro de la ley, que por descuido se había extraviado, y no se cumplían sus mandatos, el rey convoca a todos los ancianos y a todo el pueblo para que oigan la lectura del libro sagrado (2R 23:1-3). Con esa ocasión comienza un gran avivamiento en Judá.

Durante su cautividad en Babilonia, el pueblo, privado de su libertad, siguió teniendo ancianos a su cabeza (Jr 29:1; Ez 14:1; 20:1). Pero también los que habían quedado en Judá seguían teniendo ancianos que los gobernaban, aunque mal porque no los apartaron de la idolatría que había causado su ruina. (Ez 8:1). ¿De qué sirve tener ancianos que gobiernen si no guían al pueblo en el temor de Dios?

El anciano siempre debe dar buen ejemplo, porque si lo da malo ¿qué cosa podemos esperar de los jóvenes?

Durante la época de la dominación griega, que va desde el año 323 AC, cuando Alejandro Magno conquistó Israel, hasta el año 63 AC, en que Jerusalén fue conquistada por los romanos, hubo un consejo de ancianos llamado “gerusía”, según narran 1Mac 12:6 y 14:20, y el historiador Josefo. Ese consejo tomará pronto el nombre de “sanedrín” tal como lo conocemos nosotros por los evangelios, y estaba formado por los sacerdotes, los escribas (en su mayoría fariseos) y por los ancianos de Israel, es decir, por las personas notables por su posición y experiencia.

Notas: 1. La palabra “gerontocracia” viene del griego gerontos (anciano, adjetivo) y kratos (poder) y significa gobierno por un consejo de ancianos. La palabra “gerusía” (Ver más arriba) tiene el mismo origen etimológico.
2. La palabra hebrea que traducimos como “anciano” es zakén (que la Septuaginta traduce como presbúteros). Cuando se la usa como sustantivo plural, el contexto determina si se trata del cuerpo gobernante de ancianos o de la clasificación correspondiente a la edad avanzada. Como lo primero solían sesionar en las puertas de la ciudad (Pr 31:23) para resolver diversos asuntos (Dt 21:1-9; Rt 4:11), siendo el “quórum” requerido diez hombres (Rt 4:2).
3. La legislación mosaica preveía el establecimiento de ciudades de refugio en las que el que hubiera matado involuntariamente a una persona pudiera refugiarse y escapar hasta que fuera juzgado, del “vengador de la sangre”, el pariente encargado de matar al asesino. (Nm 35:9-28; Dt 19:1-13; Jos 20:1-9).

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martes, 13 de octubre de 2009

EL MAESTRO: FUNCIONES Y RESPONSABILIDAD

Teniendo en cuenta que debe haber en las iglesias muchas personas que han escogido el magisterio como carrera, pongo a disposición de mis lectores el texto de una charla dada recientemente ante un grupo de maestros y estudiantes de pedagogía.
1. El maestro cumple dos funciones principales, que se designan haciendo una distinción entre el profesor y el maestro: Transmitir conocimientos y formar el carácter de sus alumnos.

Pero formar el carácter es más importante que impartir conocimientos, porque los conocimientos se renuevan o se olvidan, pero el carácter perdura e influye en toda la vida.

El maestro forma el carácter de sus alumnos en gran medida a través de la influencia que ejerce en ellos.

Los niños influyen unos sobre otros, para bien o para mal, pero los padres son la influencia principal, porque conviven con ellos y porque el niño depende de ellos.

La influencia de los padres puede ser constructiva o destructiva.
Es lo primero cuando los padres forman un hogar estable y son personas que asumen su papel con sentido de responsabilidad, pero sobre todo, con cariño. Es lo segundo con frecuencia cuando los padres están separados o cuando, aun permaneciendo juntos, reina en el hogar un clima de tensión; o cuando los dos progenitores, o uno de ellos trata mal a sus hijos, o los descuida. Pero sobre todo, cuando les dan mal ejemplo.

Luego viene la influencia del maestro.
El maestro influye en sus alumnos sin querer hacerlo y queriendo hacerlo; es decir, voluntaria e involuntariamente, por el solo hecho de que sus alumnos pasan varias horas al día con él o ella.

La influencia más profunda el maestro la ejerce involuntariamente.
¿Cómo la ejerce?
A través de su conducta que es, a la vez, reflejo de su carácter.

Entonces, podemos decir que el maestro influye en el carácter de sus alumnos a través de su propio carácter.

Como ocurre en el caso de los padres, el carácter del maestro deja una huella en sus alumnos.
Lo hace porque su carácter se manifiesta en la forma cómo actúa, cómo se desempeña y cómo enseña.

2. La influencia del maestro sobre sus alumnos se profundiza mediante el conocimiento que él tenga del carácter y personalidad de cada uno de ellos, pero también mediante el conocimiento mutuo.

El maestro necesita conocer el carácter de sus alumnos individualmente, porque sólo así puede dar a cada uno el tratamiento que le conviene.
Si no conoce a sus alumnos individualmente el trato que les dé puede ser inadecuado o dañino.

Es un hecho que el conocimiento de la personalidad de sus alumnos se dificulta cuando son muchos en clase, o cuando el maestro no puede estar con ellos en el recreo, donde el contacto es más informal y espontáneo y, por tanto, más revelador.

De otro lado, el maestro no tiene por qué tener miedo de que sus alumnos lo conozcan, a menos que tenga algo que ocultar.

3. El maestro influye positivamente en sus alumnos cuando ellos lo admiran.
Si no lo admiran no influirá en ellos, o influirá muy poco.
Naturalmente, para que sus alumnos lo admiren el maestro debe tener rasgos dignos de admiración.
Esos rasgos serán principalmente de carácter, pero también pueden ser de inteligencia o de habilidad.

El éxito del maestro se mide por el grado con que sus alumnos quieren ser como él.
Esto es, en la medida en que quieran imitarlo.

“Yo quiero ser como mi maestro” es el mayor elogio que puede recibir un maestro de sus alumnos.
¿Pueden tus alumnos decir eso de ti? ¿Lo dicen, o lo piensan?
¿Eres un modelo para tus alumnos?
¿O al revés, ellos no quieren de ninguna manera ser como tú?
Piensa en esto: Los niños y adolescentes son jueces muy objetivos de sus maestros y de sus padres.

Si tú no eres un modelo para tus alumnos estás fracasando como maestro.

Si tus alumnos te admiran, te imitarán. Pero más te imitarán si te aman.
Si no te aman ni te admiran, les serás indiferente, o te detestarán.

¿Puede un maestro ser amado por sus alumnos? No es fácil porque tiene que ser severo en ocasiones.
No obstante, pese a su severidad ocasional, los alumnos amarán a su maestro, si en su necesaria severidad eventual, él es siempre justo.

4. Los jóvenes buscan modelos que imitar. Los necesitan porque sus personalidades están en formación.
Ellos se topan con muchos modelos que son poco útiles, o que son directamente dañinos.
Estos últimos a veces los atraen porque gozan de prestigio en determinados ambientes, como en los bajos fondos donde hay mucha delincuencia y donde los delincuentes son admirados.

Pero en la mayoría de los casos sus modelos suelen ser: deportistas, o cantantes, o actores, o estrellas del mundo del espectáculo. O pueden ser políticos, o figuras públicas.
Antes los militares eran modelos de la juventud. Ya no.

5. Para ser amado hay que ser “amable”, es decir, digno de ser amado.
¿Lo eres? Examínate.
Quizá estás fallando porque les caes antipático. En ese caso, necesitas cambiar de actitud y convertirte en un maestro a la vez firme y amable.

¿Qué rasgos de carácter tienes que te hagan digno de ser amado o admirado por tus alumnos?
¿Eres cortés? Toma nota: Lo cortés no quita lo valiente.
Nunca trates mal a un alumno, ni siquiera por motivos de disciplina.

Aun castigando el maestro debe mostrar respeto por el alumno.
El alumno recto desea ser castigado o reprendido si se porta mal.
Si no es castigado o reprendido cuando lo merece, su sentido innato de justicia es frustrado y, lo que es peor, concluye que puede salirse con la suya.
Pero para ser efectivos, el castigo o la reprimenda deben ser justos.

6. Muchos alumnos necesitan, ansían, ser respetados por sus maestros, porque en su casa no son respetados.

En el Perú se maltrata mucho a la infancia, en contraste con otros países donde se la trata bien.
El adulto que fue bien tratado de niño, es seguro de sí mismo y tiene una alta autoestima.
El que fue tratado mal es lo contrario: inseguro, y tiene una baja autoestima.
Buena parte de la inseguridad que suele mostrar el peruano viene del maltrato, o del descuido, sufrido en la infancia.

7. Volviendo al tema de la admiración, seguramente tú deseas que tus alumnos te admiren, pero, ¿mantienes la calma o eres irascible?
¿Demuestras tener dominio propio?
Para ejercer autoridad necesitas ejercerla primero sobre ti mismo.
El que quiera dominar a otros debe primero dominarse a sí mismo. Y el maestro necesita dominar la indisciplina de sus alumnos.

8. ¿Eres íntegro? Tus alumnos se darán cuenta rápidamente si no lo eres.
Si no eres íntegro no te valorarán. No te harán caso.
Lo que les digas les entrará por un oído y les saldrá por el otro.
Sólo si eres íntegro tus palabras tendrán peso para ellos.

9. El maestro que es admirado y querido por sus alumnos crea un espíritu de cuerpo en su clase.
Eso da una fuerza muy grande al grupo.
Es como el entrenador en el fútbol.
Si los jugadores no lo admiran, no se sienten estimulados a jugar bien, o a superarse.
Un entrenador admirado por sus jugadores saca lo máximo de sus pupilos.

10. El maestro debe saber valorar a sus alumnos; debe descubrir sus cualidades y talentos, y decírselo para estimularlos.
El aprecio es un gran estímulo.
No seas avaro con tus palabras de elogio y de estímulo.
“Si tú me aprecias, estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidas”.

Cuando una persona es valorada se desarrolla intelectual y humanamente, y crece.
Si no es valorada es como la planta que crece raquítica porque le faltó agua.

11. El verdadero maestro moldea el carácter de sus alumnos.
Las pruebas y las exigencias son muy útiles con ese fin (el garrote)
Pero también debe usarse la zanahoria (el estímulo, el premio).

Resumiendo: ¿Cómo moldea el maestro el carácter de sus alumnos?
Conociéndolos, estimulándolos, corrigiéndolos, pero sobre todo, SIENDO EJEMPLO.

La mejor enseñanza que los padres pueden dar a sus hijos se la dan con el ejemplo.
Igual sucede con los maestros. La enseñanza más elocuente que ellos dan a sus alumnos, se la imparten con el ejemplo.

Los alumnos aprecian más o menos a sus maestros según sea el ejemplo que les dan.

Ellos tienen una percepción intuitiva de la calidad humana del maestro, que va de más a menos, según cómo se comporte el maestro dentro y fuera de clase.
Según el vocabulario que use.
Según el dominio que ejerza de sí mismo.
Según la forma cómo reaccione ante los comportamientos equivocados de sus alumnos.
Según la forma cómo se viste, si es correcta o descuidada. O, en el caso de las maestras, si su indumentaria es sobria o provocativa.
Según la rectitud e imparcialidad que demuestren.
(Los favoritismos conspiran contra la autoridad del maestro)

Según sea la percepción que tengan de la integridad de su maestro, tomarán más o menos en cuenta sus consejos.

En los temas esenciales o profundos nadie hace caso de lo que dice una persona de cuya integridad se dude.

A la larga, el prestigio de una persona depende de la integridad que demuestre.

El maestro que no es íntegro, carece de prestigio y ningún alumno querrá ser como él.
Su impacto en sus alumnos será negativo.

Integridad es más que honradez.
La integridad abarca la vida entera. La honradez se refiere sobre todo al ámbito económico.

Si el maestro demuestra no ser íntegro, sus alumnos no lo apreciarán, aunque sea inteligente.
Si es deshonesto, lo despreciarán.

12. El maestro debe cumplir siempre su palabra. Si no es hombre o mujer de palabra firme, si incumple lo que promete, pierde credibilidad ante sus alumnos.
Si ha amenazado con aplicar un castigo de producirse determinado caso, y ocurre lo previsto, debe aplicar el castigo anunciado.
No amenace y después no cumpla. De lo contrario ya no lo tomarán en serio.

13. El maestro debe dominar las materias que enseña.
Si no las domina, los alumnos se darán cuenta rápidamente de sus deficiencias.

Para dominar una materia el maestro debe estudiar constantemente, actualizarse.
Debe renovar sus conocimientos con ideas nuevas.
Eso supone investigar.

Cuando el maestro estudia e investiga, tiene cosas nuevas que ofrecer a sus alumnos que les interesen y capten su atención.
Su clase se vuelve interesante porque tiene conocimientos frescos que compartir.

Si el maestro enseña lo mismo que enseñó el año anterior, enseñará sin entusiasmo y puede aburrir a sus alumnos.

El maestro debe buscar entusiasmar a sus alumnos por las materias que les enseña, porque ellos aprenden mejor lo que les entusiasma. Para comunicar entusiasmo él mismo debe estar entusiasmado por la materia que enseña.

14. El maestro no debe tolerar la indisciplina y el desorden en clase.
Necesita estar atento para detectar los focos de indisciplina a fin de mantener el orden en el aula.
Si hay ruido en el salón de clase debe callarse y sólo reanudar la clase cuando cese el cuchicheo.
Si es indispensable debe expulsar a los revoltosos.

Pero después de expulsado, el maestro debe llamar al revoltoso y hablarle; interesarse por él.

Los alumnos que crean problemas en clase suelen ser los que tienen problemas en casa.
Es probable que su hogar sea problemático y que el alumno sufra como consecuencia.

El maestro debe tratar de indagar los problemas que hay en el hogar del alumno rebelde.
Necesita conocer a sus padres o tutores; ganarse su confianza.
Es posible que los padres necesiten consejería psicológica, o algo más que eso. Pero el maestro puede ayudar a los padres a lidiar con los problemas que presentan sus hijos, y quizá pueda hacerles entender –cuando sea el caso- que ellos son la causa principal del problema que afecta a sus hijos.

Si logra eso, la labor del maestro habrá trascendido del marco del salón de clase, y se habrá convertido en un maestro de vida de padres e hijos.

#596 (11.10.09) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. En la página web: www.lavidaylapalabra.com pueden leerse gran número de artículos pasados. También pueden leerse buen número de artículos en www.desarrollocristiano.com. Pueden recpalabe gratuitamente ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Lima; Calle Schell 324, Miraflores; y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. SUGIERO VISITAR MI VISITAR MI BLOG: JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.


LA HUMILDAD DE JESÚS

La vida entera de Jesús fue una lección de humildad. Él la enseñó no sólo de palabra sino, sobre todo, con su ejemplo y su conducta, desde su nacimiento hasta la tumba.
Incluso en su exaltación al resucitar nos dio ejemplo de humildad, pues no la dio a conocer a todo el mundo sino sólo a un pequeño grupo de discípulos, que no eran personas destacadas de la sociedad de entonces, sino más bien, lo contrario. Es decir, incluso en su triunfo se mantuvo oculto.

1. Fue humilde desde antes de nacer porque aunque Él todo lo llena (Ef 1:23) y ningún templo humano lo puede contener, ni aun los cielos de los cielos (1R 8:27), se encerró durante nueve meses en el vientre de una doncella, empezando su existencia en la tierra como un embrión diminuto que ningún ojo podía ver.
Aunque Él es Señor de señores, se sometió al edicto de un soberano humano inferior a Él, para ir a nacer a la ciudad de su linaje como estaba predicho (Lc 2:1-3). Aquel a cuya voz de comando se hizo la luz y todo el ejército de estrellas (Gn 1:3,14), tuvo que pegar un grito angustiado, como cualquier recién nacido, para que el aire hinchara por primera vez sus pulmones (Thigpen).

2. Fue humilde en su nacimiento pues escogió como padres a un hombre y a una mujer del pueblo y sin mayores recursos, aunque ambos eran -o al menos José (Nota 1)- del linaje real de David, según la profecía (Jr 23:5;33:15; Lc 1:32).
No nació en un palacio, como correspondía a un hijo de rey, sino en una cueva donde se guarecía el ganado por la noche. Algunos alegan que sus padres, si no ricos, por lo menos eran acomodados. Pero si lo hubieran sido ni siquiera hubieran tratado de alojarse en el mesón, porque hubieran tenido parientes o conocidos entre los notables de la ciudad, que de buena gana los hubieran acogido. Sus padres pasaron por la humillación, que lo alcanzaba a Él, de que se les negara lugar en la hostería.
Producido el alumbramiento no vino a ver al niño la gente encopetada del lugar, llevándole finos regalos, sino unos humildes pastorcillos de los alrededores, que no tenían nada que ofrecerle, porque ni siquiera sus ovejas les pertenecían. En el episodio de la epifanía angélica se muestra la preferencia de Dios por los humildes y sencillos, porque no envió a sus ángeles a iluminar la noche de los potentados sino la de unos pobres zagales (Lc 2:8-14).
Es cierto que después fue visitado por unos magos venidos de Oriente, que habían sido acogidos en la corte de Herodes, y que el niño recibió de ellos costosos regalos (Mt 2:11). Pero los magos no pudieron regresar por el mismo camino por donde vinieron sino que tuvieron que emprender el viaje de retorno en secreto, porque Jesús desde su nacimiento fue un perseguido (Mt 2:12).
No hubo ningún brasero que calentara el ambiente frío de la cueva sino que, según una tradición que transmite un evangelio apócrifo -y que tiene cierto sustento en Isaías (2)- fue el aliento de un burro y de una vaca lo que dio calor al niño cuando no estaba en brazos de su madre.
No tuvo una cuna recamada de seda y encajes, sino fue acostado en un rústico pesebre donde comía el ganado, y tuvo por almohada un puñado de paja.
El que estaba por encima de la ley, porque era su autor, se humilló naciendo bajo la ley, como si fuera esclavo y no heredero, (Gal 4:4,1) y recibió la vida de una mujer que a Él le debía la vida. El acreedor se hizo pues al nacer, deudor.
El HIjo de Dios, que era la pureza misma, y que no podía decir de sí mismo: "en pecado me concibió mi madre", como el rey David (Sal 51:5b), se dejó circuncidar al octavo día como cualquier hijo de padres pecadores (Lc 2:21). Él, de quien dice la Escritura que es "el primogénito de toda la creación" (Col 1:15) y que vino a rescatar a todo el género humano, tuvo que ser rescatado por sus padres, como cualquier primogénito de mujer, según lo prescribía la ley del Levítico para los pobres, al precio de dos tórtolas o palomos (Lv 12:6-8; Lc 2:24), prueba de que ellos no eran ricos.

3. Aunque hubiera podido tener a su disposición una legión de ángeles que lo defendiera, tuvo que huir de noche a Egipto porque, en su debilidad, no podía hacer frente a los que lo buscaban para matarlo. (Mt 2:13,14)

4. El Creador y Señor del universo, estuvo sujeto a sus padres, obedeciéndoles como cualquier niño (Lc 2:51). El que era la sabiduría misma (Pr 8:22,23), tuvo que aprender las primeras letras, y a contar y a leer. Aunque no está escrito, es probable que, como todo niño judío de su tiempo, fuera a una escuela para memorizar las Escrituras de las que Él era autor y que hablan de Él (Jn 5:39).
Vivió escondido durante 30 años en una pequeña ciudad que no gozaba de buen nombre (Jn 1:46), adoptando como su padre el humilde oficio de carpintero, esto es, el de un artesano que está al servicio de los que lo necesitan y que depende de ellos (Mr 6:3). ¿Podemos imaginar al divino carpintero discutiendo los detalles del mueble que le encargan unos clientes de Nazaret que le regatean el precio de su trabajo?

5. Él, que nunca cometió pecado y en quien jamás se encontró nada digno de reproche (Jn 8:46; Hb 7:26), se hizo bautizar en el Jordán junto con pecadores y publicanos, como si fuera uno de ellos, por un hombre que se reconocía y era inferior a Él, no siendo digno ni siquiera de desatar sus sandalias, y que, por ese motivo, se negó inicialmente a bautizarlo (Mt 3:13-15; Lc 3:16).

6. Se preparó para la vida pública ayunando durante 40 días y dejándose tentar por el diablo como un común mortal. Aunque con una sola palabra de su boca hubiera podido apartar al Maligno (Mt 8:16), se dejó llevar por Lucifer a lo más alto del templo y a la cima de una montaña. Y en ese lugar permitió que Satanás le dirigiera palabras irónicas instándole a arrodillarse delante suyo y a adorarlo (Mt 4:1-11), Él, delante de quien se arrodillan los ángeles y la creación entera (Flp 2:10).

7. Empezó su predicación yendo a Nazaret, la ciudad donde había crecido, para ser rechazado por sus compatriotas, al punto que tuvo que abrirse camino a través de ellos porque querían desbarrancarlo (Lc 4:28-30). No quisieron reconocer al Espíritu que hablaba a través suyo y se escandalizaron de Él diciendo: "¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María?...y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros?" (Mt 13:55-57).
En esa ocasión, como en tantas otras, se cumplió la palabra: "Vino a lo suyo y los suyos no le recibieron..." (Jn 1:11) ¡Qué mayor humillación que su propia sangre no lo reconozca! ¡Hasta sus hermanos no creyeron en Él! (Jn 7:5).

8. Siendo rico se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos con su pobreza (2Cor 8:9), y no tenía dónde recostar la cabeza (Lc 9:58). Durante su vida pública pudo alimentarse gracias a que un grupo de mujeres piadosas se ocupaba de que nada le faltara (Lc 8:3).

9. Escogió como discípulos no a hombres cultos y sabios, sino a rudos e ignorantes del pueblo, en su mayoría pescadores de oficio (Mt 4:18-22).
Cuando los demonios proclamaban que Él era el Hijo de Dios, Él les ordenaba callarse (Mr 1:23-25,34, y pedía a los enfermos que sanaba que no divulgaran el hecho (Mt 8:4;9:30).

10. Predicó preferentemente a los pobres y a los enfermos y le gustaba rodearse de niños, a quienes, por lo general, los mayores no dejaban a acercarse a los adultos (Mr 10:13,14). Se sentaba a comer con publicanos y pecadores, odiados por el pueblo y despreciados por la gente piadosa (Mt 9:10,11).

11. Se sometió a las flaquezas de nuestra carne, experimentando hambre, sed y cansancio (Jn 4:6-8), Él, cuyo poder sostiene la creación (Hb 1:3) y que es fortaleza de los desfallecidos (Flp 4:13).
Siendo Él la encarnación de la verdad (Jn 14:6), se sometió a la humillación de que los judíos pusieran en duda su palabra (Jn 5:43; 8:45) y la discutieran, llegando incluso algunos a sugerir que estaba endemoniado (Jn 8:48). Inclusive algunos de sus discípulos, desconfiando de Él, lo abandonaron (Jn 6:66),
No se exaltó a sí mismo sino que remitió todo juicio al Padre (Jn 8:16), cuya gloria buscaba, no buscando la propia (Jn 8:49,50). Al Padre atribuía su doctrina, no a su propia ciencia (Jn 7:16; 8:28) e, incluso también, los milagros que obraba (Jn 14:10).
Él, a quien sirven los ángeles (Mt 4:11) dijo de sí mismo que no había venido para ser servido sino para servir. (Mt 20:28).

12. Tuvo su momento de gloria cuando fue aclamado por la multitud a su entrada a Jerusalén, pero lo hizo no llevado por un carruaje sino montado sobre un pollino, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Zacarías (Jn 12:14,15; Zc 9:9), y no trató de explotar ese éxito momentáneo para aumentar su popularidad, como habría hecho un político, sino que se retiró enseguida a Betania (Mr 11:11).
Cuando la gente quiso coronarlo rey se ocultó de ellos (Jn 6:15), pero cuando lo cubrieron de reproches se mostró a la vista de todos, humillado, sangrante y digno de lástima (Jn 19:4,5). El que corona de gloria a sus siervos fieles, fue coronado de espinas por enemigos crueles.
Pasó por la afrenta de que el populacho prefiriera salvar la vida de un delincuente antes que la suya, a pesar de que Él había sanado a tantos y nunca había hecho mal a ninguno (Lc 23:17-23; Hc 3:14). El más admirable de todos los hombres aceptó ser tratado como el más despreciable.

13. Pero el ejemplo de humildad más alto lo dio Jesús en la Ultima Cena, cuando se inclinó a lavar los pies de sus discípulos: "¿Cómo -protestó Pedro- tú me vas a lavar los pies a mí? De ninguna manera".
Era una protesta justificada. En la antigüedad la tarea de lavar los pies a los que entraban a una casa con las sandalias cubiertas de polvo correspondía a los esclavos. Nunca el dueño de casa, o el anfitrión, se hubieran rebajado a hacerlo personalmente. Habría sido una humillación abyecta.
Pero Jesús quiso lavarle los pies a cada uno de sus discípulos:
"Si yo no te lavo los pies ahora, no tendrás parte conmigo."
¿Cómo, Jesús? ¿Tú quieres lavarme los pies, a mí que soy un pecador? "Lo que yo hago no lo comprendes ahora, pero algún día lo comprenderás" (Jn 13: 6-9).
Que el inferior se incline ante el superior, y el menor ante el mayor, no es propiamente humildad sino realismo; es reconocer la realidad de los hechos, situarse en la verdad.
Pero que el superior se incline ante el inferior, el que es más ante el que es menos, la divinidad ante la humanidad, ésa sí es verdadera humildad, una humildad sublime; que el mayor reconozca el valor del menor y se incline ante él, eso es algo que sólo Dios puede hacer (Guardini).
Pero Él lo hizo, entre otras razones, para darnos ejemplo: Para que el mayor entre nosotros se incline ante el menor; para que el patrón se incline ante el sirviente; el maestro ante el discípulo; el que de su abundancia ofrece, ante el que en su pobreza recibe.

14. Para poder humillarse de esa manera es necesario vaciarse de sí mismo. Y eso fue lo que hizo Jesús, "en quien habita corporalmente la plenitud de la deidad" (Col 2:9), "el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como algo a lo que necesitaba aferrarse, sino que se despojó a sí mismo" de todo signo exterior y atributo de la divinidad. Precisamente porque era Dios podía desprenderse de los signos distintivos de su grandeza, y aparecer como un ser cualquiera, "tomando forma de siervo," -como lo somos nosotros realmente, comparados con Dios- "hecho semejante a los hombres" (Flp 2:6,7).
El que es poca cosa teme desprenderse de ese poco, porque sabe que en aferrarse a ese poco radica su único valor. Pero el que lo es todo, puede desprenderse de su grandeza visible, porque aun desnudo de ella, sabe cuál es su valor. El fuerte no necesita mostrar su fuerza, le basta saber que la tiene. Pero el débil hace alarde de su mínima fortaleza, porque es todo con lo que cuenta.
"...Y estando en la condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte..." (Flp 2:8).
¿A quién obedeció Jesús cuando se puso en manos de sus enemigos? "Como oveja fue conducido al matadero" (Is 53:7). Obedeció a sus trasquiladores sin pronunciar palabra de protesta. Obedeció sin quejarse a los que lo iban a crucificar.
"Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz." La muerte más horrible de la antigüedad, la más humillante, la más dolorosa.
"Maldito todo el que cuelga de un madero...". Él, que es origen de todas las bendiciones que fluyen a la humanidad, se hizo "maldición por nosotros..." (Gal 3:13; Dt 21:23).
Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros (2Cor 5:21) cargando en su cuerpo todos los pecados de la humanidad sobre el madero (1P 2:24).
El que era el autor de la vida gustó de la muerte por todos (Hb 2:9), y el que expulsaba demonios "por el dedo de Dios" (Lc 11:20), pasó por la humillación de ser vencido por el "que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo" (Hb 2:14), pero para triunfar finalmente sobre él, anulando su poder.

15. ¿Puede Dios morir? Esa idea tan absurda escandalizaba a los paganos, cuyos dioses no podían morir porque los suponían inmortales. ¿Qué clase de Dios es éste a quien adoran los cristianos, que puede morir, y todavía, en manos de sus torturadores? ¡Ese no es Dios, es una caricatura de Dios!
Por eso dijo Pablo que para los gentiles "el mensaje de la cruz es locura" (1Cor 1:18). Pero quienes inventaron esa locura no fuimos nosotros, fue el propio Dios, que quiso pasar por loco por amor a nosotros. Y por nosotros se sometió a las torturas más terribles.
¡Qué humildad la del que teniendo todo el poder para borrar con un solo soplo de la faz de la tierra a los que lo crucificaban, se sometió, no obstante, a sus maltratos, a sus insultos, a sus burlas, a sus azotes, a sus escupitajos, sin pronunciar una sola palabra de queja!
Jesús en la cruz se humilló hasta mendigar de sus verdugos una gota de agua para calmar su sed; se humilló hasta pedir al Padre que perdonara a los que lo clavaban; se humilló hasta parecer, no, hasta sentir en verdad, que el Padre lo había abandonado (Jn 19:28,29; Lc 23:34; Mt 27:46).

16. Teniendo tal ejemplo ¿cómo podemos sus discípulos pretender que se nos honre y se nos alabe? Si el Rey de la gloria, a quien los ángeles alaban sin cesar, y la creación entera rinde tributo, aceptó ser desechado y despreciado entre los hombres ¿cómo nosotros, que somos polvo y ceniza, pretendemos que se nos aplauda? ¿No es ridículo que el gusano se infle de orgullo queriendo ser apreciado, cuando Aquel que con su solo pensamiento puede aplastarlo, aceptó ser humillado?
Si para Jesús haber sido humillado por nuestra causa es uno de sus mayores títulos de gloria ¿no lo será para ti también ser humillado por su causa? Si Él no rehuyó el oprobio por el gozo puesto delante de Él (Hb 12:2), ¿no aceptarás tú lo mismo por el gozo de seguir sus pasos?
Reconozcamos que nada somos delante de Dios, inclinémonos ante su Majestad. Pero inclinémonos también, cuando sea necesario, siguiendo su ejemplo, delante de nuestros semejantes, incluso delante de nuestros enemigos y de los que son en el mundo menos que nosotros. (12.01.02)

Notas: 1. Algunos autores piensan que María, dado su parentesco con Isabel, era de la tribu de Leví, de la casa de Aarón. Otros creen que la genealogía que trae Lucas (3:23-38) en realidad es la del linaje davídico de María que se remonta hasta Adán.
2. "El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su señor" (Is 1:3)). Esa es la razón por la que esos dos animales aparecen en los nacimientos de Navidad.

NB.-:Este escrito fue el último de una serie de tres charlas radiales dedicadas a la humildad y luego impresas hace casi ocho años. Al publicarlo nuevamente quiero reconocer mi deuda con un pequeño libro anónimo, muy edificante, que recoge sobre todo pensamientos de autores antiguos.

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viernes, 2 de octubre de 2009

¿QUÉ ES EL JUDAÍSMO? III

Según la Agadá la Torá contiene 613 mitzvot, 248 positivos (uno por cada hueso del cuerpo humano, según la nomenclatura aristotélica) y 365 negativos (uno por cada día del año). Los diez mandamientos del Decálogo no ocupan ninguna posición privilegiada dentro del conjunto de los mitzvot. Dios es igualmente severo en su exigencia del cumplimiento de cada uno de los 613 mitzvot. (1) No existe acuerdo unánime sobre cuáles sean los 613 mandamientos, pues se han confeccionado varias listas diferentes, pero la que proporciona Moimónides en su Mishné Torá es la más conocida. (2)

Como los mitzvot son muy generales se requiere de mucha interpretación para saber exactamente cómo observarlos. Por ejemplo, la Torá dice que no se debe trabajar en sábado (“Seis días trabajarás y harás toda tu obra (melajá en hebreo), mas el sétimo día es reposo para Jehová tu Dios”, Ex 20:9,10. Nota 3). Pero ¿cómo saber en qué consiste exactamente trabajar en la práctica? Hay cosas que son trabajo y otras que no lo son. En muchos casos la distinción es sutil. En muchos otros, sin embargo, la distinción puede ser arbitraria.

Para facilitar el cumplimiento del mandamiento los rabinos establecieron en la Mishná -de la que hablaremos en el siguiente articulo- 39 órdenes de actividades o trabajos (melajot, plural de melajá) que caen dentro de la prohibición del descanso sabático. A su vez, para cada uno de ellos establecieron 39 reglas. En consecuencia el conjunto de reglas sobre el descanso que hay que observar es 39 x 39, es decir, 1521. Con razón los rabinos dicen que se requiere de mucho estudio para poder observar correctamente el sábado. Los 39 melajot prohibidos en sábado en su mayoría están relacionados con la construcción del tabernáculo en el desierto, que después de la creación del universo (Gn 2:2) es la obra por antonomasia: “Y vio Moisés toda la obra (melajá), y he aquí que habían hecho como Jehová había mandado; y los bendijo”. (Ex 39:43) Están prohibidas no porque en sí mismas sean malas sino por respeto al sábado en que se descansa. (4)

Buen número de los desencuentros que Jesús tuvo con los fariseos giraba, como bien sabemos, en torno de lo que se podía o no hacer en sábado. Una vez, teniendo delante un hombre que tenía la mano seca, Jesús les preguntó si era lícito hacer el bien o hacer el mal en día de reposo. Esto es, les estaba retando a que le dijeran qué norma específica había al respecto. Como no le contestaron Él sanó al hombre. En ese día los fariseos se confabularon con los herodianos para perderlo (Mr 3:1-6; Lc 6:6-11). Segun Joseph Klausner (autor de la primera biografia de Jesús escrita por un erudito judio, publicada en 1922) la indignación de los fariseos ante el hecho de que Jesús sanara al hombre se debió a que, si bien las reglas sobre el sábado podían ser violadas cuando se trataba de salvar una vida, Jesús sanaba en día de reposo cualquiera que fuera la naturaleza de la enfermedad, es decir, como en este caso, aún cuando no hubiera peligro de muerte.

En otra ocasión, cuando los fariseos le reprocharon que sus discípulos arrancaran espigas en sábado, Él les recordó el episodio en que David y sus hombres, teniendo hambre, comieron los panes de la preposición que estaban reservados para los sacerdotes del templo (1Sm 21:1-6; c.f. Lv 24:5-9), y les dijo: “El día de reposo (sábado) está hecho para el hombre, no el hombre para el día de reposo”, (5) concluyendo: “el Hijo del Hombre es aun señor del día de reposo” (Mr 2:23-28. Véase el mismo episodio en Lc 6:5).

Recuérdese también el episodio en que Jesús sana al paralítico de Bethesda en día sábado, y le ordena que se lleve el lecho en que había estado acostado. Los judíos, dice Juan, (es decir, los escribas y fariseos) le reprochan al hombre que cargue su lecho en día de reposo en que –según la tradición- está prohibido cargar objeto alguno. Pero él se defiende diciendo que el que lo sanó le dijo que cargara el lecho (Jn 5:5-13). Cuando Jesús más adelante discute con ellos, Él les dice: “Si vosotros permitís que se circuncide en día de reposo (en que, en principio, no debe hacerse obra alguna) para no violar la ley de Moisés (que manda circuncidar a todo varoncito al octavo día del nacimiento), ¿Por qué os enojáis conmigo si sano completamente a un hombre en día de reposo?” (Jn 7:23). Es decir, si se puede violar el sábado por lo menor (circuncidar no es un asunto de vida o muerte), ¿por qué no se puede violarlo por lo mayor (la salud de un hombre que ha estado 38 años paralítico)?

No obstante, es un hecho que Jesús reconocía, en términos prácticos, la existencia, si no la validez, de las normas de la tradición oral sobre el descanso sabático. Eso lo muestra el hecho de que en el discurso del Monte de los Olivos, al hablar de la huida de Jerusalén en el día de la Gran Tribulación, Él les diga: “Orad porque vuestra huida no tenga lugar en día de reposo”, (Mt 24:20) porque debido a la limitación de distancia que se podía caminar en sábado fuera de la ciudad, no podrían ir muy lejos. Al pronunciar esa frase Él no estaba aprobando tácitamente esa regulación, sino simplemente reconociendo la realidad de su existencia, porque los creyentes judíos que eran celosos observantes de la ley, al huir se sentirían constreñidos por ella (Véase Hch 21:20).

Nótese al respecto que el libro del Éxodo dice sobre el sábado: "Quédese cada uno en su lugar y que nadie salga de su lugar el séptimo dia." (16:29). En el desierto era fácil cumplir con esa norma, pues se entendía que nadie debía salir de su tienda. Pero una vez establecidos en la Tierra Prometida, y habitando en ciudades, había que adaptar esa norma a las nuevas circunstancias. ¿Qué significaba salir de su lugar? ¿Salir de la propia vivienda? ¿Salir del poblado, o de la ciudad? De ahí provienen las sumamente complejas normas acerca de los desplazamientos permitidos en día sábado y las distinciones entre el dominio privado y el dominio publico.

En el libro de los Hechos podemos también detectar la huella de esas tradiciones orales sobre el sábado. En el primer capítulo leemos que después de contemplar la ascensión del Señor a los cielos, los discípulos regresaron del monte del Olivar, que está cerca de Jerusalén "camino de un día de reposo" (Hch 1:12), distancia que según la especificación legal desarrollada por los rabinos (“eruv tejumin”), no debía superar los dos mil codos, o sea, 900 metros (6). Esa alusión nos muestra que los apóstoles, como buenos judíos que eran, guardaban las normas concretas provenientes de las tradiciones de los mayores sobre el trecho que era lícito caminar en día sábado. (7)

Para tener una idea de hasta qué punto los judíos piadosos consideraban sagradas las regulaciones relativas al descanso sabático, puede mencionarse el episodio que figura en el primer libro de los Macabeos, donde un grupo de patriotas con sus familias y ganados, guiados por Matatías, se refugiaron en las cuevas del desierto, al otro lado del Jordán, para no verse obligados a sacrificar a los ídolos. Alcanzados por las tropas de Antíoco Epífanes en día sábado, se abstuvieron de defenderse para no violar el día de reposo, y fueron todos muertos. (1Mac 2: 29-38). Ese episodio dio lugar a que posteriormente se estableciera una regla permitiendo no atacar pero sí defenderse para salvar la vida en día de reposo, porque “la Torá ha sido dada para que vivan por ella, no para que mueran por ella”, según un famoso rabino. Esa regla es el primer ejemplo que registra la historia de una norma interpretativa de la Torá escrita.

El hecho es que el sábado vino a ocupar en el judaísmo un lugar central, como reza una oración sabatina: “Los que guardan el sábado y lo llaman un deleite, se regocijarán en tu reino.” El sábado es la más importante de todas las fiestas, salvo el Día de Expiación, el Yom Kippur. Sus regulaciones deben ser observadas con alegría, no como una carga. Gozarse en el descanso y en la adoración sabatina constituye una obligación que los judíos llaman oneg shabat. Para preservar la santidad del descanso sabático, que comienza al atardecer del día viernes, es esencial preparar la víspera los alimentos que se van a consumir el sábado (Ex 16:23), al que se da la bienvenida alumbrando en la casa varias velas antes del atardecer, para celebrar, caída la noche, una cena festiva en la que la mesa es arreglada con el mantel y los cubiertos más costosos que posea la familia.

Hay otra oración litúrgica que dice: “Tú no diste el sábado a las naciones de la tierra, ni lo diste como herencia a los idólatras, ni en su descanso hallarán un lugar los injustos. Pero a Israel tu pueblo lo diste en amor, a la simiente de Jacob que habías escogido, al pueblo que santifica el día sábado…”. El escritor judio Asher Ginsburg del siglo pasado expresa muy bien el lugar central que ocupa el sétimo día en la religión y en la vida judía, al decir: “Más que haber guardado el sábado, el sábado ha guardado a Israel.”

Desde otro punto de vista el día sábado representa el mundo venidero (Olam Ha Ba) en el que no se trabaja y se goza de paz, mientras que los seis días previos, en que sí se trabaja, representan la vida dura y llena de penuria del mundo presente (Olam ha zé). Alternativamente el sábado recuerda la creación del mundo, al terminar la cual Dios descansó (Gn 2:2; Ex 20:11).

Aunque los romanos tildaban a los judíos de ociosos porque se abstenían de trabajar un día a la semana, no cabe duda de que guardar un día de descanso semanal para dedicarlo al Señor, es un principio eterno, y es uno de los grandes aportes del judaísmo a la humanidad. Aunque Pablo reproche a los Gálatas que guarden “los días, los meses, los tiempos y los años,” criticando que se sujetaran a las leyes rituales ya caducas que no los obligaban (Gal 4:10), la iglesia no desechó la noción del sábado sino que trasladó muy pronto el descanso semanal al “día del Señor”, esto es, al domingo, del sétimo día de la semana al primero, en recuerdo de la resurrección de Jesús, e hizo del reposo en ese día una obligación. Es un hecho que la vitalidad cristiana de una localidad, o de una nación, se manifiesta en la seriedad con que la población guarda ese día de reposo, absteniéndose de trabajar y asistiendo al templo.

Notas: 1. De ahí viene posiblemente la noción prevaleciente en algunos círculos protestantes de que todos los pecados son igualmente graves.
2. En la página web
www.jewfaq.org/613.htm puede encontrarse una lista completa ordenada de los mandamientos por materias. Además de los mitzvot provenientes de la Torá (mitzvot d’oraita) el judaísmo reconoce la existencia de otros mandamientos promulgados por los rabinos (mitzvot de rabbanan) que son tan obligatorios como los contenidos en la Torá, aunque si hubiera un conflicto entre dos preceptos de una y otra clase, los primeros tienen precedencia. Los mitzvot de rabbanan se dividen en tres categorías: gezeriah, takkanah y minhag. La primera comprende lo que generalmente es referido como “la valla alrededor de la Torá”, de la que se hablará más adelante: leyes dadas para prevenir que por accidente se pueda violar una mitvá. La segunda incluye reglas dadas para el bienestar público, y que varían según las regiones. La tercera comprende las costumbres que por la práctica continuada se han vuelto obligatorias.
3. La palabra malajá aparece por primera vez en el relato de la creación: “Y acabó Dios en el sétimo día la obra (melajá) que hizo…” (Gn 2:2). Melajá puede traducirse como servicio, empleo (pero no servil), obra, labor, oficio, negocio, etc. Se refiere al trabajo experto que requiere de una habilidad específica, y a las bendiciones o frutos que se derivan de él, en contraste con el trabajo pesado, penoso, que se designa con las palabras amal o sagá.
4. La adaptación de las normas sobre los melajot prohibidos a la vida moderna es compleja. Por ejemplo, está prohibido prender un fuego (Ex 35:3. C.f. Ex 16:23). En consecuencia está prohibido manejar un auto porque usa un motor de combustión interna. Por el mismo motivo está prohibido prender una bombilla o una cocina eléctrica. Se comprende que el judaísmo liberal moderno sostenga que el judío debe cumplir sólo aquellas normas a las que su conciencia lo obligue.
5. El Talmud atribuye una frase similar a un discípulo de Akiva, Simeón ben Menassia, que vivió un siglo después de Jesús: “El sábado fue dado en tu mano, pero tú no fuiste dado en su mano.” Esa frase puede ser un eco de las palabras de Jesús.
6. La distancia de 2000 codos parece tener su origen en la orden dada por Josué cuando llegó el momento en que el pueblo de Israel debía atravesar el Jordán para entrar en la Tierra Prometida. Josué ordenó que el pueblo siguiera al arca que cargaban los sacerdotes a una “distancia como de dos mil codos” (Js 3:4).
7. Los rabinos desarrollaron un procedimiento legal, llamado eruv, para facilitar la observancia del sábado, atemperando las restricciones a los desplazamientos que prohíben cargar un objeto cualquiera, incluso minúsculo, en un “dominio público”. Existen varias clases de eruvim (de dominios, de platos cocinados, de fronteras) y no puede negarse que algunas de sus disposiciones son artificiosas. Por ejemplo, es posible formar un “dominio privado” común constituido por varias viviendas, construyendo en derredor de ellas una valla simbólica formada por postes de por los menos 40 cm, unidos por una soga o alambre. De esa manera se vuelve lícito caminar o cargar objetos en día sábado dentro del espacio resultante. ¿Cuál es el origen de la prohibición de llevar alguna carga en día sábado? El Decálogo en Éxodo y Deuteronomio sólo prohíbe trabajar, aunque podría relacionarse el hecho de cargar objetos con la actividad comercial, que sí constituye trabajo. Pero el llevar cargas y meterlas por las puertas de Jerusalén forma parte de las actividades denunciadas por Jeremías en relación con el sábado (Jr 17:21,22,24,27). Se trata de una interpretación especial de la prohibición mosaica que debe haberse producido en algún momento, que adquirió mayor relevancia después del retorno del exilio. En el último capítulo de su libro Nehemías toma severas medidas contra los que introducen cargas sobre acémilas por las puertas de Jerusalén para vender su mercadería en día de reposo, sean judíos o extranjeros (Nh 13:15-21).

El Caso Dreyfus y el Estado de Israel. En su libro “The Proud Tower” la escritora judía norteamericana Bárbara Tuchman hace una vívida descripción del conflicto suscitado por el “affaire Dreyfus” a fines del siglo XIX, en el que un sector de la sociedad francesa se enfrentó apasionadamente contra otro, al punto de que se temió que pudiera producirse un golpe de estado. El capitán Alfredo Dreyfus, alsaciano de origen judío, fue acusado y condenado injustamente en 1894 --sobre la base de pruebas fraguadas y en un juicio realizado a puertas cerradas- de haber vendido información militar secreta al Estado Mayor alemán.

Teodoro Herzl, un joven y frívolo escritor judío austriaco, asimilado a la sociedad burguesa europea e indiferente a sus raíces, fue enviado a Paris por un diario vienés para cubrir el juicio y se quedó anonadado ante la ola de violento antisemitismo que agitaba Francia.

El impacto del odio que percibió le hizo tomar conciencia de su identidad judía y le hizo comprender que su pueblo no se encontraría seguro en ninguna parte del mundo mientras no contara con un país soberano que pudiera llamar propio. En 1896 publicó sus ideas en un libro titulado “Der Judenstaat” (“El Estado Judío”) que sacudió la conciencia de muchos judíos. El año siguiente se celebró en Basilea el primer Congreso Sionista, en el que se inició el movimiento que culminaría en 1948 con el establecimiento del Estado de Israel.

El sacrificio de Dreyfus fue el detonante que se necesitaba para iniciar el movimiento masivo que llevaría de nuevo al pueblo de Israel a su tierra. Como en muchos casos semejantes, él fue la víctima necesaria escogida por la Providencia para llevar a cabo sus propósitos. Puede decirse sin exagerar que sin Dreyfus no habría quizá hoy un estado judío independiente.

Es una marca irónica del destino del pueblo elegido que a pesar de haberse establecido como país soberano, democrático y moderno, en la tierra prometida a sus antepasados, los judíos sigan estando amenazados, esta vez por los pueblos musulmanes vecinos, que han jurado expulsarlos al mar.

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